01 de diciembre, 2019 | 03.10

Se define el gabinete de Alberto Fernández: quién gana, quién pierde y las razones de los últimos movimientos

Todos creen que obtienen menos de lo que deberían. Los movimientos en ambas cámaras del Congreso ayudan a explicar los nombres que circulan. La importancia de ampliar la base lo máximo posible. 

“You can’t always get what you want, but if you try, sometimes you just might find you get what you need”. No siempre conseguís lo que querés, pero si lo intentás, a veces tan solo te das cuenta de que obtuviste lo que necesitabas. El verso indeleble de los Rolling Stones, casi un koan budista, puede usarse para describir el itinerario del peronismo durante los últimos cuatro años. Andando se acomodaron los melones. En nueve días llegará al gobierno una coalición improbable de partidos, sindicatos, organizaciones sociales de un espectro amplio y variopinto, con un reparto de al menos una decena de dirigentes de primera línea, cada cual con sus propios planes, objetivos y aspiraciones, todos encolumnados detrás de un hombre que nunca antes había encabezado una boleta ni testeado ante las multitudes su carisma poco tradicional. Un experimento inédito con un resultado que era difícil de imaginar apenas unos meses atrás. 

En esas condiciones, resulta inevitable que crujan algunas junturas, como sucedió la semana que acaba de terminar. La distribución de cargos y lugares clave en los tres poderes del Estado siempre pone a prueba la solidez de los armados políticos: algunos ganan, otros salen perdiendo y todos creen que deberían haber obtenido un poco más de lo que recibieron. No hay un solo criterio para repartir responsabilidades y atribuciones. Se premian trayectorias, votos y acuerdos, se reconoce a aquellos que “jugaron bien” cuando el riesgo era mayor, se valora la capacidad de trabajo, la confianza y también las habilidades comunicacionales. Por supuesto, la muñeca política talla, y los favores en la cuenta pasan a valer oro. El timing es clave. Hay quienes suenan para ministro durante semanas, pero si media hora antes de anunciar el equipo quedás atrás por un hocico, alpiste. Que crujan algunas junturas en estas condiciones, dijimos, resulta inevitable. El que se enoja, pierde.

"La distribución de cargos y lugares clave en los tres poderes del Estado siempre pone a prueba la solidez de los armados políticos: algunos ganan, otros salen perdiendo y todos creen que deberían haber obtenido un poco más de lo que recibieron".

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

El armado de gabinete entró en la recta final, que es la que cuenta. Alberto Fernández se reserva para sí los lugares clave de la estructura. Cuando lo consultan, él cuenta como propios a Santiago Cafiero, Felipe Solá, Vilma Ibarra, Julio Vitobello, Marcela Losardo, Gustavo Béliz, Daniel Arroyo, Gabriel Katopodis, Matías Kulfas, Ginés González García, Nicolás Trotta, Claudio Moroni e incluso a dirigentes de pedigree kirchnerista como "Wado" De Pedro y Juan Cabandié. Todos ellos tendrán a su cargo resortes importantes del próximo gobierno. Con ese argumento, ahuyenta algunos reproches de socios que peregrinan a las oficinas de Puerto Madero para advertirle que Cristina Fernández de Kirchner está recibiendo una tajada demasiado grande de la torta. Lo que quieren decir, se entiende, es que quieren un poco más para ellos. El presidente electo escucha y toma nota. La única verdad, que es la realidad, la conoceremos el viernes. Se prometen sorpresas.

Una de las incógnitas que quedan por resolver es qué asiento tendrá el Frente Renovador en el gabinete, una vez que Diego Gorgal quedó descartado para encabezar el ministerio de Seguridad. Vuelve a sonar Malena Galmarini para Mujer, Igualdad y Diversidad, pero ella prefiere trabajar en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, y además Eli Gómez Alcorta, la abogada de Milagro Sala, ya está armando un equipo de trabajo para ese área. Otra posibilidad es que Raúl Pérez sea secretario de Transporte, si finalmente Carlos Caserio decide aceptar la oferta de seguir en el Senado al frente de la poderosa comisión de Presupuesto y Hacienda. En cualquiera de los dos casos, a Sergio Massa le parece poco. Para peor, tres lugares que quería para su escudería, ANSES, PAMI e YPF,  quedarán finalmente a cargo de dirigentes de confianza de CFK. Massa pone a prueba su paciencia, que no abunda. El que se enoja pierde.

"Una de las incógnitas que quedan por resolver es qué asiento tendrá el Frente Renovador en el gabinete"

El motivo primigenio del cortocircuito entre Puerto Madero y Tigre es incierto, pero reconstruyendo el panorama a través de colaboradores de uno y otro aparecen tres cuestiones que enturbiaron el vínculo durante los últimos días. En primer lugar, Fernández no se logra explicar por qué Massa aceptó hacer una call con Wall Street para hablar de economía, una materia que no entra en sus competencias como presidente de la cámara de Diputados. Menos entiende por qué en esa llamada dio a entender a sus interlocutores que el próximo ministro de Economía será market friendly, algo que no está en los planes del presidente electo. En segundo lugar, algunos miembros su equipo tienen la sospecha de que hubo dirigentes del Frente Renovador que estuvieron operando en los medios para instalar el nombre de algunos supuestos ministros que no estaban ni nunca estuvieron en carpeta para el futuro gabinete. Crujen algunas junturas.

Pero el principal reproche es que todavía no pudo garantizar el quórum propio en la Cámara Baja. Este miércoles se llevará a cabo la sesión preparatoria que definirá el reparto de comisiones y sus autoridades y Massa aún no tiene los 129 votos que necesita para no tener que sentarse a negociar con Cristian Ritondo, lo que significaría ceder algunos espacios que son considerados clave para el futuro gobierno. Ni siquiera las gestiones exitosas de CFK en el Senado, que arrimaron a los legisladores de Santiago del Estero y de Misiones a los bloques del Frente de Todo, fueron suficientes para que el tigrense complete su tarea. Para curarse en salud, Fernández apuró esta semana los contactos con dirigentes de Consenso Federal a los que ofreció lugares en su equipo a cambio de colaboración en las próximas sesiones. Aunque Graciela Camaño, la jefa de esa bancada, no quiera plegarse al acuerdo, alcanza con un par de diputados que colaboren para alcanzar el número mágico.

Las dificultades de Massa en la cámara baja son más notorias en contraste con la aparente facilidad con la que la Fernández de Kirchner pudo ordenar las cosas en el Senado para ofrendarle al futuro presidente una mayoría de 41 votos, mayor a cualquiera que haya tenido ella durante su mandato. A control remoto y con un par de movimientos, la expresidenta unificó los bloques; puso a un legislador de su confianza al frente; le pagó a Gerardo Zamora y Gildo Insfrán, dos de los gobernadores que mejor jugaron con ella y que más votos aportaron, en proporción, al Frente de Todos; consiguió un asiento en el Consejo de la Magistratura para La Cámpora (Mariano Recalde entra por la santiagueña Ada Iturrez de Cappellini, como parte del enroque con Gerardo Zamora que puso a Claudia Ledesma Abdala tercera en la línea de sucesión); y demostró que si alguna vez la rosca no fue su fuerte, le agarró la mano rápido al asunto: juega dos movidas antes que el resto.

"CFK demostró que si alguna vez la rosca no fue su fuerte, le agarró la mano rápido al asunto"

Fernández no lee los movimientos de su compañera de fórmula como un ataque sino que lo percibe como parte esencial del armado político en el que se apoyará durante su presidencia, y del que depende su éxito. Los dos comparten el diagnóstico de que a ella le alcanzaban los votos para ganar sola la elección, pero que sola le hubiera resultado imposible gobernar el país. La tarea más importante del presidente electo en el marco de esa sociedad comienza, por lo tanto, ahora. Sobre sus espaldas recae la misión de ampliar las bases para darle estabilidad al proyecto. El escenario regional hizo evidente la necesidad de garantizar el apoyo de la mayor cantidad de sectores de la cosa pública para no correr riesgo ante los ataques que tarde o temprano llegarán para condicionarlo, bloquearlo o sacarlo del poder: hoy en día, sólo una correlación de fuerzas favorable es garantía de estabilidad en el cargo. 

Esta semana recibió en sus oficinas a gobernadores, intendentes, empresarios, senadores, diputados, periodistas, sindicalistas y embajadores extranjeros. Las reuniones/fotos con el expresidente interino Eduardo Duhalde y con Ricardo Alfonsín buscaban dejar en manifiesto la voluntad de abrir el juego a todo el arco político. Ninguno de los dos formará parte del gobierno, pero puestos a la par funcionan como una especie de conjuro contra la grieta, ese agujero negro que se devoró, en poco años, dos proyectos políticos y que Fernández se propone evitar a toda costa. Otra secuencia, que sucedió sin cámaras, pinta en detalle el equilibrio (o pragmatismo) que propone. El lunes pasado, en la sala de espera se cruzaron con un apretón de manos el embajador de los Estados Unidos, Edward Prado, que salía de una reunión, y el de Cuba, Orestes Pérez Pérez, que entraba. Nadie puede creer que se haya tratado simplemente de una casualidad.