El clima de violencia en México de cara a las elecciones de julio es de tal magnitud que, para marcar la diferencia, los funcionarios de la Gobernación de Tabasco informaron que en su Estado no se había asesinado a ningún candidato.
Increíble, pero cierto.
Esta es tal vez la respuesta más exótica al homicidio de un alcalde en Jalisco que buscaba su reelección, ocurrido el 15 de abril, y a la difusión de datos sobre la violencia política que brindan los medios de comunicación y numerosas organizaciones no gubernamentales.
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Una de ellas, Etellekt, publicó el 12 de abril su Tercer Informe sobre Violencia Política en México, en el cual señala que desde el 8 de septiembre del año pasado hasta el 8 de abril de este año asesinaron a casi 80 políticos de 14 partidos, muchos de ellos en campaña para ser elegidos.
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Este informe provocó conmoción por el abultado número de homicidios registrados y porque rápidamente queda desactualizado.
En paralelo, la Asociación Nacional de Alcaldes difundió el 15 de abril que entre 2006 y el 15 de abril de 2018 fueron asesinados 54 alcaldes en funciones, 9 electos y 59 exalcaldes, la mayoría de ellos bajo el mandato del actual presidente, Enrique Peña Nieto, y otros durante el sexenio de Felipe Calderón.
En algunos países, la violencia política se manifiesta por las redes sociales, pero México parece haberse vuelto el país más peligroso para la actividad política en América Latina y el Caribe. A tal punto que El Periódico de México tituló que el dilema de los candidatos era “morir o declinar”.
A pesar de los impresionantes datos de violencia política en México, el tema no figuró en la reciente Cumbre de las Américas en Lima. ¿No será que hay que mirar un poco más allá de Venezuela?