Por Fernando Cibeira
Especial para El Destape
"Durante toda la vida creímos que el gran problema de la Argentina era el peronismo y ahora nos vinimos a dar cuenta que en realidad es el radicalismo", resumía días atrás un dirigente con pasado radical desde sus épocas universitarias. Como muchos de sus correligionarios, hoy anda entusiasmado por el armado que encabeza el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, quien primero sumó a Elisa Carrió y luego al Lole Reutemann. "Está construyendo un nuevo radicalismo o, al menos, algo que va a venir a reemplazarlo. Un partido con menos retórica y más gestión. Sin tantas dudas y vueltas y convenciones y todo eso", argumentaba.
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Utilizaba al peronismo para explicar lo mal que funciona el radicalismo. Decía que en esta situación tan compleja desde lo político y desde lo económico, y en pleno año electoral, a Cristina Kirchner no se le declaró en rebeldía ni un concejal. "¿Se imagina lo que sería el país en este momento gobernado por el radicalismo?", preguntaba. Recordaba el gobierno de Fernando de la Rúa. "Desde que empezó tuvo a Terragno y a Storani haciéndole comunicados en contra y eso que formaban parte de su gabinete. El único que le fue fiel al principio era Chacho Alvarez, que no era radical. Cuando renunció Chacho, los que se quedaron al lado hasta el final fueron Graciela Fernández Meijide, Flamarique y Patricia Bullrich. Ninguno radical. ¿Se da cuenta? Así no se puede gobernar la Argentina, por eso el radicalismo tiene que ser reemplazado", continuaba el dirigente, que ya tiene una pata en la construcción Macri-Carrió.
La situación se precipitó en las últimas semanas. La implosión del Frente Amplio Unen en la ciudad de Buenos Aires fue visto como un anticipo de lo que sucederá a nivel nacional. Los sectores del radicalismo que promovían la fórmula propia Cobos-Binner reconocen que de repente se convirtieron en minoría. "Nosotros seguimos insistiendo pero vamos a tener que contar los porotos en la Convención. Lo que pasó en los últimos días fue que los que estaban dudando se convirtieron en convencidos macristas", analizaba un representante del alfonsinismo. Los radicales imaginan una generosa cosecha de gobernaciones y municipios bajo el paraguas de una fórmula presidencial encabezada por Macri. La lógica de un partido en alquiler. O en liquidación.
La consolidación de la figura del jefe de gobierno porteño como el candidato opositor mejor posicionado funciona como una aspiradora en desmedro de Sergio Massa, con las acciones en baja. "Lo del frente amplio no va porque Macri ya avisó que con Massa no se junta, así que entre los dos la opción para nosotros es Macri. Los que se inclinan por Massa cada vez son menos", reconocían en el radicalismo. El ex intendente de Tigre está sufriendo el efecto del apestado. Recién llegados al Frente Renovador están volviendo por el camino que vinieron como los intendentes Gustavo Posse y Jesús Cariglino, de nuevo golpeando la puerta del PRO, a ver si les abren. Martín Insaurralde nunca llegó a saltar y ya avisó que no lo hará. El caso más paradigmático fue el del Lole Reutemann, quien en la anterior elección había aceptado sacarse unas fotos con Massa y Roberto Lavagna. Ahora podría ser compañero de fórmula de Macri, aunque su obsesión es desbancar al socialismo en Santa Fe.
El calendario electoral juega a favor del posicionamiento de Macri. Las elecciones adelantadas en Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires podrían significarle dos triunfos de magnitud en la previa de las presidenciales, ambas con pronóstico de catástrofe para el kirchnerismo. Los planetas parecen haberse alineado para apuntalar las chances del jefe de gobierno. Algunos ya lo imaginan como el nuevo conductor de todo el espectro político por fuera del peronismo. Por ahora parecen más una expresión de deseos que dato de la realidad. Las apariciones de Macri, siempre balbuceante y esquivo de definiciones, hace difícil imaginarlo como el nuevo Leandro Alem. Habrá que verlo.