Efecto invernadero

29 de julio, 2018 | 06.00

Es fácil percibir el "calentamiento global" creciente que afecta a la Argentina. En la política, en el humor social, en las fricciones sindicales, en el hartazgo de los jubilados, en la multitudinaria Movilización del 26 de julio y hasta en los sectores medios que comienzan a notar cerca de su ombligo –donde históricamente focalizan su mirada- que la temperatura va aumentando paulatinamente. No deja de ser paradigmático, que todos esos signos de calentura resulten del enfriamiento acelerado de la economía.

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Pero hablar de economía como un espacio autónomo atravesado por tormentas, volatilidades y peligros de naufragio, es un mero eufemismo que procura distraer nuestra atención. Se trata ni más ni menos que de la política, pues es la responsable de las decisiones en todos los ámbitos y, particularmente, en la economía.

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¿Dónde poner el ojo?

¿En el pasado? Hurgando en lo acontecido entre 2003 y 2015, en la llamada pesada herencia sin beneficio de inventario, o sea, sin distinguir entre lo positivo y lo negativo de lo recibido de dicho período.

¿En el presente? Sólo propicio para los grandes negocios –y negociados- de los herederos pródigos. Los afortunados de siempre en las etapas neoliberales, con fortunas cuyos orígenes suelen ser turbios y ligados a intereses –e interesados de aquí y de allá- claramente antinacionales.

¿En el futuro? Que nos siguen anunciando como promisorio desde hace casi tres años, pero que se ha convertido en un doloroso pasado reciente y en un presente agónico que en nada se asemeja a ese idílico escenario que montaron los publicistas de la Alianza Cambiemos.

Podemos elegir adonde dirigir la mirada, pero lo que sería indecente es seguir mirando para el costado, como si nada ocurriera.

Es cierto que esos diarios, radios y televisión que constituyen la principal usina de noticias, más la incansable faena de los trolls, enturbian nuestras miradas. Aunque a esta altura, sólo puede no ver quien no quiera ver.

Los indicadores económicos, sociales, laborales y los que dan cuenta del tipo de institucionalidad republicana vigente pueden manipularse, hasta el mismo Presidente puede frívolamente decirnos que el rumbo elegido –y ratificado ante sus mandantes del FMI- está dando dulces frutos.

Pero todo eso ya no alcanza para esconder la crítica situación en la que estamos sumidos los argentinos, ni ocultar en cabeza de quienes está la responsabilidad principal por tanta amargura.

¿Inútiles o ávidos depredadores?

El mejor equipo de los últimos 50 años ha demostrado, con creces, que lejos está de ostentar calidad alguna para esa calificación; y que ni siquiera es un equipo, tanto por las operaciones cotidianas en una lucha mezquina por el poder entre quienes dicen conformarlo, como por la falta de coherencia exhibida impúdicamente por los funcionarios –sucesivamente- a cargo de las finanzas, de la energía, del trabajo, de la producción y de la mentada modernización del Estado.

Atribuirles impericia, ignorancia supina sobre el manejo de lo público, desconocimiento de básicas reglas de la política, ostensibles conflictos de intereses, portadores –no sanos- de una corrupción inagotable que traen de la actividad privada succionadora del Estado, o todos esos signos distintivos juntos, depende de la postura que asuma y la dirección de la mirada de cada uno.

Lo que no es posible sin ofender la inteligencia más elemental, es hacerse el distraído sobre los efectos nocivos para la mayoría de la población que han derivado de las medidas adoptadas por el Gobierno nacional desde diciembre de 2015, o soslayar qué sectores han resultado beneficiados y seguirán siéndolo conforme el rumbo elegido.

Mejor que decir es hacer

Es un postulado que completa otro: mejor que prometer es realizar. Ambos constituyen una concepción ideológica definida, una filosofía política que excede la retórica discursiva o una teoría pura alejada de la realidad concreta, y que se nutre de un pragmatismo indispensable para una gestión útil y verificable.

En el Peronismo es fundamental reconocer y reconocerse en la ineludible primacía de la Patria, para recién después plantearse el Movimiento, y por último los hombres (y mujeres, en una adaptación de ese lema ajustada a estos tiempos).

La referencia precedente no es pura nostalgia, ni idealismo ingenuo, sino una máxima inexorable que debe guiar el accionar de todos quienes pertenecen o confluyen en ese Movimiento Nacional.

Una exigencia actual, que cada vez cobra mayor sentido en la búsqueda de la Unidad para la construcción de un frente político, social y sindical que posea la suficiente fuerza para oponerse al avance por un camino que no sólo hace peligrar la Democracia, sino que implica un riesgo cierto de desintegración de una Argentina Soberana.

No basta con declararse partidario de esa unidad, es preciso concretarla. No alcanza con augurar actitudes para tal convergencia, hay que estar dispuesto a realizarla. Haciendo honor al orden de prioridades que distingue entre los intereses nacionales, sectoriales y personales.

El 2019 es hoy

Urge definir qué representa cada lado de la “grieta”, quiénes son los que –por acción u omisión- se sitúan en cada uno de sus márgenes, qué nos proponen unos y otros.

Es imperioso resignificar el sentido de Patria, de intereses nacionales, de principios y valores que nos identifican como Nación independiente ligada a una hermandad regional por un destino común.

Los compromisos asumidos y por asumirse con los organismos financieros internacionales, con el único declarado propósito de atender gastos corrientes o favorecer maniobras especulativas del capital concentrado, harían sonrojar hasta al propio Bernardino Rivadavia, tomador del empréstito con la Baring Brothers -primer endeudamiento externo de nuestro país que llevó más de 100 años saldarlo-, para lo cual, al menos, se aducía un destino de infraestructura portuaria y de producción agraria.

De persistir el rumbo anunciado, el efecto invernadero hará alcanzar temperaturas impredecibles en el clima social que deba afrontar el próximo Gobierno, sujeto a condicionamientos estructurales que reducirán notoriamente las alternativas para sortearlo con éxito.

La dirigencia política, gremial y social que hoy se exhibe como oposición no puede demorar la elaboración de un programa y una estrategia idóneas para rescatar a la Patria, defender la Democracia y luchar por la Justicia Social. No hay excusas para decir y no hacer, para prometer y no realizar.

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