El reciente preacuerdo entre el Partido Socialista Obrero Español y Unidas Podemos en el Reino de España, representados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, para formar gobierno es otro ejemplo de que en la política el espanto une más que el amor. De hecho, el amor es algo muy difícil de encontrar en la política, ya que las sociedades son cada vez más complejas, las diversidades parecen ampliarse casi hasta el infinito y no es posible encontrar un partido que contenga la amplia gama de visiones de una sociedad. En el caso español después de medio año de negociaciones y la repetición de un proceso electoral se ha formado una coalición que se define como “progresista” aunque tiene numerosos puntos en la nebulosa.
No solo la población española esperaba con ansiedad la negociación entre estas dos fuerzas políticas sino toda Europa, que observa con asombro cómo también en España ha crecido de manera considerable la extrema derecha de Vox, ahora con una fuerte presencia en el parlamento. Años atrás se decía que en España no había un partido de extrema derecha porque las voces más extremas estaban contenidas dentro del Partido Popular, donde se habían reciclado seguidores de Francisco Franco que añoraban la dictadura. Esto ha cambiado.
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Desde que se quebró el bipartidismo en 2014 con la aparición de Podemos en las elecciones al Parlamento europeo –ahora reconvertido en Unidas Podemos–, y el ascenso de VOX aprovechando el declive del PP, aparecieron los múltiples fantasmas del espanto. Surgió el miedo al crecimiento de Podemos como una fuerza de izquierda, aunque difícil de encasillar; a la irrupción del independentismo catalán con movilizaciones masivas, a la desintegración del Reino o a que se quiebre un sistema político basado en una monarquía. Y ahora a la extrema derecha.
El hecho de que ningún partido se acerque siquiera a la mayoría parlamentaria y que hoy ninguna coalición pueda garantizar estabilidad es la marca de la política española de los últimos años. Desde ya que todo partido preferiría gobernar en soledad. En ningún país las coaliciones se desean, surgen por necesidad, como única manera de llegar al gobierno y al poder, aunque no es lo mismo formar gobierno que tener la capacidad para gobernar cuando se está atado a compromisos con otros partidos con los que hay que negociar a veces con cara de perro.
Después de las elecciones de abril el PSOE y Unidas Podemos se enfrascaron en negociaciones estériles que condujeron a un nuevo proceso electoral y al crecimiento de Vox. En abril no los unía el amor, pero en noviembre los une el espanto.