Que los funcionarios presenten públicamente balances de gestión es muy bueno, máxime un presidente que concluye su mandato. Lo sorprendente es que Mauricio Macri monologó frente a las cámaras durante cuarenta minutos para ratificar un conjunto de mentiras que, cínicamente, ha venido repitiendo prácticamente desde el inicio de la gestión.
Es hiriente para el pueblo argentino oír que un presidente saliente, que sufrió una derrota contundente en primera vuelta electoral en su intento reeleccionista, describa una variedad de bondades ficticias en un país lacerado por casi un 41% de pobreza y un 11% de desempleo.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Este ha sido un gobierno de una enorme carga ideológica, portador de una cosmovisión que sólo una acendrada conciencia de élite privilegiada puede generar y trasladar a las acciones de la administración.
Macri miente, sin dudas, pero lo hace con la convicción de que ese discurso falaz es el que debe transmitírsele a un pueblo cuyo destino sólo puede estar signado por el escenario de miseria provocado. Es un discurso que sólo busca legitimar a la clase social a la que pertenece.
Es difícil imaginar un gobierno que en cuatro años recibió U$S 61.000 millones frescos de los mercados internacionales y U$S 45.000 millones del Fondo Monetario Internacional, -un total de U$S 106.000 millones- y no haya podido instalar, ni siquiera, un proyecto nacional sustentable en su macroeconomía, aún con un carácter conservador regresivo. Sólo una élite voraz e inepta puede llevarse casi U$S 90.000 millones fuera del país en tan sólo cuatro años, sin reparar en sus consecuencias. Pero lo más grave que trasunta el discurso falseado de Mauricio Macri es que subyace una idea acerca de los límites que le ha impuesto el movimiento popular, cuya expresión máxima fue el pronunciamiento de las urnas, a esta conducta predatoria y elitista. Por eso su discurso carece de autocrítica: sólo mentiras cansinas.
La élite que gobernó este tiempo está visiblemente molesta con las instituciones y la democracia, y Macri lo exterioriza cuando habla de valores y subjetividades, ignorando la realidad palpable. Tal vez expertos en calidad institucional podrían proponer sanciones y/o límites al desparpajo con que el presidente se ha dirigido a su pueblo. En ese desprecio hacia sus oyentes, que mayoritariamente le votaron en contra, se encubre la idea despectiva sobre la "democracia del número".
El discurso de salida de Macri no debe ser abordado desde el análisis de sus números, que la realidad desmiente, sino como la expresión del fracaso de un modelo de país rechazado por la voluntad popular. También por cuál será la actitud de esa élite hacia futuro. Mentir cínicamente todo el tiempo implica un desprecio por los interlocutores y eso es lo que Macri ha hecho el jueves pasado.