Llega puntual a la redacción. Hay cierta elegancia en la manera de hablar, como si estuviese ejecutando una pieza del más alto nivel teatral. Elige las palabras que, convencido, dirá. Hijo de madre pianista, con un hermano de padre desaparecido durante la última dictadura cívico militar, artista, bailarín, animal político. Federico Fernández es un bailarín atípico: llegó joven a ocupar el rol de primer bailarín en el Teatro Colón, ansiado puesto al que cualquiera del rubro aspiraría y, aún así, no se notan dejos de pedantería en su manera de expresarse. Es humilde y reivindica lo popular como herramienta de cambio. Sueña con cambiar el Teatro Colón algún día. Yo le creo.
- ¿Cuál es la situación actual de los trabajadores del Teatro Colón?, ¿Recibieron una respuesta tras sus reclamos por mejores condiciones laborales?
El conflicto es muy amplio, y cada sector del teatro tiene un reclamo diferente. De parte de la Compañía Estable de Ballet decimos que no se trata de un conflicto gremial, creemos que es más bien abordar lo que significa una compañía de ballet pública con los conflictos que encierra. Hay derechos que son vulnerados y una dirección que no responde por ello. Por otro lado, la existencia de un gremio que se dice comprometido en el discurso, pero no se lo ve en los hechos. Llega al día de hoy que, si bien estamos en vacaciones, no hemos obtenido ninguna respuesta, ni del gremio, ni de las autoridades del Colón, que no se comunicaron con ningún referente del sector técnico o artístico.
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- ED: Dado este panorama, ¿cuáles son los pasos a seguir?
La verdad, no tengo idea. Por el momento nos juntamos los distintos sectores a discutir nuestra situación. También fue una sorpresa llegar al 29 de diciembre y no tener ningún tipo de respuesta. Creemos que fue premeditado y pensado, pues cuando llegaron las vacaciones cada uno se fue para su casa y los altos cargos se desligaron del asunto. Veremos qué situación nos depara para febrero, que es cuando retomamos las actividades.
- El cambio de gestión presidencial, ¿puede significar un paso para reavivar la cultura y dar respuestas al sector de la danza clásica?
No lo sé y nuestro gran conflicto es que si bien van pasando los gobiernos, nosotros estamos a cargo del Gobierno de la Ciudad que, desde 2007, lidera el espacio de Mauricio Macri. Y si bien los gobiernos de Néstor y Cristina fueron sumamente abiertos al crecimiento cultural, en el Colón no vimos esa revolución. Nosotros dependemos de las políticas de la Ciudad. Lamentablemente para mi situación como trabajador estatal, no creo que Alberto pueda interceder ante nuestros problemas.
- En varias entrevistas hablás de la importancia de democratizar el ballet clásico, volverlo popular. ¿De dónde nace este compromiso?
Mi base está fortalecida en mi casa, en mi infancia. Vengo de una familia militante, mi hermano es hijo de desaparecidos. Siempre fuimos gente comprometida con el otro. Nuestras cenas siempre tenían algún contenido político. Así siempre pensamos el arte: como una herramienta de acción política, de resistencia. Durante mi niñez, vivía el arte de forma popular.
En casa se escuchaba mucho rock nacional y también música procedente de Chile, que tenía mucha impronta revolucionaria. Eran canciones que no pertenecían ni a mi generación, ni a la de mi mamá, y aún así crecí con ellas. Desde ahí nace mi compromiso y mi responsabilidad.
- ¿Es difícil luchar con prejuicios como “el Teatro Colón es solo para oligarcas”, o “no voy porque es elitista”?, ¿de qué manera se pueden combatir estas creencias?
No creo que en el arte surgido por la cultura estatal el propio artista pueda romper con eso. El Colón pertenece a una estructura, y si las políticas culturales no cambian, ¿por qué cambiaría el prejuicio de la gente? Es muy difícil ir contra eso. La bajada de línea tiene que venir del Estado.
Ahora en el Teatro Colón hay colonias de verano para niños. ¿Suena hermoso, no? Están $7000. ¿Qué padre puede pagar eso? Los mismos hijos o nietos de las mismas familias que pueden pagarse un palco en el Colón. ¿Por qué otro no tiene el derecho? Si yo hubiese sido chico en esta época, mi mamá no habría podido llevarme a esa colonia. Es injusto.
Eso es lo que pasa hoy en el teatro. Ese falso discurso de que el Colón es para todos, de que hay diferentes eventos culturales y populares para todo tipo de sectores. La base es la misma, solo unos pocos acceden. En las actividades que hay para bebés pasa algo similar: Los papás llevan a sus bebes al salón dorado a escuchar música; la entrada está $1800. Es clasista.
- De popular solo tiene el panfleto…
Totalmente. Es marketing. Y han llegado muy lejos así. Los sponsors son siempre los mismos, Clarín y La Nación son partícipes directos. El Teatro Colón es un bunker Pro.
- ¿No te entristece saber qué salís a escena para una pequeña porción de ciudadanos?
Sí, y lo planteo siempre a la compañía y con mis compañeros. Me genera una contradicción enorme con cómo veo la vida, cómo me desenvuelvo, cómo me criaron y en dónde estoy parado. Es terrible. Pero también entiendo que mi deber es hacerle entender a los gobernantes que el Colón tiene que tener un acceso universal para que todos puedan disfrutarlo. El arte que genere tiene que estar vinculado a la coyuntura actual. Si bien debe seguir habiendo óperas, ballet y conciertos, porque forman parte de su identidad, el arte debe crear cosas nuevas.
- Un poco como sucede en el Teatro Nacional Cervantes y en el Complejo San Martín. Hacer los clásicos, pero también tener un espacio rupturista.
Obvio. Nosotros somos una fábrica de arte. ¿Por qué no podríamos crear algo nuevo partiendo de un clásico? Tenemos todo para hacerlo. Ser rupturista atrae más públicos. Esto, lamentablemente, no podemos transmitirlo a los directivos porque si no, vivimos perseguidos, no te seleccionan para bailar, te hacen a un lado. Es como “una lista negra”. A muchos compañeros se lo han hecho.
- ¿Esto se vincula con tus responsabilidades como Primer Bailarín del Teatro Colón?
En efecto. Abrir la boca, ser consciente del lugar que me tocó, y la responsabilidad de saber que a mí el que me paga con los impuestos es el ciudadano, y yo tengo que responderle a esa persona. Es el que me da la oportunidad de vivir de lo que siempre quise.
Llegué por concurso al Teatro Colón, luego de prepararme en la Fundación Julio Boca, y se dio naturalmente lo de ser primer bailarín. Tenía las condiciones y estuve en el lugar y momento justo. Aún ejerzo este cargo en la conducción de Paloma Herrera.
Me acuerdo que la primera vez que me subí al escenario del Teatro Colón tenía muchísimo miedo, pánico. Me dominaban los nervios. Tuvieron que pasar algunos años para que lograse disfrutar el salir a escena.
- Una de las cosas que más me llama la atención de las danzas clásicas es la hegemonía de cuerpos con los que se trabaja, ¿estamos cerca de derribar estos complejos de cuerpos “deseados”?
Es parte de lo que veníamos hablando, los prejuicios. Si bien, tristemente, persisten los prejuicios estéticos, también hay una cuestión de física y de salud por las cuales un bailarín más excedido de peso va a tener dificultades en los saltos y giros que requiere la disciplina. Para ciertas obras de ballet se requieren requisitos técnicos muy marcados.
Después, hay personajes que sí son para roles de personas más grandes, o bailarines cercanos a terminar su carrera, o bailarines pasados del físico esperable. Es muy complicado luchar contra los estereotipos y los cuerpos normados.
- ¿Cómo surge la idea de montar una compañía de Ballet propia?
En su momento surgió por las escasas funciones de ballet que estábamos haciendo en el Colón, unas 20 al año. Terminábamos siendo bailarines de sala de ensayo, eso es súper perjudicial. En ese contexto surge este proyecto de lanzar una compañía propia, para llegar a personas que quizás nunca se interesaron o se enteraron de todo lo que puede provocar un espectáculo de ballet. A cualquier lugar al que hemos ido y viajado, recibimos una respuesta unánime de la gente: todos se sintieron interpelados.
- ¿De qué manera se construye un buen bailarín?
Es muy difícil esta respuesta. Yo creo que buen bailarín es aquel que puede provocar algo en una persona. No importa qué, pero tiene que generar un sentimiento, una emoción, remitir a una memoria.
- ¿Pensás en tu retiro?
Sí, y no lo veo como algo muy lejano. Tengo muchas inquietudes con respecto a la danza y tengo una necesidad de que las cosas cambien en el Teatro Colón, y no creo que desde mi posición como bailarín pueda hacerlo. Yo lo quiero hacer, quiero ser quien cambie el Colón. Es una de las cosas que más me carcome la cabeza.
- ¿Te ves ejerciendo un cargo directivo?
Sí, y por eso quiero seguir instruyéndome desde el arte. No sé si cargo directivo en el Colón, pero sí en Cultura de la Ciudad, o de algún municipio. Es mi mayor meta: llevar la identidad de la danza clásica a las calles.
- La compañía de Ballet de Federico Fernández se presentará el 22 de febrero en el ND Teatro, a las 21 horas. Se interpretará un programa nuevo. Precios accesibles y promociones. Consultar en boletería y/o página web del teatro.