Mauricio Macri asumió, en diciembre de 2015, con una promesa épica: su gestión traería una “Revolución educativa”. Cuidadosamente elegido, como cada significante elaborado en los laboratorios de la maquinaria comunicacional cambiemita, el eslogan estaba revestido de la catarata de esperanzas que presentó el macrismo frente a un kirchnerismo deslucido y oxidado, que cargaba con 12 años de gobierno y más de un lustro de gestionar restricciones externas.
La realidad de la educación cambiemita mostró la pálida realidad detrás de sus promesas ampulosas. El Ministerio de Educación de la Nación y sus dependencias son edificios donde sobran los espacios vacíos, y los ecos de cada teclado funcionando resuenan solitarios. En términos políticos, esto se tradujo en un retiro de la gestión central de la política educativa, extremando los efectos perniciosos de la federalización educativa. Concretamente, la Nación se desentendió de las líneas de acción que, con todo, le habían otorgado una vitalidad renovada desde la sanción de la Ley de Educación Nacional en 2006. El resultado fue una nueva fragmentación del sistema educativo, que ha dejado de ser uno solo para partirse en 24. Esto se refleja en la caída de 22% de la participación del presupuesto educativo a cargo del Estado nacional en el PBI: de 1.59% en 2015 a 1.24% en 2019.
Además de este problema principal, aparecen otros números alarmantes:
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De los “3000 jardines de infantes” prometidos, según el propio Ministerio de Educación, en 2018 había tan sólo 304 más que en 2015.
La cantidad de Becas Progresar asignadas cayó un 32% entre 2015 y 2018 (de 790 mil a 560 mil), mientras que el presupuesto real destinado a formación docente cayó entre un 64 y un 67% (depende el tipo de estimación), según datos relevados por los observatorios y equipos de investigación en educación de UNIPE, FFyL-UBA, CCC, Aula Abierta, UNDAV y UNGS.
Siendo la docencia una profesión abrumadoramente femenina, vale la pena tomar este indicador sobre el salario: el de una maestra madre soltera real cayó un 67.1% desde que Macri es Presidente, mientras que una familia “tipo” (con ambos cónyuges docentes) perdió un 43.6%, según un trabajo en proceso de elaboración de los investigadores Mercedes Montaña y Alejandro Morduchowicz.
Los últimos 3 años y 7 meses dejan escuelas más deterioradas y desiguales: el saldo de la política educativa cambiemita son planillas y planillas de números en rojo.
Las elecciones para 2019 plantean una oportunidad para las fuerzas políticas en competencia de trazar un plan para intentar, en los próximos -y muy complicados- años, recuperar algo de entre los escombros de las escuelas explotadas que deja el período 2015-2019. Un primer paso lo propone el Observatorio Argentinos por la Educación que reúne a un conjunto de actores con diferentes vínculos con el sistema educativo y a referentes del mundo empresarial. El objetivo: solicitarles a los precandidatos a la presidencia una serie de compromisos básicos con sus correspondientes metas e indicadores a evaluar. Una iniciativa para que toda la sociedad civil participe como firmante y exija a todos los candidat@s una propuesta clara y concreta en materia educativa. Ojalá adquiera, la dirigencia argentina, el ejercicio de rendir cuentas sobre las políticas educativas.