El senador por Vermont no pudo. Perdió nuevamente las elecciones primarias ante el aparato del Partido Demócrata que jugó todas sus fichas a derrotarlo. A sus 78 años ya no se volverá a postular y su carrera política terminará pronto. Sin embargo a su alrededor se ha gestado un movimiento que lo va a trascender y que tiene en sus manos las posibilidad de cambiar la política de los EE.UU.
Ya en 2016 Bernie Sanders había congregado en torno a su figura a sectores que se habían alejado de la política durante las últimas décadas.
“Es interesante que quienes apoyan a Bernie son en su mayoría sectores de la clase obrera organizada”, analizó Claudia de la Cruz, educadora popular y directora de People’s Forum en Nueva York. “Son los sindicatos, grupos sin fines de lucro, movimientos sociales por distintos derechos humanos y civiles, organizaciones que hacen trabajo desde las bases desde mucho antes del proceso electoral”, añadió en diálogo con El Destape.
Aquella campaña sembró una semilla que durante estos cuatro años dio sus frutos. En el plano político-institucional con la llegada al Congreso de nuevas figuras, siendo la más destacada la representante por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez. La legisladora es integrante del partido Socialistas Democráticos de América, una organización fundada en 1982 por sectores del Partido Socialista de EE.UU. y comunistas e intelectuales de la llamada Nueva Izquierda de los años ‘60.
Pero la mayor fuerza de Sanders no está en el Congreso, si no en las calles. En ese 99% que llamó a “Ocupar Wall Street” en plena crisis financiera internacional, pero que también se organizó en colectivos de migrantes, de personas sin techo, de trabajadores y trabajadoras.
La clase obrera va al sindicato
La crisis económica de 2007-2008 abrió paso a distintas expresiones político institucionales por izquierda y por derecha. Pero también se gestaron nuevas formas de organización y se dio una repolitización a nivel social.
Según una encuesta de Gallup, el 64% de las y los estadounidenses tienen en la actualidad una imagen positiva de los sindicatos. Se trata de la estadística más alta en medio siglo y que aumenta entre las personas de 18 a 34 años llegando al 67%.
El proceso de sindicalización se está dando en áreas que históricamente no tienen esa tradición: museos, empresas tecnológicas (algunas áreas de Google), varios medios de comunicación como Vice, HuffPost y The New Yorker. Pero también los equipos de campañas electorales. Obviamente, el primero de todos fue el de Bernie en 2019.
Los antecedentes que dieron lugar a este proceso fueron las huelgas docentes de 2018 en varios Estados y la de 2019 en General Motors. A esto se sumó la lucha por elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora -un planteo histórico de Sanders- que se consiguió a mediados del año pasado.
El marco general es un escenario de incertidumbre para toda una generación de jóvenes que ven que el “sueño americano” se frustra. Rebecca Givan, profesora de estudios laborales en la Universidad de Rutgers, dijo en una entrevista con The New Yorker que muchos jóvenes están interesados en unirse a los sindicatos porque "tienen una enorme deuda estudiantil y, si viven en las ciudades, luchan por pagar una vivienda".
Por su parte Jake Rosenfeld, profesor de Sociología en la Universidad de Washington, añadió: “Los trabajadores subempleados con educación universitaria no están logrando lo que hasta hace poco era la comprensión predominante de nuestra economía: el trabajo duro y un título universitario era el boleto para un buen empleo".
Sin embargo la tasa de sindicalización sigue siendo baja, apenas el 10%, mientras que en Argentina se eleva al 25% y sube al 40% entre quienes tienen un empleo registrado.
El retroceso histórico es notable ya que, en EE.UU. a mediados del siglo XX un tercio de las y los trabajadores estaban nucleados en algún sindicato. No obstante la tendencia, parece comenzar a revertirse.
Por el socialismo (democrático)
Desde sus comienzos Bernie Sanders se definió como un “socialista democrático”, en contraposición a lo que sería el socialismo autoritario de la extinta Unión Soviética. La masificación de su discurso y de ese concepto en las últimas dos campañas presidenciales, ha permitido construir otra mirada sobre una palabra históricamente demonizada en la sociedad norteamericana.
El historiador de la Universidad de Wisconsin, Patrick Iber, sostuvo en un artículo publicado en Nueva Sociedad que en EE.UU: el 51% de las personas de entre 18 y 29 años tienen ahora una visión “positiva” del socialismo.
La propia Ocasio-Cortez se ha apropiado del concepto y no ha dudado en marcar sus claras diferencias con el Partido Demócrata (por el cual se postuló y ganó su banca). En enero de este año declaró: “No tenemos un partido de izquierda en los EE.UU. El Partido Demócrata no es un partido de izquierda, es de centro-conservador”.
De la Cruz coincidió y señaló que “la gran maquinaria demócrata que es conservadora y muy parecida en su agenda al Partido Republicano no le permitió a Bernie avanzar”. Y aseguró que el sector conservador “no es que le teme a Bernie, si no a los grupos de la clase trabajadora que lo apoyan”.
¿Un tercer partido?
Desde hace más de 150 años que la política estadounidense está dominada por un aceitado sistema bipartidista entre republicanos y demócratas. Esto no impidió que surgieran alternativas que ganaron alcaldías, escaños legislativos o incluso gobernaciones. Pero nunca pudieron aspirar seriamente a la presidencia.
Cuando hicieron buenas performances, terminaron favoreciendo al partido o candidato más alejado a su ideología. El conservador Ross Perot obtuvo el 19% de los votos en 1992. Pero esto le restó apoyos al republicano George H.W. Bush y permitió al demócrata Bill Clinton ganar con el 43%. En la vereda opuesta el progresista Ralph Nader consiguió 2,8 millones de votos en las elecciones de 2000. Aquellos comicios son recordados porque George Bush (hijo) derrotó a Al Gore por un escaso margen y con sospechas de fraude.
Con estos antecedentes no es sencillo lanzarse a conformar un tercer espacio electoral. Sin embargo, tanto la sorpresiva victoria de Trump en 2016 como el crecimiento de Sanders, dan cuenta de un resquebrajamiento del bipartidismo.
Por eso De la Cruz se pregunta cómo se puede hacer para “organizar el descontento de quienes vienen apoyando la campaña de Bernie y apuestan por otro tipo de política, de estructura y de sistema”. Y aclaró que no cree que ese sector “que apoya a Bernie se mueva a apoyar a Joe Biden”.
Desde su punto de vista, esta campaña por la candidatura del senador de Vermont “puede permitir unificar las luchas y los dirigentes”. Pero esa posibilidad “solo puede ser potenciada por una estrategia colectiva que es algo que no se está planteando hasta ahora”.
La directora del People’s Forum en Nueva York apuntó que “no es un llamado que haya hecho Bernie u Ocasio-Cortez”. Y se mostró poco optimista respecto a la posibilidad de que Sanders busque presentarse como independiente: “En este contexto tiene el apoyo popular como para moverse a hacer un tercer partido si tiene la voluntad de hacerlo, pero la pregunta es si la tiene”.
“Hasta ahora no se sabe, porque independientemente de cuán progresista haya sido la retórica, nunca se ha salido de la estructura demócrata”, analizó. “Por eso creo que es algo que se debe articular desde las bases”, concluyó.