Habíamos señalado desde esta columna que la gestión de Cambiemos, sobre todo desde el fallido acuerdo con el FMI, había producido una caída relevante en la monetización de la economía. Se define como monetización al volumen de pesos circulante en poder del público más los depósitos totales medidos como porcentaje del PIB.
Este denominado coeficiente de monetización –pesos emitidos/PIB- oscilaba entre el 24% y el 28% del PIB durante los 90 pos-Hiperinflación y también en la primera década y media de este siglo pos-crisis de la Convertibilidad. El deterioro de la actividad productiva durante el gobierno de Macri, fue acompañado de una baja paulatina de la monetización de la economía al calor del aumento de los activos representativos de la especulación financiera. Situación que se agudizó con el correr de 2019 y que las primeras acciones de las nuevas autoridades del Banco Central intentan revertir.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El cuadro que sigue cuantifica lo expresado en los párrafos precedentes:
Fecha | Base monetaria (En millones de pesos) | M3 (*) | P/B | Coeficiente de monetización (En porcentaje) | |
Mes |
|
|
| BM | M3 |
Junio | 1.341.940,00 | 3.032.431,00 | II t. 21.466.179 | 6,20% | 14,10% |
26 de diciembre | 1.797.325,00 | 4.271.176,00 | III t. 22.246.374 | 8,10% | 19,20% |
(*): M3= Billetes y monedas en favor del público + depósitos totales
Fuente: BRCA, INDEC, elaboración propia.
La Base Monetaria y los Agregados Monetarios totales avanzaron 1,9 y 5,1 del PIB respectivamente, en un intento de dotar a la economía de medios de pago que faciliten un mayor volumen de transacciones derivadas de la reactivación provocada por los estímulos a la demanda, previstos en el inicio del gobierno.
En esa dirección se dirige la creación de dinero de alta potencia por emisión directa, aumentando la base monetaria tal como se aprecia en el gráfico siguiente:
Fuente: Banco Central de la República Argentina
Se puede advertir que a partir del mes de noviembre la base monetaria experimenta una aceleración en su crecimiento hasta ubicarse en 34%, por arriba del promedio del mes de septiembre hacia finales de diciembre.
Esta mayor liquidez con que se ha dotado a la economía permitió una reducción de 800 puntos básicos en la tasa de referencia de la política monetaria (tasa de LELIQ), siendo el punto de partida imprescindible para reconstruir el crédito de corto plazo que permita que el capital de trabajo de las empresas medianas y pequeñas acompañe un mayor nivel de ventas.
Los economistas ortodoxos, acostumbrados a plantear la inflación como un fenómeno estrictamente monetario, han comenzado a cuestionar el sendero descripto. Sin embargo, hay dos factores a tener en cuenta:
-
La baja monetización en que se encontraba la economía referida a los párrafos precedentes
-
La demanda de pesos que acompañan necesariamente un mayor nivel de actividad
Sin duda, el impulso monetario puede ser estéril e inclusive inflacionario si no se inscribe en dos rumbos definidos: los mencionados estímulos a la demanda que reactiven la actividad productiva y la búsqueda de equilibrios macroeconómicos que tornen esa expansión sustentable en el tiempo.
Decíamos en las dos columnas anteriores que el gobierno procura un equilibrio fiscal expansivo donde la recaudación evolucione por encima de las erogaciones. También los horizontes del equilibrio externo, que arranca con un voluminoso superávit en la balanza comercial que debe ser acompañado de un adecuado programa financiero. Y, finalmente, la política monetaria que acompaña ese escenario.
En escasas tres semanas se ha delineado un programa económico del gobierno que intenta superar la grave crisis recibida, autoinfligida por el macrismo. Los pasos van en la dirección correcta, todavía es necesario caminar un trecho.