En el mapa de la Argentina detenida por el coronavirus, hay una zona que aún hormiguea. Es el 1% de la superficie del país donde vive uno de cada cuatro habitantes. Un conglomerado de 24 municipios e incontables paisajes, desde complejos de lujo hasta villas miseria hasta los restos de barrios obreros bordeando las fábricas que cerraron tantas veces a lo largo de la historia. El conurbano bonaerense. Hecho maldito del país peronista. Una vez más: la mecha de la bomba que está a punto de estallar.
El equipo que trabaja para neutralizar la amenaza, o hacerla lo más mínima posible, tiene tres patas. El gobierno nacional, que sabe que el éxito o fracaso de su gestión de crisis se evaluará en gran parte por lo que suceda allí, a tiro de los móviles de canales de noticias. El gobierno provincial, responsable del bienestar de los 10 millones que habitan ese territorio. Y el de la ciudad de Buenos Aires, esa especie de siamés que se llevó la mejor parte, pero cuya vida está indefectiblemente atada a la de su hermano menos afortunado.
Esa triangulación con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta es una de las apuestas que hizo Alberto Fernández de cara a la emergencia y por ahora le viene pagando: aún con los roces razonables, el tándem funciona bien puertas adentro y ayuda a acomodar las piezas de la política. En la Casa Rosada estiman que gracias a ese trabajo conjunto se llegará al pico de la pandemia con el frente político ordenado y con el sistema de salud en el AMBA reforzado. Dos condiciones necesarias para afrontar bien parado a ese desafío.
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El cálculo exacto es esquivo y cambia cada hora, pero a mano alzada, es razonable estimar que más de la mitad de los recursos que destina la Nación a través del ministerio de Salud a fortalecer la estructura sanitaria se vuelcan en el conurbano bonaerense. Desde que se comenzó a trabajar en la hipótesis de la pandemia se inició una carrera contra el tiempo para multiplicar la capacidad del sistema. Los fondos se dedican, sin excepción, a obras que puedan concluirse en menos de ocho semanas, cuanto antes mejor.
En ese sentido, se está trabajando a destajo para concluir las obras de los hospitales del Bicentenario, en Ituzaingó, René Favaloro y Néstor Kirchner, ambos en La Matanza. Las tres obras habían sido interrumpidas por María Eugenia Vidal en 2016. Además, cinco de los ocho hospitales modulares que se montarán en el país estarán en el conurbano: los levantan en Florencio Varela, Quilmes, Tres de Febrero, Hurlingham y Moreno. También el Hospital modular de Campaña del Ejército se instaló en Campo de Mayo, partido de San Miguel.
No se trata solamente de reforzar áreas vinculadas a cuestiones respiratorias. Cada invierno, la red de hospitales públicos bonaerenses es exigida a tope por otras dolencias, que, en simultáneo a la pandemia, deberán ser atendidas. Se desplegarán Unidades Sanitarias Móviles en trailers en cada barrio, para alivianar las guardias, y se finalizarán 26 pabellones, salas y guardias de centros de salud. En su mayoría son obras que el gobierno de Cambiemos abandonó el año pasado en plena crisis cambiaria.
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Otro flanco clave será la instalación de espacios de aislamiento donde se pueda tratar a pacientes con manifestaciones leves de la enfermedad o resguardar a personas de grupos de riesgo que no tengan condiciones para mantener distancia social en sus hogares. El objetivo es que haya al menos uno en cada municipio, y se montarán en hoteles, clubes, fábricas en desuso y otros predios. Ya comenzaron las obras para alistar uno de los pabellones de Tecnópolis, donde habrá lugar para alojar a 2500 personas.
El primer lugar donde ya se sintió la crisis es en los comedores comunitarios, cuya demanda se disparó la semana pasada, dando cuenta de que el parate en la economía dejó a muchos sin su fuente de subsistencia. Desde que comenzó la cuarentena, la cantidad de alimentos que se volcaron se duplicó. Paulatinamente, se está buscando reemplazar la vianda por un bolsón de alimentos para diez o quince días, de forma tal de espaciar las tareas de logística y reducir los riesgos de contagio, además de dar previsibilidad en los hogares.
El coronavirus todavía no impactó en los barrios. El mapa detallado de los casos, distrito por distrito, se mantiene en secreto, para evitar conflictos entre los jefes vecinales. Sin embargo El Destape pudo confirmar que hasta el momento, la mayoría de los casos, vinculados con viajes al exterior, se dieron en los municipios del cordón norte, particularmente en las zonas más acaudaladas. De todas formas se espera que en los próximos días la transmisión comunitaria alcance localidades con problemas más complejos.
La idea de aislamiento comunitario se la propusieron a Fernández los curas villeros que fueron a visitarlo a Olivos la semana pasada. En ese encuentro, le transmitieron su preocupación porque las condiciones sanitarias y edilicias en los asentamientos hacen de imposible cumplimiento las medidas indicadas por el gobierno para prevenir la pandemia. Bajo esta modalidad, en esos casos se aislará de manera preventiva a los barrios completos, restringiendo la entrada y salida. Los casos sospechosos serán llevados a cuarentena.
Los intendentes ya están trabajando para demarcar en los mapas cuáles serán las zonas que deberán controlarse de esta manera. Para tal fin deberán coordinar con organizaciones que tengan presencia territorial y ayuden al cumplimiento de la medida: desde movimientos sociales hasta Cáritas y la Cruz Roja. Es importante que los voliuntarios sean vecinos del propio lugar, para evitar movimientos de gente y mayores oportunidades de contagio. La convivencia de los jefes comunales con las orgas no es sencilla, pero todos hacen su parte.
El epicentro de este enorme operativo es la base de operaciones que se montó en Puente 12, en la intersección de la autopista Ricchieri con Camino de Cintura, donde se centraliza el monitoreo permanente y la coordinación de las tareas en todo el conurbano. Allí trabaja el Comité de Emergencia Provincial, con representantes de todos los ministerios. La palabra cantante la llevan los representantes de las carteras de Seguridad, Salud y Desarrollo de la Comunidad, las principales abocadas a combatir la crisis.
El rol de las fuerzas de seguridad para mantener el orden será clave a medida que pasen las semanas. Desde hace unos días, un refuerzo de 2300 nuevos efectivos se distribuyó en distritos clave del conurbano. Además, hay intervención de las fuerzas federales en cuatro municipios: Quilmes, La Matanza, Moreno y San Fernando. Desde allí podrían desplegarse rápidamente a otras zonas si fuera necesario. Los índices de delito bajaron pero se están preparando para hacer frente a un eventual aumento de la violencia social.
El cumplimiento de los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad en este contexto se vuelve complejo pero es más necesario que nunca. Por orden del gobernador Kicillof, el propio ministro de Seguridad Sergio Berni supervisa personalmente las denuncias, con una línea directa abierta con los organismos de Derechos Humanos. Por caso, los ocho agentes de la bonaerense que hicieron “bailar” a un grupo de jóvenes en Isidro Casanova, un caso que se difundió en redes sociales, ya fueron desafectados de la fuerza.