La industria quiere dar el salto

12 de septiembre, 2015 | 19.30
Flanqueado por funcionarios del gabinete nacional y por el candidato a presidente del Frente para la Victoria Daniel Scioli, Héctor Méndez, presidente saliente de la Unión Industrial Argentina (UIA), leyó su discurso desde una tarima sencilla, en el nutrido cóctel con el que la entidad empresaria celebró el Día de la Industria, el pasado miércoles 2 de septiembre.

Sin dotes de orador, Méndez leyó rápido, en tono bajo y monocorde, mientras Scioli, los ministros de Cristina y los 400 asistentes redoblaban esfuerzos para mantener la atención: "En el pasado reciente, desde 2002 hasta 2011, el crecimiento industrial ha mostrado un dinamismo histórico, marcando sin dudas un período fructífero para nuestra industria (...). Pero lejos de ser un punto de llegada, esto es una plataforma para el despegue: estas cifras muestran que recién recuperamos el nivel de producción per cápita industrial de 1974".

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Con este párrafo, Méndez pretendió hacer equilibrio entre el elogio a un Gobierno que recuperó la industria –sin contar de las simpatías de buena parte del empresariado-, pero que no supo, o no pudo, darle a la producción nacional ese salto de calidad que reclaman los industrialistas. El famoso y trillado "paso del crecimiento al desarrollo".

La expansión industrial ocurrida luego de la salida de la convertibilidad y, sobre todo, durante los primeros dos gobiernos kirchneristas, significó puestos de trabajo. Entre 2013 (año en que el empleo industrial tocó techo) y 2002, el sector fabril creó 540.700 empleos, lo que significó un incremento en la mano de obra industrial superior al 62%, según datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresaria del Ministerio de Trabajo.

Aún con la destrucción de 16.000 trabajos entre 2014 y 2013, el último dato oficial disponible (1.270.400 trabajos) es 33% superior al pico de trabajo industrial de la década del noventa (953.119 empleos, en 1998). El crecimiento de mano de obra ocupada se dio en todos los sectores industriales, desde aquellos más competitivos e insertos en el mundo, como el automotriz y el alimenticio (puntales de la industria local) a los llamados "sensibles", que dependen de la alta protección del Estado y que significan cerca del 20% del empleo manufacturero, el textil, el mueblero, el juguetero y el ensamblador de electrodomésticos.

"La economía argentina ha podido rearmar un sector industrial que duplicó sus niveles de producción respecto de 10 años atrás, con más del 70% de aumento en el empleo y cerca de un 40% de suba acumulada en la productividad, una dinámica virtuosa casi inédita en los últimos 40 años", señalan los economistas Mercedes La Gioiosa y Sergio Woyecheszen en la reciente publicación de la Fundación DAR, el think tank sciolista, llamada Lineamientos para el desarrollo económico y productivo de la Argentina, donde estudian las distintas cadenas de valor.

La consultora Abeceb.com analizó la evolución de la participación de cada sector en el PBI industrial entre 2004 y 2014. Su trabajo muestra que los sectores de Alimentos y Bebidas (el principal empleador, con casi 370.000 puestos de trabajo) y Química y Petroquímica fueron los que más incrementaron su protagonismo y pasaron a representar 24,2 y 16,7% del total. El sector automotriz aumentó su injerencia 0,7%, hasta el 6,5% del total. Otros sectores, como el textil y el estratégico Refinerías de petróleo, cayeron entre 2 y 3%.

¿Y ahora? Los expertos coinciden en que la industria nacional debe dar un saldo. "En estos últimos años, hubo un fomento particular al consumo, pero no una dinámica de cambio en la oferta", explica el economista Bernardo Kosacoff, ex director de Cepal y estudioso de la política industrial. "Esta oferta sigue constituida por fuertes procesos de ensamblaje más que de producción industrial y, para que funcione, depende de un fuerte abastecimiento de insumos y partes importadas. Hasta 2011 teníamos divisas y eso no era problema", continúa.

El cepo al dólar golpeó a la industria desde fines de 2011 y dejó las ensoñaciones de largo plazo para otro momento. Según los últimos datos del Centro de Estudios de la UIA (CEU), la actividad industrial cayó 1,5% en el primer semestre, pero tuvo en julio un incremento del 2,4% tras quince meses seguidos de contracción. El CEU estima que la actividad se mantendrá estancada hasta fin de 2016. La inversión tuvo un pico en 2011, cuando significó el 22,7% del PBI, pero desde entonces cayó 2,8%. La suba de costos internos y la crisis de Brasil agregaron más nubarrones.

Por eso, el sciolismo, el macrismo y el massismo prometen a los empresarios que, en caso de llegar a la Casa Rosada, conseguirán los dólares necesarios para eliminar restricciones a las importaciones y permitir el giro de utilidades al exterior, condición casi excluyente para que la inversión extranjera retome dinamismo.

"El estancamiento que vemos en los últimos años por el cepo cambiario complicó todo el devenir. Y cuando la macroeconomía es complicada, trabajar en los temas micro de política industrial es prácticamente imposible", afirma Diego Coatz, economista jefe de la UIA. "No es una industria en crisis, pero sí amesetada y en caída, que deja un sabor amargo con relación a lo que se había visto en los nueve años previos", continúa.

La política industrial, coinciden los expertos, deberá aprovechar las ventajas comparativas del país, pero sin descuidar a los sectores sensibles, que son intensivos en mano de obra y emplean, en conjunto, a unas 250.000 personas. "Argentina tiene sectores altamente competitivos asociados a los recursos naturales, insumos básicos e industria automotriz", dice Kosacoff. Para Coatz, existen "cuatro o cinco sectores muy dinámicos y que generan capacidades nacionales, como el farmacéutico y el químico, y pueden ubicarse a nivel internacional de modo mucho más sofisticado". La Gioiosa y Sergio Woyecheszen, de la Fundación DAR, se entusiasman: "La Argentina puede duplicar el PBI per cápita en los próximos 10 años", con Vaca Muerta y los recursos naturales como punta de lanza. El desafío, coinciden todos, será darle valor agregado y no contentarse con el extractivismo.