El presidente de México acaba de tomar una de las decisiones más importantes de su gestión: considerar el litio como un recurso nacional estratégico y crear un ente autónomo que se ocupe especialmente de él. Andrés Manuel López Obrador impulsó una reforma en la Ley de Minería (inmediatamente aprobada por las dos cámaras del Congreso) que pone en mano de los mexicanos la exploración y los beneficios que se obtengan de ese preciado mineral.
México busca también realizar un trabajo conjunto con tres potencias litíferas regionales: Argentina, Chile y Bolivia. López Obrador, en su conferencia de prensa diaria en Palacio Nacional, se mostró partidario de unir experiencias y el canciller Marcelo Ebrard confirmó el 27 de abril que el gobierno está en comunicación con esos tres países ricos en litio. “El presidente va a informar sobre este tema”, aseguró el canciller.
El litio es el futuro y el mundo lo sabe. Su valor estratégico es tan alto que se ha convertido en el protagonista de una de las más ásperas tensiones geopolíticas. Ya no es un secreto que entre China y Estados Unidos existe la llamada “guerra por el litio” por la primacía sobre ese mineral. El litio es clave para concretar un imprescindible cambio de la matriz energética global y para alcanzar el liderazgo tecnológico de las próximas décadas. El ejemplo más conocido es el de las baterías de litio usadas en vehículos eléctricos civiles y militares (desde autos eléctricos hasta barcos o misiles); computadoras; celulares; marcapasos; drones y muchos otros dispositivos esenciales.
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Desde el 2020, China domina la cadena de suministro de baterías de litio (Bloomberg, 2020). En 2022, de las 136 fábricas que las producen, 101 están su territorio. Las empresas chinas están en condiciones de proveer el 60% de autos eléctricos en el planeta (según Goldamn Sachs). Está claro que para Beijing el litio es una prioridad estratégica.
También la Casa Blanca lo catalogó oficialmente como “esencial para la seguridad económica y nacional”. El presidente Joseph Biden mantuvo el decreto 14017 de Donald Trump para realizar una profunda revisión de las cadenas globales de suministro de, entre otros, el litio.
Esta pugna se produce en plena transición hegemónica mundial (declinación de EEUU como única potencial mundial y creciente emergencia de China) y que, como lo demuestra la escalada bélica en Ucrania, ya empieza a mostrar sus aspectos más violentos.
¿Dónde están situadas geográficamente las mayores reservas? En Sudamérica, en el llamado “triángulo del litio”, en los territorios de Bolivia (21 millones de toneladas); Argentina (17 millones) y Chile (9 millones). Entre los tres concentran el 80% de esas riquezas. A diferencia del litio mexicano que se considera más “arcilloso”, el de nuestra región se encuentra en condiciones más fáciles de explotación, lo que abarata enormemente los costos de extracción y producción. En una palabra, lo vuelve más codiciado.
La investigadora Agustina Sánchez en su artículo “Detrás del golpe: la industrialización del litio en Bolivia” (Clacso) advirtió sobre ese riesgo: “Con el litio se cumple el cásico esquema dependiente de los recursos naturales: se consume en los países del “centro”, pero es expropiado de los países de la “periferia” mediante su explotación por grandes multinacionales. O sea, producción de manufacturas y productos industriales con agregado de valor para los primeros, y exportación de materias primas para los segundos, dinámica que ha atado a nuestros países al subdesarrollo.”
Tal vez Argentina sea el caso más dramático. “Aquí hay puras empresas extranjeras”, dijo Bruno Fornillo, doctor en Geopolítica por la Universidad París e investigador del CONICET. Según el académico, “el Gobierno de Alberto Fernández está consolidando el comando de las corporaciones transnacionales extractivas en relación al litio. Durante la gestión de Mauricio Macri se habían puesto en marcha algunos proyectos, pero, fuera de lo esperado, el actual gobierno, lejos de retomar algún viso de soberanía en relación a la extracción de materia prima, paradójicamente, termina consolidando el control del dominio corporativo. Hoy en Argentina hay un cúmulo de tácticas no coordinadas entre sí que no van hacia ningún lado común". "Deberíamos tener una estrategia integral y soberna. Pero para eso es preciso enfrentarse a quienes tienen el poder: a las corporaciones globales en asociación con los poderes provinciales. Si no se enfrenta esa esquena, no hay nada que hacer”, agregó.
El ejemplo más virtuoso es, sin duda, Bolivia. A partir de aquel histórico 1º de mayo de 2006 en el que el presidente Evo Morales nacionalizó los recursos hidrocarburíferos (con un impacto extraordinariamente positivo para la economía del país, su desarrollo y el bienestar de su pueblo), Bolivia pudo revertir la matriz del saqueo y la dependencia. En el caso del litio, el proceso se inició en 2008 cuando una demanda popular (de los mineros) se “convirtió en política de Estado”, como señaló Agustina Sánchez. Se nacionalizó el proyecto de industrialización del Salar Uyuni, para la producción de carbonato de litio y cloruro de potasio. En 2017, el Gobierno de Morales creó la Empresa Pública Nacional Estratégica Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) “responsable de realizar las actividades de toda de la cadena productiva: prospección, exploración, explotación, beneficio o concentración, instalación, implementación, puesta en marcha, operación y administración de recursos evaporíticos, complejos de química inorgánica, industrialización y comercialización”. Uno de los máximos logros fue la concreción de un primer auto eléctrico cuya batería y ensamblaje se hizo totalmente en Bolivia.
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El “peligroso” ejemplo de las políticas exitosas de Bolivia, sus acuerdos comerciales con China, sumados a la posibilidad de que el país se convirtiera en un actor fundamental en el mercado mundial del litio explican el golpe cívico-militar-eclesiástico que derrocó a Evo Morales en 2019. Hoy el gobierno de Luis Arce ha retomado las políticas soberanas.
En cuanto a México (1.7 millones de toneladas), el presidente López Obrador anunció que se revisarán los contratos de concesión a las empresas Ganfeng Lithium (China) y Bacanora Lithium (anglo-canadiense) para explotar el mineral.
El decreto que declara al litio recursos estratégico nacional “para beneficio y aprovechamiento en favor del pueblo de México” advierte que “no se otorgarán concesiones, licencias, contratos, permisos o autorizaciones en la materia. Serán consideradas zonas de reserva minera aquellas donde haya los mencionados yacimientos”.
México y Bolivia están marcando el camino. Pero nuestra gran riqueza regional tiene sus vulnerabilidades. Nuestros países carecen de tecnología como para garantizar una producción eficiente y fluida. Necesitan inversiones a mediano y largo plazo para desarrollar sus potencialidades. En estas condiciones, las políticas de defensa de la soberanía son vitales y deben ser llevada a cabo contra la codicia de los de afuera y los de adentro, cueste lo que cueste.