La experiencia que vivimos desde la asunción del Gobierno de la Alianza Cambiemos, como las expectativas que ofrece para lo que resta de su mandato, no se condice con ninguno de los prometidos cambios ni con la posibilidad cierta del crecimiento y desarrollo que nos aseguraban. Es tiempo que lo advirtamos, para no volver a ser presa ni prestarnos al engaño de políticas neoliberales que conducen indefectiblemente al fracaso colectivo, en el solo beneficio de los intereses de unos pocos.
Milagros de una febril imaginación
Las intervenciones públicas del presidente Mauricio Macri y su Equipo superan toda capacidad de asombro, abarcando los más diversos aspectos pero particularmente los que se vinculan al estado crítico que atraviesa el país.
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La exaltación de Macri al dirigirse al Congreso en la apertura del año parlamentario, cuando proporcionara datos que en ningún caso se correspondían con lo que viene ocurriendo y haciendo predicciones de suyo imposible, es una actitud que ha repetido con posterioridad en diferentes escenarios.
El enojo por la incomprensión que le reprocha a la gente de los imaginarios logros alcanzados en su gestión, no puede sino entenderse como una estudiada –y pre elaborada- actuación o, si no fuera así, como resultante de la vertiginosa caída de su imagen positiva como también de la intención de voto de que dan cuenta las más variadas encuestas de opinión.
El humor social que se percibe hasta para el más simple observador de la realidad, no responde únicamente a la ausencia de correspondencia con los augurios de campaña, a la defraudación de la confianza de quienes creyeron en los compromisos electorales, sino a la profundización de una crisis generada desde la asunción del Gobierno de Cambiemos y acentuada año tras año.
Los espejismos frente a las tendencias ostensibles
Explícitamente se ha abandonado el declamado objetivo de 'pobreza cero', que ahora se presenta como una meta a largo plazo diametralmente opuesta a los anuncios preelectorales. Otro tanto sucede con la sencilla resolución del fenómeno inflacionario, cuyas causas dicen combatirlas con medidas que a todas luces no hacen sino recrudecerlo.
Sigue hablándose del crecimiento de la economía, del empleo, de las inversiones que posibilita haber recolocado a la Argentina en el mundo, sin que ningún indicador brinde sustento a tales fantasías discursivas.
Se atribuyen voluntad de diálogo, respeto a la independencia de la Justicia, transparencia en el desempeño de la función pública, promoción de la convivencia democrática y de la libertad de expresión. Mientras se descubren a diario operaciones extorsivas que involucran a funcionarios de Gobierno, legisladores, jueces, fiscales y periodistas, la persecución sistemática de opositores políticos, un grave menoscabo de las instituciones republicanas y la recreación de instancias paraestatales que evocan las épocas más oscuras vividas en el país.
La insistencia en el rumbo adoptado en función de la creación de espejismos insostenibles, van perdiendo el respaldo de buena parte de sus aliados políticos, pero también se advierte un proceder similar –por ahora sólo incipiente- en los medios de comunicación hegemónicos.
Contrastes demoledores
Si bien bastaría para desmentir el relato oficial cotejar con la depreciación de nuestra calidad de vida y de la población en general, no circunscripta a la capacidad de consumo de bienes y servicios básicos, una mirada detenida sobre las consecuencias que han deparado las acciones del Gobierno de Cambiemos disipa cualquier duda a ese respecto.
La pobreza registra un incremento constante desde 2016, sumando en el último año casi tres millones de personas en esa condición. Un dato particularmente preocupante dentro de ese universo es que casi un 47% de los niños menores de 14 años son pobres y también lo son más del 38% de los jóvenes entre 15 y 29 años.
La destrucción de puestos de trabajo interanual asciende a 262.000 y sólo en el mes de enero de 2019 se perdieron 38.000 empleos registrados, situación que se concentra fundamentalmente en actividades vinculadas al consumo interno (industria, comercio, construcción, transporte) lo que indica con claridad el deterioro del poder adquisitivo.
En algunos sectores el impacto negativo es superlativo, así en el textil la merma de la producción fue del orden del 28% y con la utilización de sólo el 31% de la capacidad instalada; en indumentaria se verificó el cierre de 300 empresas y en el calzado cerraron 500 en un año; en igual lapso la industria automotriz retrajo su producción en un 18% con más del 80% de su capacidad instalada ociosa; en el caso del comercio (mayorista y minorista) la disminución las ventas fue del 12% en enero de 2019.
Un dato que puede resultar paradójico es que, en tanto la subocupación alcanza el 11,9 %, se verifica una sobreocupación horaria superior al 27% en el empleo formal. Lo que está denotando una evidente precarización de las condiciones de trabajo, con la consiguiente flexibilización de hecho que acentúa la que produce una desocupación cercana al 10%.
El notable incremento de empresas concursadas, incluso de muchas líderes en sus respectivos ámbitos de actuación, la caída de más del 60% del patentamiento de vehículos y la suspensión de ventas de algunas concesionarias e incluso de terminales automotrices ante la incertidumbre en cuanto a los precios de reposición, constituyen otra muestra de la gravedad del proceso recesivo.
La inflación y el dólar se muestran incontenibles, a pesar del constante aumento de las tasas de interés que pasaron del 44% en febrero al 68,3% en marzo de 2019. Variables que no sólo desalientan la inversión productiva frente a la especulación financiera, sino que tornan imposible el acceso al crédito para sostener la producción y para la formación de capital de trabajo.
Despertar del sueño
La ilusión que pudiera haber generado un cambio superador en el 2015, preservando todo aquello positivo de lo que se disfrutaba entonces, ha sido desbaratada por una política que deliberadamente fue dirigida a beneficiar a unos pocos a través de una distribución regresiva e inequitativa del ingreso.
La ensoñación se tradujo en pesadilla para la enorme mayoría de quienes habitan la Argentina, por la pérdida constante de valores democráticos e institucionales, a la par de derechos y garantías fundamentales, como de la esperanza que con el rumbo imprimido al país accedamos a un destino de realización personal y social.
El alegado Cambio no ha significado más que la instalación impúdica de una posrealidad que se sostiene en una total hipocresía, en el engaño sistemático y en un obrar desaprensivo por las consecuencias nefastas que supone para el país.