Por Álvaro Ruiz*
Recientemente ha tenido difusión escasa en los medios en la medida de la gravedad que el suceso implica, de la curiosa manera de descomer a sus empleados, en términos del Secretario de Empleo de la Nación, Miguel Ángel Ponte, que tiene el Sr. Ministro de Trabajo, Jorge Triaca; quien haciendo gala de un profundo desprecio por las personas que trabajan trató de “pelotuda” a su empleada y la despidió para evitar mandarla “a la concha de su madre”, por haber demorado unos minutos en abrir el portón de su quinta.
Para mayor perplejidad de cualquiera con un mínimo de sentido común, el Ministro pretendió explicar lo sucedido una vez conocido el audio y resultando imposible desmentir lo ocurrido, como producto de una conversación “personal” ¿privada? pero que en nada expresaba su forma de sentir y de pensar con implícita alusión a sus responsabilidades en la función pública.
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Un verdadero disparate. Qué más que la conducta personal y en la privacidad denota el real sentir, calidad humana y consideración por los otros, como sujetos somos lo que somos en todos los planos de la vida más allá de cómo disfracemos o disimulemos nuestras peores facetas en ciertos ámbitos.
La más elemental ética pública y personal impondría la inmediata renuncia de quien ostenta semejante cargo, justamente la máxima autoridad estatal en el mundo del trabajo, y su eventual resistencia a hacerlo, por similares razones, impondría que lo renunciara el Presidente. Nada de ello ha sucedido –es más el Gobierno ha dicho que lo considera un caso cerrado-, porque aquellas virtudes no se cuentan entre las condiciones personales de tan importantes figuras de la República. Ni siquiera han demostrado un mínimo pudor quienes acusan de mafias a los sindicalistas y a los abogados de trabajadores, luego de hacerse público que la empleada “pelotuda” –Triaca dixit- también había sido colocada junto con otros más de dos centenares de personas como empleados o funcionarios bien pagos en la ilícita intervención de un gremio –el SOMU-,para complementar la remuneración de aquella polivalente empleada.
Si bien los hijos no tienen por qué cargar con las culpas de sus padres, ello no es óbice para destacar la identidad personal en sus aspectos más repudiables que puedan demostrar los vástagos con sus progenitores.
Triaca padre, también a la sazón Ministro de Trabajo de Menem, hizo todo el trabajo sucio que era necesario para perjudicar a los trabajadores en línea con los intereses del Poder Económico concentrado, como fue en el caso del cierre de SOMISA y tratando de presionar a la Justicia cuando frente a un amparo judicial quiso evitar el dictado de una medida cautelar, para lo cual se valió de la intervención directa de quien luego fuera su Jefe de Gabinete, a la que la titular del Juzgado Nacional del Trabajo N°18 no le hizo caso y dispuso –cautelarmente- impedir que se apagara el Alto Horno (medida que no fue sostenida por la Cámara de Apelaciones).
Su papá no sólo abjuró de su condición de gremialista para ser aceptado como socio del Jockey Club, luego de varios intentos fallidos por “bolilla negra”, sino que desde mucho antes fue un claro ejemplo de defección al Movimiento Obrero, desmemoriado en el Juicio a las Juntas Militares –no recordaba que hubiera habido desaparecidos- y signatario de un vergonzoso convenio colectivo de trabajo para los plásticos –su gremio- en los años 90’, por el cual entregaba el derecho de indemnización por despido a cambio de un fondo de retiro miserable para los dependientes de las “pequeñas empresas”, que así se catalogaban-conforme ese CCT- a todas aquellas con menos de 300 trabajadores –para Ripley-.
Volviendo a Jorge Triaca (hijo), quien nunca trabajó y cuyo único contacto con el mundo sindical ha sido a través –justamente- de su padre, le queda muy grande el traje de Ministro y especialmente de la cartera laboral.
El desmantelamiento del Ministerio de Trabajo es ostensible, se advierte en la apertura de múltiples maxiquioscos con especial dirección a la intervención de sindicatos, en la deliberada ausencia frente al conflicto colectivo que delega en la Ministra de Seguridad, en la pasividad ante los despidos o suspensiones colectivas mediando órdenes expresas de no dictar conciliaciones obligatorias –que inhabilitaría siquiera transitoriamente decisiones patronales semejantes- salvo reclamo de los empresarios, existiendo instrucciones para los casos en los que no pudiera evitarse su dictado, a pedido sindical, que en las cédulas de notificación a las empresas se consignen erróneamente los domicilios para demorar su aplicación.
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Otro ejemplo, es la supresión de los Programas de Recuperación Productiva (REPRO) que desde el año 2009 fueron una eficaz herramienta para evitar despidos, asistiendo transitoriamente a las empresas con parte de la nómina salarial a su cargo y mediando compromisos ciertos –y condicionantes- de mantener el nivel de empleo. Instrumento –conceptual y pragmáticamente- mucho más útil que incrementar o prolongar un seguro de desempleo, porque -y ese era el criterio por el cual se implementó- quien perdía su trabajo –en especial si era mayor de 40 años- difícilmente lograría reinsertarse laboralmente, lo que es muy distinto a convertirse en “emprendedor” choripanero o en otras de las absurdas alternativas que propone el Gobierno de Cambiemos.
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Una perla en cuanto al rumbo y características de la gestión –como del sentir íntimo- del Ministro, fue la designación al frente del RENATEA-RENATRE, organismo dedicado a la fiscalización del trabajo rural –y antiguo feudo del Momo Venegas- que depende del Ministerio de Trabajo, de un directivo de la Sociedad Rural Argentina, Abel Guerrieri; quien representó a esa entidad patronal durante más de 20 años en la Comisión Nacional de Trabajo Agrario, órgano tripartito en donde se desarrolla la negociación paritaria del sector. Cuando en noviembre de 2008 se debatió en la CNTA la regulación del régimen de jornada del trabajador rural –viejo anhelo declamatorio de la UATRE, pero por lo que poco o nada había hecho- para eliminar la jornada de sol a sol, la oposición de la SRA por boca de Guerrieri se fundó –literalmente- en que las vacas no podían esperar frente para parir lo que exigía una disponibilidad permanente de los trabajadores del campo.
En suma, no es Jorge es TRIACA, como no es Mauricio es MACRI.
*Abogado laboralista. Ex subsecretario de Relaciones Laborales