Las anomalías provocadas por la elaboración de los calendarios electorales de forma autónoma por cada provincia, en un año con una elección nacional hiperpolarizada que desarmaba las identidades políticas locales, provocó que en Santa Fe la transición durara 6 largos meses desde que Omar Perotti se coronara gobernador el 16 de junio y lo que será su asunción el próximo 11 de diciembre.
En el medio, pasó de todo. Por un lado, los ánimos con Miguel Lifschitz se fueron caldeando. El talante del rafaelino, siempre inclinado por la sobriedad, las pocas palabras y el libreto prearmado del político profesional, fue transformándose en una gestualidad más belicosa y agresiva. Quienes lo conocen negociando, en la intimidad de los despachos, afirman que esa es la verdadera cara del dirigente peronista a la hora de la rosca.
"El Gringo es tremendo, tiene un carácter implacable", cuenta una exministra que lo conoce desde que era intendente. Pero también Lifschitz, acostumbrado a mostrarse más adusto aún cuando hay diferencias ideológicas -durante los dos primeros años de la gestión de Mauricio Macri, casi no lo criticó públicamente-, mostró los dientes y se subió al ring.
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Pirotecnia
Lo que primero parecía una transición ordenada, con la designación de interlocutores del PJ que representaban a diversos sectores internos, se fue empantanando: el peronismo acusó falta de respuesta a los pedidos de números reales sobre la realidad provincial, y el socialismo dijo que el grupo elegido por su contrincante estaba compuesto en su mayoría por dirigentes de perfil más político que técnico, lo que era cierto a excepción del contador Rubén Michlig.
En medio de estas reuniones hubo dos encuentros entre los gobernadores, sin fotos, y con un acuerdo de caballeros sobre diferentes puntos (dejar que el presupuesto lo arme la próxima conformación de las Cámaras, que no haya pases a planta permanente del personal político, que se informe sobre la situación de las finanzas) que Lifschitz, con diferentes excusas, luego violentaría. Allí estalló la transición.
Inmediatamente, desde ambas trincheras echaron las culpas sobre el otro. El justicialismo acusó al Frente Progresista de meter palos en la rueda a la próxima gestión, y el socialismo vio detrás de iniciativas como el intento de reforma constitucional (que seguro venía con permiso para la reelección, hoy vedada en Santa Fe) o el rumor de que Perotti intentaba quitarle al ingeniero la presidencia de la Cámara de Diputados, un intento de desgastar la buena imagen con la que se retira del Ejecutivo.
La mochila
Lo cierto es que la gestión saliente deja la provincia con un rojo importante, que en el perottismo calculan en 20 mil millones de pesos y el socialismo baja a la mitad. Como sea, se trata de un duro lastre para quien asume, porque los vencimientos son cortos y achican el margen de maniobra de la muñeca que dirija la economía. Y a esa carga, hay que sumarle la última jugada del socialista para restringir aún más los movimientos: hacerle el presupuesto a la gestión entrante.
El peronismo, en medio de una lucha interna por la rebelión de un grupo de senadores propios comandados por Armando Traferri –que fue muchas veces socio del socialismo y se distanció del rafaelino por la disputa de lugares en el gabinete-, puso el grito en el cielo pero tuvo que sentarse a negociar. El peligro era que la Ley de Leyes salga tal cual la habían armado los que se van: sin conocer los números de la perspectiva macroeconómica que tiene Alberto Fernández, incluyendo ingresos por deudas de Nación de los cuales no hay seguridad que vayan a cobrarse, gastos de capital que no podían pasar a corriente y otras estratagemas que el PJ acusó de “dibujos” y “restricciones.
Perotti tuvo que mandar a un experimentado cuadro que será ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, a negociar. A cambio de algunas modificaciones que le darán la posibilidad de tener un presupuesto que al menos “sirva para arrancar”, como calificaron en su círculo, tuvo que permitirle a Lifschitz que se auto aumente los recursos como presidente de la Cámara baja, y haga lo mismo con los senadores que se rebelaron como parte de pago.
Esa alianza es la que el próximo mandatario deberá esmerilar si quiere construir la gobernabilidad que le permita hacer modificaciones de fondo en la provincia. Lo cierto es que el gobernador entrante tendrá Diputados en contra (el Frente Progresista ingresa 28 de 50 diputados, y el PJ sólo 8) y una relación difícil en senadores, donde el PJ tendrá la mayoría de 12 legisladores sobre 19, pero con un grupo de 6 que responde a Traferri. Hasta ahora Perotti no pudo disciplinar al sanlorencino, y habrá que ver qué actitud toma cuando asuma.
Guerra judicial
Por lo pronto, durante los días posteriores a la trastada del presupuesto, circuló por WhatsApp un video anónimo -como todas las campañas sucias- que recordaba la disponibilidad de subsidios millonarios que los senadores reparten discresionalmente producto de un acuerdo hecho en 2012 con el ex gobernador socialista Antonio Bonfatti.
Pero el material va por más, y acusa a los legisladores de otorgárselos a ONGs fantasma a nombres de sus familiares o empleados. Hace tiempo hubo una investigación en la Justicia al respecto, y las malas lenguas afirman que se paró por un acuerdo político. Algunos de los presuntos "pisadores" de esos expedientes hoy ven crujir sus posiciones. Y esto anticiparía una guerra judicial que puede darse luego del cambio de mando. En los pasillos se comenta que el próximo ministro de Seguridad, Marcelo Saín, hoy al frente del Organismo de Investigaciones, tiene en la mira a Traferro. Y ya disparó algunas balas con causas que le pasaron cerca, a modo de advertencia.
Mientras tanto, esta semana hubo gestos duros de parte del traferrismo. En la Corte Suprema provincial asumió como presidente Rafael Gutiérrez, cuyo hijo fue nombrado esta semana como secretario parlamentario del Senado a instancias del sanlorencino, en la misma sesión de asunción en la que quedó expusta una vez más la fractura del bloque. Poco antes de estallar la rebelión, Gutiérrez –primo del exgobernador Carlos Reutemann- se había sacado una foto con parte de los senadores “rebeldes”, mostrando su alineamiento.
Alberto
El socialismo había intentado incluir en el presupuesto la previsión del ingreso de unos 10 mil millones como parte del pago de la deuda histórica de Nación con Santa Fe en concepto de coparticipación federal, que la Corte Suprema compelió a que se cancele pero que aún debe discutirse con Alberto Fernández. Además, intentó prever el ingreso de 6 mil millones que Ansés aún no depositó este año para financiar el déficit de la Caja de Jubilaciones.
Finalmente no se incluyeron ninguno de los dos puntos porque, si bien según el círculo del gobernador electo afirmó que el futuro presidente “lo tiene en agenda”, no están charlados los plazos y los montos de los desembolsos, menos aún en el contexto financiero en el que deberá asumir. Sin embargo, la expectativa de una reactivación nacional hace pensar en un posible “viento a favor” que recupere la recaudación y morigere el déficit.
Sin embargo, Perotti confía en que la coincidencia en el signo político con la gestión nacional y su buena sintonía personal con Fernández (que se evidenció en el lugar central que tuvo en el acto de cierre de campaña en Rosario y otros gestos) lo ayude a sobrepasar los primeros momentos, que serán álgidos. Distintos dirigentes comentaron a este portal, aunque nadie quiere confirmarlo porque su propia ceremonia será el día anterior, que Alberto –que considera a “Omar” uno de sus gobernadores- estará presente en la asunción de Perotti el próximo miércoles 11 de diciembre en la ciudad de Santa Fe, traspaso en el que parece haber encontrado un acuerdo con su antecesor. Dos días antes, el lunes 9, dará a conocer su gabinete. Y ahí, aunque la mayoría de los nombres ya circulan, quedará ratificada la primera impronta de su gestión.
*Nicolás Maggi es corresponsal de El Destape en Santa Fe.