Los buenos libros inician con un golpe. Así comienza Fugaz (Tusquets), de Leila Sucari: “La primera vez que lo vi me dio asco. Parecía a punto de ahogarse. Temblaba y gemía como un animal en cautiverio. Tuve miedo que me acusaran de asesinato. Por las dudas no quise tocarlo. La enfermera del sombrerito me lo trajo envuelto en una manta con olor a lavandina. Lo apoyó sobre mi pecho y se fue. Me dejó solo con la criatura bordó que me miraba fijo y escupía vocales”.
Con prosa en primera persona, una mujer muestra en Fugaz la historia de su vida desde que tiene un hijo al que primero rechaza, como si fuera un ser extraño, raro y sin posibilidad de ser comprendido. Los avatares de la vida y sus decisiones la llevan a emprender un viaje en que verá ballenas y que dará mayor dinamismo a la historia.
"Este libro tiene una fuerte crítica al mandato del embarazo y el instinto, va contra los lugares comunes y los preconceptos, porque a lo único que llegan es llevar a que la mujer se sienta en falta aunque decida ser madre", afirma Sucari en una entrevista con El Destape.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
-¿Cuál fue el origen de la novela?
-Siempre me resultan más claros los cierres que los orígenes. Los disparadores nunca los identifico, pero siempre sé cuándo debe cerrar una obra. En este caso, después de hacer un trabajo de reconstrucción, encuentro que el origen está en otra novela que tiene un personaje –la prima de la protagonista- que llama a su hijo parásito, esa idea de la maternidad me llevó a comenzar con la novela. Cuando escribo nunca tengo un plan.
-¿Utilizás el inconsciente como vehículo de escritura?
-Tenía ganas de seguir indagando en el comienzo de esa maternidad del personaje de Adentro Tampoco hay luz que muestra al hijo como un parásito, como un extraño dentro del cuerpo. Hay mucho juego en la novela entre lo más vital y también de los más oscuro y denso de la muerte.
-En la historia te involucrás con un tema real que es la depresión postparto: ¿por qué decidiste abordarlo?
-Ella, la protagonista, se ríe de eso que etiquetan como la depresión postparto cuando en el hospital le dan un folleto que dice ´no estás sola´. A ella le parece un absurdo esto de encasillar, de volver patología una emoción intensa que desborda a la persona. Ponerle un nombre para dejar tranquilo, me parece que es más complejo. Tener un hijo es algo vinculado a lo salvaje y de la contradicción.
-Mostrás el lado negativo acerca de la maternidad en la novela
-Yo no le diría el lado negativo, si no sólo la complejidad que tiene. Si va encontra de la maternidad edulcorada, de corazoncitos rosa, de ositos de felpa, de la idea de que la mujer se siente realizada y feliz. Va contra el mandato y el instinto, va contra los lugares comunes y los preconceptos, porque a lo único que llegan es llevar a que la mujer se sienta en falta aunque decida ser madre.
-En los capítulos no existe una continuidad líneal como en la novela clásica.
-Siempre dejo que la palabra fluya y me guíe, por eso en mis escrituras a veces paso de una acción cotidiana a una situación onírica. En algún punto todo es real, porque las alucinaciones lo son. Nunca creí en la literatura de géneros, por eso también mezclo emociones con situaciones, con sueños, con lecturas que hago de la vida.
-¿Por qué escribís?
-Escribo para saber que me pasa. Es mi forma de vincularme con el mundo. Es una forma de frenar, de crear un tiempo distinto para poder descrubirme. Me encanta sorprenderme con algunas ideas que surgen en las escrituras. Me gusta el juego de no saber a dónde voy.