Cuerpos descartables: cuando el despido se metió en todas las familias

30 de junio, 2018 | 06.00

Desde que asumió Cambiemos las noticias sobre los despidos en la administración pública, en las fábricas, en las pymes o en los negocios de la esquina son noticia. En algunos casos porque había muchos “ñoquis”; en otros porque los y las trabajadoras son un costo; en otros porque no cierran los números y en otros porque simplemente cierra el comercio. Tal es así que respecto a 2017 la desocupación subió casi dos puntos y se ubicó en 9,1% cuando a fines del año anterior había sido de 7,2%.

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Desde el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) indicaron que los resultados "representan un aumento significativo en la tasa de desocupación con relación al trimestre anterior, mientras las tasas de actividad y empleo no presentan diferencias estadísticamente significativas". En este sentido, según las cifras oficiales, la población desocupada alcanza a 1.183.000 personas sin trabajo y la subocupación afecta a 1.977.000 habitantes, sobre una población económicamente activa de 27,7 millones de personas.

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Hay un dato innegable, todas y todos conocemos a alguna persona cercana que recientemente o en la que va de la gestión de Cambiemos, se ha quedado sin trabajo por despido o por cierre del lugar. Si bien los números del INDEC muestran un leve descenso con relación al primer trimestre de 2017, que había sido del 9,2 por ciento, como destacó el último informe del Instituto de Trabajo y Economía Fundación Germán Abdala, el 44% de los empleos creados en el último año fue precario (asalariados no registrados o no asalariados).

Matías Maito, licenciado en Ciencias Políticas y miembro del CETyD - IDAES, indicó que desde que asumió el Gobierno de Cambiemos distinguimos dos etapas muy claras. “Hasta mediado de 2016 hay un claro proceso de destrucción de puestos de trabajo por las reformas estructurales que se implementan y luego hay un proceso de recuperación del empleo que llega a los niveles de 2015 pero que se empieza a detener ahora”, dijo y añadió: “Lo que está pasando ahora tiene que ver con que esa segunda etapa de recuperación del empleo parece estar llegando a su fin”. En este marco, el investigador explicó que desde febrero se observa un estancamiento en la formación del empleo que es un poco más silencioso dado que se debe a que las empresas dejaron de incorporar personal.

Por otro lado, tal como se mencionó anteriormente, otro de los problemas centrales en relación al mercado laboral que se está produciendo es la precarización del empleo. “Cada vez tenemos menos trabajadores asalariados registrados y cada vez una mayor proporción de cuentapropistas. De hecho, según datos del INDEC, la tasa de los trabajadores no registrados fue la más alta de los últimos 7 años”, comentó Maito. Además hay un notable crecimiento de la cantidad de contratos a tiempo determinado que también da cuenta de un pérdida de la calidad del empleo.

Por último, hay una notable caída del salario que en 2016 fue de 7 puntos; en 2017 hubo una recuperación y este año todo parece indicar que será más profunda que durante el primer año en que asumió Cambiemos.

Maito explicó que desde la lectura del Gobierno el principal problema en términos de empleo es que los costos laborales son muy elevados y por esta razón los empresarios tienen pocos incentivos para crear puestos de trabajo. Sin embargo, señaló que no se puede confirmar de ningún modo que la flexibilización de las relaciones laborales aumente el empleo, lo que sí aumenta es la desigualdad.

Más desiguales, más individualizados y más precarizados parece ser la política económica y social que impulsa Cambiemos. De hecho, según los últimos datos presentados por el INDEC empeoró la distribución del ingreso y el índice de Gini por lo que durante el primer trimestre de 2018 seis de cada diez trabajadores asalariados no pudo cubrir la Canasta Básica Total.

Cómo si fuéramos descartables o máquinas sin sentir, la política laboral del Gobierno trae los peores recuerdos de tiempos en donde los despidos, el índice de pobreza o de investigadores que se fugaban a otros países eran lo cotidiano. Detrás de esos números hay familias, personas, jóvenes que se ven obligados a cambiar su día a día, a dejar de pensar en vacaciones, en cine o incluso en comer.