Avanzar para no retroceder (o el ocaso de la tesis Klaukol)

25 de septiembre, 2020 | 16.29

Podemos tomar la tercera semana de agosto como punto de referencia. Telecom del Grupo Clarín estuvo detrás de más del 48% de las operaciones vinculadas a la suba del dólar Contado con Liqui (CCL) y dólar bolsa a través de la compra del bono AY24, una maniobra donde el Grupo que dirige Héctor Magnetto puso casi $2.400 millones. Con estas operaciones lograron llevar el dólar CCL a $133, escalando el plan devaluatorio.

La estrategia devaluacionista se combinó con la estimulación temprana y magnificada de las escuálidas protestas contra el gobierno de un puñado de manifestantes, que con consignas que reproducen las tapas de Clarín y La Nación y ataviados con la bandera celeste y blanca, rodean cada tanto el Obelisco. Al mismo tiempo que “rompen la cuarentena” para que el gobierno de Alberto Fernández no pueda exhibir como un logro el tratamiento responsable que se le está dando a la pandemia.

La devaluación no tiene exclusivamente un objetivo económico sino esencialmente político, desde el Rodrigazo en 1975, pasando por la hiperinflación de Alfonsín hasta la devaluación impuesta en 2014 los gobiernos que depreciaron abruptamente la moneda local fueron forzados a concluir sus mandatos o sus proyectos no pudieron reelegir. Los procesos políticos son multicausales pero las devaluaciones bruscas o “golpes contra la moneda” juegan un papel insoslayable en el debilitamiento de los gobiernos.

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El Grupo Clarín y el Grupo Techint ven alejarse su deseo de domesticar a Alberto Fernández y pusieron en marcha el plan para convertirlo en el Alfonsin de 1989.

El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner les respondió con la declaración de servicios públicos esenciales de las telecomunicaciones y el posterior congelamiento de tarifas. Además del objetivo de contener la inflación, esta medida habilita la intervención regulatoria del Estado en un terreno donde Fibertel, Telecom, Personal y Cablevisión del Grupo Clarín son amos y señores.

A su vez, la presentación del demorado proyecto de ley para gravar las grandes fortunas fue otra adecuada respuesta que señala quienes son los sectores que tienen que hacer un mayor esfuerzo fiscal en la pandemia.

Un segundo capítulo del plan de desgaste se pudo observar durante el reclamo de la Policía bonaerense por mejoras salariales. El sobredimensionamiento del conflicto que contó con la inestimable ayuda del pésimo manejo ministerial (antes y durante) fue impulsado por los grupos mediáticos que reconocen en el Edificio de la calle Tacuarí a su nave insignia y contó con la adhesión activa de dirigentes de Juntos por el Cambio. El conflicto salarial cambió de carácter cuando un grupo de insubordinados cruzó una línea roja movilizándose armado a la Quinta de Olivos.

Ese desafío a la autoridad presidencial tuvo una respuesta contundente por parte del Presidente que desactivó la protesta con una medida de justicia tributaria y distributiva. Medida que a su vez puso a Horacio Rodriguez Larreta a prudente distancia para disgusto de los cultores del ¨fin de la grieta¨.

La tesis Klaukol (por el famoso adhesivo sella grietas) encuentra su crepúsculo al calor de la confrontación desnuda que la derecha empieza a diseñar.

El clivaje “pueblo o corporaciones” sigue estructurando la política argentina.

El problema de la tesis Klaukol -acuñada por uno de los más prestigiosos animadores radiales de nuestro país- además de la falta de sustento empírico es que genera una tendencia a la desmovilización popular porque diluye la idea de conflicto.

Una cosa es no apelar a la movilización y la ocupación de las calles para evitar contagios durante la pandemia y otra es pensar que la disputa de poder se va a saldar a favor de los sectores populares en una mesa de diálogo.

Para que ese momento de inflexión no nos agarre desprevenidos tenemos que asumir la inevitabilidad de esa disputa y fortalecer política y materialmente a nuestra base social. Que este año el salario pierda ante la inflación no es un buen augurio. El Ministerio de Trabajo y los sindicatos tienen en sus manos la inestimable tarea de resolver esa ecuación en favor de lxs trabajadorxs.

El desafío que tenemos desde el campo popular es en definitiva generar la organización y la masa crítica adecuada para la confrontación inevitable que se viene, donde la minoría que perdió en las urnas no pueda imponer por la fuerza su programa.

Para no retroceder hay que avanzar.