En las calurosas noches del Mato Grosso brasilero, los jaguares mataron 44 cabezas de ganado sólo en una estancia durante un período de cinco años. El dueño de ese campo perdió 18.444 dólares por la muerte de los animales. Sin embargo, muchos lugareños se dieron cuenta de que el felino valía mucho más vivo que muerto.
Las pérdidas económicas generadas por los ataques del jaguar representaron un 3,7% de lo que la estancia ganó sólo con los paseos nocturnos para turistas que querían fotografiar al gato más grande de Sudamérica: unos 497 mil dólares. En la actualidad, el turismo de avistamiento de fauna se convirtió en una de las actividades más rentables de la "fazendas" de la zona.
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El caso de las estancias del Mato Grosso muestra cómo una región aislada y poco productiva en términos económicos tradicionales puede generar desarrollo local a través del turismo y la conservación de la fauna. Lo mismo sucede con la reintroducción de lobos en el parque estadounidense Yellowstone, la protección de los tigres en algunas áreas poco redituables de India, las reservas privadas de África o los Esteros del Iberá en Argentina.
"La conservación y la pobreza tienen mucho en común. Por lo general, los lugares más ricos en fauna son los más pobres y marginales. Pantanos, montañas muy húmeda y desiertos son poco productivos y por eso la gente no los destruyó totalmente", advierte el biólogo español Ignacio Jiménez Pérez.
"En Argentina, una estancia de cuatro mil hectáreas con ganadería extensiva en el Chaco Seco proporciona empleo de mala calidad a tres o cuatro personas. Esa misma superficie con jaguares, tapires y osos hormigueros, y un hotel bien administrado emplea a 30 personas de forma directa y a otras 10 de manera indirecta. Además, genera 10 veces más ingresos", señala Jiménez Pérez.
El especialista que actualmente trabaja en reintroducción de fauna extinta en los Esteros del Iberá considera que la mejor opción económica para esos lugares es "convertir en atractivo turístico" a esos grandes mamíferos que "antes competían con el hombre".
La llegada de contingentes de turistas que buscan apreciar la fauna de esos rincones olvidados tiene un efecto multiplicador en las economías locales. Se construyen hoteles, restaurantes, aumenta significativamente el empleo, los artesanos locales venden sus productos, los baqueanos se convierten en guías, los pueblos dejan de expulsar gente.
Para Marisi López, una de las promotoras de la Ruta Escénica, el proyecto que nuclea a varios municipios de los Esteros del Iberá, la reintroducción de fauna en la zona y la consecuente llegada de turistas empezó a generar "una cadena de necesidades y servicios en pueblos que no tenían industrias y se iban apagando de a poco".
"Con el desarrollo turístico se promueve la equidad social porque el que siempre fue empleado a la espera de que un estanciero lo contrate puede convertirse en un microempresario. El dueño de un bote puede usarlo para pasear turistas. Una habitación sin uso puede transformarse en el proyecto de una hostería. De esta manera surgen oportunidades de crecimiento económico, de orgullo y de educación", advierte Jiménez Pérez.
Colonia Carlos Pellegrini es el destino de ecoturismo argentino con mayor tasa de crecimiento en los últimos años. Pese a no contar con accesos en buen estado, el pequeño pueblo de los Esteros del Iberá recibe a 30 mil visitantes anualmente y factura 9 millones de dólares. La reintroducción de osos hormigueros, pecaríes, venados y jaguares posicionó al lugar como uno de los principales destinos de avistamiento de fauna a nivel mundial.
El caso de India es emblemático. En la década del 70 quedaban sólo 17 tigres en el Parque Nacional Ranthambore. Tras los exitosos esfuerzos de varios sectores para proteger al felino y a su ambiente, la población aumentó a 48 individuos en 2015. El incremento en el número de animales multiplicó la cantidad de turistas: de 10 mil en los años 80 pasó a 200 mil visitantes en la actualidad. Se estima que el 80% de la economía local depende del turismo asociado a tigres, actividad que genera 7.000 puestos de trabajo directos.
Cada año, tres millones viajeros llegan al país asiático para hacer turismo salvaje. A partir de estos datos, la organización Agentes de Turismo y Tigres estima que los ingresos generados por felino equivalen a 750 mil dólares.
A unos 12 mil kilómetros, el cuadro se repite. Los lobos habían desaparecido del paisaje del parque Nacional Yellowstone en la década de 1930. Los esfuerzos de conservacionistas y del Estado permitieron que, a partir de 1995, la reintroducción del lobo fuera una realidad. En la actualidad, hay unos 1.500 animales.
Según un trabajo de la Universidad de Montana, el 44% de los turistas que visita Yellowstone lo hace para ver a los lobos. El aporte anual del canido a la economía local es de 35,5 millones de dólares.
Sin embargo, el multimillonario negocio del turismo y la fauna tiene su capital en Sudáfrica. En los últimos años, muchos estancieros han abandonado la ganadería para dedicarse exclusivamente a la producción de fauna salvaje porque es mucho más rentable. La extensión de tierras destinadas a reservas privadas hoy es cuatro veces mayor que la que se encuentra en manos públicas. Millones de turistas de todo el mundo visitan anualmente sus parques y reservas.
"Esta es una oportunidad de desarrollo y un negocio multimillonario. Por ahora los sudafricanos llevan la delantera. Sin embargo, Argentina tiene un gran potencial en el Parque Nacional la Fidelidad, en Chaco, y en los Esteros del Iberá, en Corrientes", advierte Jiménez Perez.
Según el biólogo español, cambiar el paradigma productivo en esos lugares "no es sencillo" pero es posible. "Manejar un hotel de naturaleza es un ´laburazo´ porque implica que alguien que antes se dedicaba a la ganadería o a la agricultura ahora tiene que tener empleados de distinto tipo, organizar actividades para los visitantes o elegir una carta de vinos. Es complicado, pero a nivel de productivo, es pura economía".