Alexander es oriundo de Venezuela, tiene 37 años y estaba con su pareja y sus tres hijos de 5, 7 y 14 años en el micro larga distancia de Balut en el que el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, cargó a decenas migrantes y los echó de la provincia sin ningún fundamento, el miércoles pasado. En diálogo con El Destape, el joven relata la odisea de la que fue parte en pleno aislamiento social y cómo las autoridades provinciales lo obligaron abandonar La Quiaca. Nunca le dijeron a dónde lo llevaban. Cuenta las humillaciones que sufrió junto a decenas de extranjeros.
“Nosotros no queríamos venir en el micro”, afirma Alexander al otro lado del teléfono, desde el Hotel Rochester, donde fue alojado el jueves por la noche junto a su familia (están en habitaciones separadas) para cumplir con una nueva cuarentena. La decisión intempestiva del carcelero de Milagro Sala había motivado el miércoles la presentación de un habeas corpus por parte del CELS y las organizaciones ANDHES y CAREF para que se garantizaran las medidas de protección de los trasladados. A ciencia cierta, nadie sabía a dónde irían a parar los 11 argentinos y 51 extranjeros que por orden de las autoridades jujeñas se habían subido al colectivo larga distancia, el 1° de abril. La historia ganó notoriedad pública cuando todos fueron demorados en un retén sobre la Avenida General Paz, en el ingreso a la Capital Federal.
Alexander dice que decidió hablar porque escuchó demasiadas mentiras. Cuenta que ingresó de forma legal a la Argentina el 15 marzo y quedó varado en La Quiaca cuando el presidente Alberto Fernández decretó el aislamiento social para contrarrestar el avance de la pandemia del coronavirus. “Íbamos a ir para Buenos Aires, porque nos estaban esperando unos compañeros. No pudimos. Nos agarró la cuarentena. Entonces tuvimos que acudir a la organización que fue de gran ayuda”. La organización a la que hace referencia el joven venezolano es la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) que trabaja codo a codo con la Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes (CAREF). Son dos instituciones socias de ACNUR, la agencia de la ONU para refugiados, que actúan en el Punto de Atención y Orientación (PAO) que hay en La Quiaca. Alexander y su familia integran la comitiva de 18 venezolanos (compuesta por 11 mayores y 7 niños) que están siendo acompañados por ellos.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
MÁS INFO
“La organización fue de gran ayuda –indica-. Nos dio comida, leche para los niños y nos llevó al hotel Fronteras, donde solo estábamos nosotros, los venezolanos. Ahí cumplimos la cuarentena hasta el 31 de marzo. No salimos para nada. Como se iba a extender la cuarentena, entre el 29 y el 30 de marzo vino al hotel la esposa del intendente de La Quiaca (Blas Gallardo). Nos dijo que teníamos que irnos, que iba a salir un bus hacia la ciudad de Buenos Aires. Nos dijo que el gobernador fue el que le dio orden. Nos dijo que salía el 1° de abril. Nosotros no queríamos subir al micro”.
- Ustedes no querían viajar a Buenos Aires en plena cuarentena porque aquí está el foco de la pandemia...
- Claro. Y había que respetar la cuarentena por la pandemia. La señorita nos dijo que nosotros teníamos que salir porque era la última oportunidad que nos daban para traernos a Buenos Aires. Volvió el 31 de marzo a las diez de la noche y dijo que nosotros teníamos que salir a las 9 de la mañana del día siguiente. Que si no salíamos nos iba a sacar con policías.
-Los estaban echando de Jujuy.
-Así es. Tuvimos una pequeña discusión con la señora. Le preguntamos por qué nos iban a sacar así. Había niños. ¿Quién se hacía responsable de nuestro hijos si se enfermaban? Me respondió mal: me dijo que eso no era responsabilidad de ella sino nuestra porque el 31 se nos había la terminado la cuarentena ahí y teníamos que irnos. La organización ya nos había pagado alimentación hasta el 14 de este mes, que es la fecha en la que vence la nueva cuarentena. Estábamos súper tranquilos para no salir del hotel. Pero la señora nos dijo que si no salíamos del hotel nos iba a echar con la policía. Que era la última oportunidad que nos daban. Entre las 18 personas hablamos y llegamos a un acuerdo de que nos íbamos porque dijeron que se iban a hacer responsables. Al otro día llegó el colectivo con 7 policías.
-En aquel momento, ¿les dijeron a donde estaban yendo?
-Nos dijeron que íbamos a Buenos Aires.
-¿Les precisaron un destino? ¿La embajada de Venezuela, como constaba en los documentos que salieron a la luz?
-No, no nos dijeron nada. A mitad de camino entre La Quiaca y Jujuy, le pregunto al chofer el destino porque la organización me pide que averigüe a dónde íbamos a llegar. El chofer me dice que hasta Jujuy. Yo le pregunto: “¿Cómo que hasta Jujuy?”. En un mercado luego levantaron a un grupo de colombianos, a argentinos, brasileros y bolivianos. Estábamos super preocupados. El viaje de La Quiaca hasta Jujuy fue fatal. No nos daban comida ni agua. Los chicos tenían sed y hambre. En Jujuy nos bajaron a todos. Nos metieron en la terminal, en la parte de atrás. Nos mandaron a desnudar a todos. Completamente desnudos. Nos quitaron pertenencias, desde colonias a cadenas. Hice un reclamo y un policía me agredió.
-¿Le pegaron?
-Sí, a mi un policía me golpeó. A un colombiano también. También agredieron a otro compañero mío.
-Hubo más de una agresión.
-Sí. Pero por el miedo nadie quiso decir nada. Ahí en Jujuy nos montaron otra vez en el bus. Nos dieron un agua y un pedacito de pan para todo el viaje. Nos hicieron un trasbordo a otro bus. Estaba todo sucio y el baño no se podía usar. Viajamos como unos cochinos dentro de un camión. Como no se podía parar en el camino, uno de mis hijos se hizo encima. El más chico, de 5 años. Los niños lloraban. Al muchacho que habían golpeado estaba con la tensión baja.
Alexander cuenta que el viaje duró unas 40 horas. “Fue todo un desastre. La policía nos paró varias veces en distintas provincias”, explica. Y valora mucho el rol de ADRA y CAREF: “Siempre estuvieron pendiente de nosotros. Y lo siguen estando. Nos decían que no estábamos solos. Estábamos muy preocupados porque no sabíamos a dónde nos iban a dejar”.
Luego, la historia es conocida. El retén en el ingreso a la Ciudad de Buenos Aires y el escándalo que fue captado por las cámaras de distintos medios. Cuando llegó el SAME a verificar el estado de salud de los viajantes (había 22 colombianos, 21 venezolanos, 11 argentinos, 5 peruanos, 2 bolivianos y un brasilero) se encontraron con que una de las pasajeras tenía fiebre. La derivaron al Hospital Pirovano. Al resto de los viajantes los llevaron a tres hoteles porteños para que realicen la cuarentena. Según Alexander, la mujer que estaba con fiebre “ya está en su casa”.
-¿A esa altura ya sabían que el destino en teoría era la embajada de Venezuela?
-No. nadie nos habló de la embajada. Nos dijeron que nos iban a llevar a la terminal de Retiro.
-Consulto por la embajada porque era uno de los 5 domicilios que brindó el gobierno de Jujuy como destino final de los pasajeros del micro. Pero imagino que si ustedes llegaron a la Argentina buscando protección internacional lo último que querrían sería ir a la embajada de su país.
-Claro. Nosotros no íbamos a ninguna embajada. Estábamos en el micro porque dimos el brazo a torcer cuando el gobernador dijo que se iba a hacer cargo de todo. Nosotros nos queríamos quedar en La Quiaca para cumplir con la cuarentena. Esto que nos pasó fue fatal, no se lo puedo desear ni a mi peor enemigo.
Hace más de 4 años que Alexander está fuera de Venezuela. “Vinimos a la Argentina para tener un trabajo y poder colaborar con nuestros familiares que se quedaron allá, transfiriéndoles dinero”, explica. Pero apenas llegaron al país se toparon con la pandemia y la irresponsable y coercitiva decisión del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.