La columna pasada reflejamos cómo la política de estabilización seguida por el gobierno resulta incapaz de recrear confianza y recomponer la oferta privada de dólares. Esta afirmación se sostiene en la caída cotidiana de las reservas internacionales del Banco Central (BCRA), sólo alimentadas por los aportes del FMI. Entre el 9 de abril, fecha del quinto desembolso (por US$ 11.885 millones), y el 16 de julio, momento del último desembolso (U$S 5.195 millones), los activos internacionales en poder del ente rector disminuyeron US$13.913 millones.
Ni la liquidación de la cosecha récord, ni el “efecto Pichetto” sirvieron para afluir divisas al mercado local y permitir así un descenso importante de la tasa de interés sin afrontar turbulencias cambiarias.
El BCRA corre detrás de la presión demandante de los agentes económicos, rompiendo las bandas de no intervención cambiaria primero, ampliando el cupo para la venta de dólar a futuro después y, recientemente, modificando el plazo de cumplimiento de la meta de stock de base monetaria. A su temerario presidente, Guido Sandleris, se le ocurrió anunciar que contaba con US$ 16.000 millones para afrontar la dolarización de carteras durante el segundo semestre del año, y el mercado corrigió a la baja el cálculo optimista del presidente, sincerando que la capacidad de intervención no supera los U$S 6.000 millones. La entidad se vio obligada a profundizar su actividad en el mercado de dólar futuro y a garantizar un piso para el nivel de tasa de interés.
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A esta altura, resulta evidente que la política económica para estabilizar las variables y recomponer un flujo de divisas privadas hacia la Argentina se ha demostrado inconsistente y ha fracasado. La precaria estabilidad del mercado cambiario sólo se sustenta en convalidar una renta financiera en dólares en torno al 4% mensual, resultante de arbitrar entre una tasa de interés superior a la tasa de devaluación prevista (“carry trade”), y en asegurar dicha ganancia con un drenaje constante de las reservas internacionales, solventadas por el Fondo Monetario Internacional. Bicicleta financiera y dólares suficientes para pagarla son lo que sostienen al gobierno nacional hasta las elecciones.
Ahora bien, el resultado de esta política es el hundimiento de la economía real por falta de medios de pago. La política monetaria se orientó resueltamente a reducir el stock de pesos de la economía como modo de impedir cualquier actividad que no fuera la intermediación financiera, por temor a las presiones sobre el dólar.
MÁS INFO
Destrucción de medios de pago y renta financiera es la combinación elegida por el gobierno para contraer la economía y asegurar niveles de ganancia a los sectores de la energía y la producción primaria. No hay pesos para la producción y el consumo.
El cuadro que sigue revela cómo durante el gobierno de Cambiemos la cantidad de medios de pago respecto al Producto Bruto Interno ha descendido constantemente. Esta relación entre los agregados monetarios totales (medios de pago) y el PBI, denominada coeficiente de monetización, desciende en forma permanente, limitando seriamente la capacidad de funcionamiento de la economía real.
Históricamente, el coeficiente de monetización osciló entre el 25% y el 30% del PBI. El cuadro muestra tres momentos del gobierno anterior: 2005, salida de crisis de 2001 y rescate de las cuasi monedas, con una monetización del 30,8%; 2010, recuperación de la crisis internacional de 2008, con una monetización de 24,4%; y luego 2015, con una política monetaria expansiva para impedir la contracción del nivel de actividad, con un coeficiente de 26,2%.
A partir de 2016, el gobierno de Cambiemos se dedicó a suprimir medios de pago para impedir el desenvolvimiento de la actividad económica y favorecer a aquellos sectores elegidos y ligados al sector externo: producción privada más finanzas.
Se puede observar que, a lo largo de toda la gestión de Cambiemos, el volumen de medios de pago de toda la economía con relación al Producto Bruto Interno se ubica por debajo de su piso histórico, alcanzando el mínimo del 19% en el primer trimestre de 2019. La abrupta caída coincide con un desplome de la economía del -5,8% respecto al mismo periodo de 2018.
La desmonetización promovida por el gobierno contrae la actividad y facilita, consecuentemente, la salida de dólares al exterior. Desmonetización y fuga de divisas son las caras de una misma moneda que nos coloca ante una catástrofe socioeconómica.
Un triunfo del gobierno de Cambiemos consolidaría el descenso estructural del nivel de vida de todos los argentinos al calor de un achicamiento irreversible de la actividad productiva.