Las elecciones en España quedaron atrás pero las repercusiones políticas recién comienzan. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han alcanzado hoy un acuerdo para formar un "Gobierno de coalición progresista" y el líder de Unidos Podemos será finalmente vicepresidente del Gobierno, algo que parecía imposible en primavera, y se trata de un acuerdo "sin vetos".
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE compareció en torno a las dos y media de la tarde en el Congreso con el líder de Unidas Podemos para explicar los detalles de ese pacto. Sánchez e Iglesias firmaron un documento con las bases del preacuerdo: se trata un texto con ideas muy generales sobre "la protección de los derechos sociales", y en el que no figura el reparto de vicepresidencias y ministerios.
En el documento tampoco figuran negro sobre blanco la posibilidad de revertir los aspectos más lesivos de la reforma laboral o las subidas de impuestos que pactaron ambos partidos hace unos meses, pese a que ambas ideas están esbozadas en el texto, que sí persigue explícitamente "garantizar la convivencia en Cataluña", con el objetivo de "fomentar el diálogo" y de "fortalecer el Estado de las autonomías".
Sánchez aseguró en la firma de ese documento que el objetivo es "desbloquear la situación política, que lleva muchos meses bloqueada en España". Paradójicamente, la caída tanto del PSOE como de Unidas Podemos en número de escaños y la fuerte subida del PP y Vox han facilitado un pacto que fue imposible en julio y agosto.
Iglesias calificó el "Gobierno de coalición progresista" como "la mejor vacuna contra la extrema derecha", y adelantó que ambos partidos buscarán "alianzas con otros partidos" para sumar mayoría. Tras el apretón de manos con Iglesias, Sánchez afirmó que el pacto permitirá "no solo la investidura sino un Gobierno para la legislatura". El presidente en funciones iniciará de inmediato una ronda de contactos, y explicó que es "consciente" de que muchos españoles "se habían visto frustrados por la falta de acuerdo entre las izquierdas". Ambos hicieron un llamamiento a "dejar atrás los reproches" tras las heridas que dejó la investidura fallida el pasado verano.