Mauricio Macri termina despojado de poder y se calienta la interna en Cambiemos para sucederlo dentro del espacio

El presidente vive sus últimos días al frente del Poder Ejecutivo. La pelea intestina en el aun oficialismo. 

01 de septiembre, 2019 | 02.00

Mauricio Macri se prepara para incorporarse, el próximo veintisiete de octubre, a un selecto grupo que comparte con Daniel Ortega (Nicaragua, 1985 - 1990) e Hipólito Mejía (República Dominicana, 2000 - 2004): el de los presidentes que fracasaron buscando su reelección en América Latina en la historia reciente. A diferencia de Ortega, que diecisiete años más tarde retomó el poder, para nunca más dejarlo, y de Mejía, que volvió a ser candidato ocho años más tarde, aunque no pudo ganar, la carrera política de Macri parece terminada, diagnóstico en el que coinciden quienes hasta hace pocos días eran sus aliados más cercanos. La dinámica que tomó la economía en las últimas horas del viernes puede precipitar los acontecimientos.

La sociedad argentina se ha mostrado, hasta ahora, sumamente contemplativa con el Presidente, soportando durante cuatro años la suba irracional del costo de los alimentos, la vivienda y los servicios públicos; la merma de ingresos; la pérdida de trabajo; el incremento sostenido de la violencia institucional y parainstitucional; la distancia absoluta entre gobernantes y gobernados; los negociados financieros; el abuso del Poder Judicial contra la oposición, los sindicatos y hasta ciudadanos que repudiaron al gobierno a través de las redes sociales. Durante las últimas tres semanas, decenas de miles de personas cayeron bajo la línea de la pobreza por el aumento súbito de precios de alimentos básicos. Es desaconsejable seguir probando el límite de su paciencia.

Nadie con buena fe puede, a esta altura del partido, mostrarse sorprendido porque haya sido, una vez más, el sistema financiero el que le soltó la mano al gobierno de turno, después de amasar fortunas en una timba con las cartas marcadas y sacarlas del país. Sí cabe preguntarse de cuál de los dos lados del mostrador está, ahora, el Presidente. El viernes las reservas cayeron casi dos mil millones de dólares pero él rechazó las sugerencias de su flamante ministro de Economía de poner un control a la fuga de capitales. Durante el fin de semana, los portales y los diarios informaban que le ordenó al Banco Central que “juegue más fuerte” para frenar la corrida. Idéntica receta a la que aplicó hace dieciséis meses Federico Sturzennegger. El dólar estaba veinte pesos.

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La comparación de Macri con Fernando De la Rúa ya no la hacen, sotto voce, los opositores. El mismo Hernán Lacunza hizo una incomprensible alusión a la dificultad de los gobiernos no peronistas de terminar sus mandatos en la extensa introducción al anuncio de default mudo del miércoles. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal ya planifican su futuro sin él: si el jefe de Gobierno porteño consigue retener el control de la Ciudad, la gobernadora tendrá un lugar de privilegio en su gabinete. Ambos ya piensan en el postmacrismo y en el 2023. Otro que hace planes presidenciales para el próximo turno es Gerardo Morales. El gobernador jujeño prende velas para que la camporista Anabel Fernandez Sagasti derrote a los candidatos de Alfredo Cornejo en Mendoza a fin de mes.

(Un paréntesis. El propio vocero de De la Rúa, Juan Pablo Baylac, evocó esta semana sus años mozos en su las redes sociales, responsabilizando al periodismo por el final de aquel gobierno y también de conspirar contra este: “Quieren echar más kerosen, pero como viene el fin de semana nada pasará. Muchachos cuando el periodismo fue imprudente lo que ocurrió ya sabemos”, escribió el viernes por la noche. Baylac, por lo menos, no es funcionario, como otros que sí lo son y durante la crisis de esta semana se dedicaron a tuitear furiosamente en lugar de hacer el trabajo por el que cobran jugosos salarios. De los tiraposta con despacho en Casa Rosada debemos rescatar que no reivindican un gobierno que se fue en helicóptero con 40 muertos).

Algo debe decirse a favor de De la Rúa, que llegó a la presidencia en plena recesión y nunca gozó de las condiciones que tuvo Macri al comienzo de su mandato. A decir verdad, contra el mito de la pesada herencia debe advertirse que ningún otro presidente desde 1983 asumió con las condiciones favorables de las que gozó éste. Sin deuda significativa, con casi pleno empleo, apoyo empresario casi total, respaldo internacional, un Congreso cooperativo y el control, inédito, de la Nación, PBA y CABA, con sus respectivas cajas. En tres años y nueve meses dilapidó todo su caudal político y destruyó un proyecto de país. No hay antecedentes en la historia mundial de un Presidente que haya defaulteado la deuda que tomó el mismo, menos de cuatro años antes.

Macri llega al final de su mandato despojado de poder. Sin embargo guarda todavía una enorme capacidad de daño. Faltan tres meses hasta el diez de diciembre y cada día que pasa es un turno en la ruleta rusa de los mercados. El riesgo es doble. Sucede que como ningún otro presidente antes de él, carece de incentivos para garantizar una transición normal: su economía está dolarizada, sus negocios en el extranjero, su fortuna en guaridas fiscales. Si todo estalla por los aires, Macri no pierde nada que no haya perdido hasta ahora. Es necesario que entre en razón e instrumente las medidas adecuadas para parar esta sangría, que él conoce perfectamente, aunque se niegue a aplicarlas. Todavía está a tiempo de evitar lo peor. Sabemos que puede. La pregunta es si quiere hacerlo.

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