El hambre y la obesidad, la pobreza y la opulencia, la polenta y el sushi, dos caras de una misma moneda que ponen en el centro del debate ¿Quién controla la producción de los alimentos que consumimos? ¿Cómo se distribuyen? ¿Por qué quienes producen y trabajan están cada vez más pobres y despojados de medios de producción estratégicos y de conocimiento?
A lo largo de la historia, la humanidad transformó su relación con la naturaleza para alimentarse, desde la caza y la pesca hasta llegar a la producción de un bife en una impresora 3D. Paradójicamente, el mundo asiste a una profunda crisis alimentaria y energética. Lo que parece explicarse por el hecho de que el acceso a bienes esenciales está definido por el gobierno despótico de la elite financiera y tecnológica, una pequeña minoría privilegiada que subsume a la población a la miseria y el hambre, mientras se dan el lujo de desperdiciar alimentos y energía en un superconsumo extravagante. La ostentación que llevó a la decadencia de antiguos régimenes, agudiza la crisis del actual.
“El lujo es vulgaridad dijo, y me conquistó”
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El sistema social de producción a nivel global es capaz de generar opulencia, obesidad y despilfarro, al mismo tiempo que hambre, miseria y desnutrición. En otros términos, debemos dejar de discutir la pobreza para pasar a discutir la riqueza y su distribución.
“Sería socialmente injusto que, con el objeto de acelerar el desarrollo, se afectasen ostensiblemente las posibiliadades de realización de quienes precisamente lo generan”, dice Juan Perón en su última obra “Modelo argentino para el proyecto nacional”, y continúa: “Por otra parte, es cristianamente inaceptable que este desarrollo se materialice a expensas de los más necesitados” (Biblioteca del Congreso Nacional, 2° Ed 2015, pág. 286).
Luego de la crisis de la subprime en 2008, los Big Three, los tres grandes fondos de inversión globales: BlackRock, Vanguard y State Street invertieron en tecnología de punta, en la digitalización-informatización-virtualización del sistema social de producción. En el desarrollo de software, blockchain, IoT, bio y nanotecnología, robótica, 5-6G, etc. En la unión de lo virtual, lo real y lo biológico encontró el salto de escala para una nueva fase financiera y tecnológica de dicho sistema.
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Estos tres grandes fondos de inversión, se encuentran participando en cada parte estratégica de la red productiva global, controlando con el poder del dinero la sed de todos. En los eslabones estratégicos se vinculan a las Empresas Trans-Nacionales que tienen el control de los mismos: BAYER-MONSANTO; DOW-DUPONT; CARGILL; Dreyfus; Syngenta-Chemchina; COFCO; PEPSICO; Coca-Cola; Nestlé, Danone; Unillever; solo por mencionar algunas. Son parte de una red que se nos presenta caótica para que ellos gobiernen con lujos, mientras el 99% de la población queda destinada sobrevivir a la miseria y al hambre.
¿Quiénes alimentan al mundo?
Algunos analistas debaten sobre quiénes producen los alimentos, el tamaño de los establecimientos productivos, las formas de producción, etc. Se pone en discusión la veracidad de los datos de FAO respecto a la capacidad de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena de alimentar al mundo. Mientras tanto, el mercado global agroalimentario es dominado por una red de las grandes empresas trasnacionales, que controlan:
- La comercialización de materias primas: ADM, BUNGE, CARGILL, DREYFUS, COFCO-NIDERA;
- El paquete tecnológico y biotecnológico: MONSANTO-BAYER, DOW-DUPONT, BASF, SYNGENTA-CHEMCHINA, y en maquinarias y equipamientos con JOHNN DEERE a la cabeza;
- Elaboración de alimentos: NESTLÉ, PEPSICO, UNILEVER, COCA-COLA, MARS, DANONE, KELLOGG’S y Gral. MILLS;
- La Distribución: WAL-MART (EEUU), COSTCO (EEUU), CARREFOUR (FRANCIA), principalmente.
De esta manera se conforma una especie de reloj de arena donde estas ETNs se interponen entre quienes trabajan y producen los alimentos, y quienes los consumen. Se apropian de las ganancias sin importar el tamaño, la forma, ni el origen étnico de quienes trabajan y producen la tierra.
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Mientras “más de 250 millones de personas adicionales podrían enfrentarse a niveles extremos de pobreza en 2022 debido a la pandemia, el aumento de las desigualdades a nivel mundial, y la crisis del precio de la energía y los alimentos, exacerbada por la guerra en Ucrania” (OXFAM, nota informativa 23 de mayo 2022).
Posiblemente resulte conveniente reformular la pregunta, más que preguntar quiénes producen deberíamos preguntarnos quiénes dominan, controlan y se apropian de las ganancias. Si lo que necesitamos es encontrar respuestas que interpelen las causas de la crisis alimentaria global y aporten a encontrar una salida.
A nuevos paradigmas, nuevas mercancías
Otros promueven la salida a la crisis global a través del consumo saludable, el cuidado ambiental, el bienestar animal, etc., lo cual no es contradictorio. La necesidad de cuidar la biósfera y biodiversidad requiere pensar en modelos productivos y sustentables, donde la unión de la ciencia-tecnología-sociedad resuelva la producción armónica en cada territorio. Sin embargo, el afán por el lucro ha convertido estas demandas en nuevas necesidades para algunos consumidores, a las que rápidamente el mercado le encontró respuesta en la tecnología.
La empresa alimenticia brasileña JBS S.A., la mayor productora del mundo de carne vacuna y avícola, y la segunda en producción de carne de cerdo, es la accionista mayoritaria de la española BioTech Foods, dedicada al sector de la carne cultivada. También es propietaria de la empresa Vivera productora de salmón vegano y pollo kebab vegano. “En Estados Unidos, dos de las principales empresas cárnica del país, Tyson Foods y Smithfield, han creado divisiones propias para producir sus nuggets y salchichas a base de vegetales para competir con las dos líderes en el sector, Impossible Foods (asociado con Burger King) y Beyond Meat. En España, Vall Companys, desde 2019 elabora sustitutos cárnicos a base de guisantes, trigo o soja. Un proyecto empresarial llamado Zyrcular Foods, cuyos productos ya se encuentran en diferentes supermercados con su marca blanca. Esa empresa es la mayor integradora del país, líder en macrogranjas de pollos y cerdos, es decir, produce para dos mercados contrapuestos ideológicamente” (Duch, 17 de agosto de 2022, en portal Tramas).
Un caso particular en Argentina es el de “El Rey de la Soja”, Gustavo Grobocopatel, quien practica la siembra agrícola extensiva en alrededor de 100 mil hectáreas, mientras promueve emprendimientos agroecológicos en 5 hectáreas de viveros hidropónicos en la provincia de Buenos Aires.
Estas antinomias ocultan la contradicción entre quienes se apropian de las riquezas que generan quienes producen y trabajan. Este modelo vegano-agroecológico reproduce el patrón de acumulación-concentración que enriquece a “3 o 4 vivos”, un capitalismo verde que no resuelve la injusticia social y las desigualdades.
Juan Perón, vigente 50 años después, afirmaba que “la modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico” (Biblioteca del Congresos Nacional, 2° Ed 2015, pág. 302). Ese motor que contrapone polenta y shusi es parte de la actual crisis global, por más que quienes produzcan y trabajen sean agricultores familiares y el producto agroecológico.
Es en el desarrollo de la ciencia y la tecnología donde se encontrarán las respuestas a los nuevos paradigmas, a las nuevas demandas sociales y finalmente, encontrar la salida a la crisis global. Que estas respuestas sean con la gente adentro, es tarea de la política.