Los trabajadores del subte están en alerta y en comunicaciones constantes con el Gobierno porteño y la concesionaria Metrovías para lograr la reducción de la cantidad de pasajeros en las formaciones, incluir a todos los que sean población de riesgo en el marco de licencias ordenado por el Ejecutivo nacional y mejorar las condiciones de higiene, deficitarias hasta el momento en un transporte masivo pero único en el país y que, por lo tanto, requiere medidas particulares para el control de la pandemia coronavirus.
Este mediodía, el ministro de Transporte Mario Meoni anunció la suspensión de trenes y colectivos de larga distancia a partir del viernes, así como los vuelos de cabotaje, y el mantenimiento de los servicios urbanos de trenes y colectivos pero con pasajeros sentados para evitar aglomeraciones desde el jueves. Sin embargo, la medida aún no incluyó al subte porteño que es un caso particular. Según pudo saber El Destape, todavía no fueron convocados, ya que es un medio único en el país y necesita criterios específicos, como ocurre con los puertos, por ejemplo.
En este contexto de contención del Covid-19, el subte es un transporte masivo en el que convergen pasajeros de todas las zonas de la Ciudad y el AMBA, con millones de traslados diarios. Por eso, manifestaron a este medio que el objetivo es que no se frene ni se reduzca la frecuencia pero sí, al igual que a nivel nacional, se baje la cantidad de usuarios por formación.
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El caso es complejo. Ese transporte porteño tiene varios problemas vinculados a distintas enfermedades, como el dengue, sarampión y el asbesto. Así, el faltante de repuestos para reparar formaciones y los coches infectados con material cancerígeno reducen notoriamente el servicio, por lo que una baja en la frecuencia sería imposible ya que afectaría a quienes tienen que movilizarse sí o sí a sus trabajos y, por la crisis macrista, son cuentapropistas.
La preocupación es grande porque las medidas de higiene básicas no son satisfactorias. Las formaciones se desinfectan al llegar a las cabeceras, como se publicitó en los últimos días, pero los trabajadores denunciaron que la limpieza no es tal.
Cuando un coche llega a la cabecera, está en ella sólo tres minutos hasta volver a salir y se llena de forma instantánea. Cada formación tiene seis vagones de unos 17 metros cada uno y sólo dos personas para pasar desinfectante en pasamanos, por lo que no llegan a cubrir todos los sectores.
De hecho, manifestaron a este medio, el procedimiento es sólo en una de las estaciones cabecera y en ciertos horarios, por lo que no están inmunizados todo el tiempo y muchos temen exponerse a esas tareas, ya que son los propios empleados los que deben realizarlas y no personal destinado puntualmente a esos menesteres.
Según les comunicó la empresa Metrovías, hay 1000 litros de alcohol en gel y 2000 de lavandina en stock, pero reclaman que no estén guardados sino disponibles en cada sector de trabajo para cuando sea necesario su uso, sin saber si esa cantidad, con el número de pasajeros diarios que circulan, alcanza para contener el virus.
Pero los problemas son aún mayores, porque los empleados están expuestos a condiciones insalubres en muchos casos. Las boleterías, explicaron a El Destape, recaudan dinero a diario por la recarga de la tarjeta SUBE pero éste sólo se retira tres días a la semana. Así, la fumigación y limpieza de esos lugares se reduce y en cuatro jornadas no se realiza, por lo que se acumula suciedad, mosquitos e insectos que pueden complicar a los boleteros pero también a los pasajeros que interactúan con ellos.
Muchos trabajadores del subte son población de riesgo, como en los distintos ámbitos de la vida, pero no todos están licenciados pero están en comunicación constante para que se cumpla la resolución 207 del Gobierno nacional que amplió los grupos que deben estar bajo resguardo. El problema es que hay que llenar "huecos". Los servicios matutinos son, principalmente, operados por mayores de 60 años y es necesario cubrir esos faltantes.
Mientras tanto, el Gobierno nacional recomendó que quienes puedan realizar sus tareas de forma remota, lo hagan desde sus hogares para evitar la circulación masiva y no extender el contagio. En tanto, grupos de riesgo, mayores de 60 años, que hayan viajado a países catalogados como peligrosos o tengan hijos en edad escolar (clases suspendidas), tienen licencia.