No son días felices para el kirchnerismo. Cada vez parece que se le hace más notorio que el reloj de arena de su permanencia en la Casa Rosada se ha invertido por última vez y que se acerca la hora de ir haciendo el inventario de la entrega del Gobierno. Comparativamente, debería estar si no feliz, satisfecho: pocas administraciones se han retirado de ese establecimiento gubernativo sin que el fantasma de la ingobernabilidad no los asole brutalmente en sus últimos días presidenciales.
Claro, otra cosa es si se considera este tiempo de transición desde la aspiración de la continuidad del "Proyecto". Y aquí la cuestión, para no entrar en disquisiciones filosóficas, es prístinamente sencilla: para el núcleo dirigente del kirchnerismo (o sea, fundamentalmente la Presidenta y los pocos suyos) esa continuidad solo podría estar asegurada si alguien elegido por Ella es quien toma la posta.
Definido en esos términos de Mínimo Común Divisor, es evidente que la continuidad del Proyecto ha encontrado problemas significativos desde, al menos, la imposibilidad de la reforma constitucional que hubiera habilitado la reelección de CFK.
Y en ese sentido, lo que salta a la vista es que el kirchnerismo nunca puso ningún empeño en organizarse o como fuerza política independiente o bien copando el peronismo y reemplazando a los barones y condes territoriales en las gobernaciones e intendencias con actores políticos propios (sin ir más lejos, como lo hizo Raúl Alfonsín con mucho de la vieja UCR). Más bien optó por un núcleo abigarrado de leales que hiciera girar lo viejo y lo nuevo a su alrededor. Y, tardíamente, en la constitución de una fuerza juvenil que casi por definición difícilmente podría haber producido un candidato electoral competitivo.
Por supuesto, como se dice en el futbol, matemáticamente todavía es posible que surja un candidato kirchnerista puro; lo cual no significa que sea probable, ni mucho menos. Pero la cuestión que se quiere resaltar aquí es que si comparamos al kirchnerismo en términos de la organización de su sucesión con el PT, por ejemplo, las diferencias son enormes.
Lula comanda una fuerza organizada que encontró en Dilma un sucesor orgánico. Nadie dudó de la continuidad del programa trabalhista. En cambo ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández quisieron generar esa organicidad que hubiera relativizado seguramente su liderazgo personalista.
Así, el kirchnerismo considera que el peronismo vivió una larga década de victorias gracias a sus expensas, cosa que, en un punto, es así. El kirchnerismo en el poder, lidera al peronismo. Y todos los chisporroteos de vodevil entre el candidato que mejor mide en el Frente para la Victoria (que incluye al mayoritario peronismo oficialista) se reducen a que es el mismo kirchnerismo que se da cuenta que, muy difícilmente, en la Argentina se puede estar "en el poder, sin estar físicamente en el gobierno".
La cuestión es Scioli porque Scioli es quien más mide. Pero sería igual si Randazzo o incluso Uribarri mediera. Ninguno de ellos pertenece al núcleo kirchnerista que puede darle garantías de la continuidad que él pretende y demanda.
Ciertamente el kirchnerismo puede copar las listas de diputados y armar un frente legislativo importante. Sin embargo, este Gobierno deja un manual de como disciplinar al Congreso escrito en una década en la que ha gobernado con el látigo y la billetera. Y eso lo hizo a pesar de que llegó a la Presidencia con el 22% de los votos, teniendo como padrinos ni más ni menos a Eduardo Duhalde y al Grupo Clarín.
Es natural que un candidato que quiere ganar las elecciones busque los votos críticos que lo pueden llevar a la Casa Rosada. Eso es lo que está intentando Daniel Scioli porque sabe que con el voto duro kirchnerista no gana en primera vuelta, e incluso no queda bien parado para enfrentar una segunda vuelta.
Para decirlo con la foto de hoy: si el Frente para la Victoria quiere tener chances para alzarse con la Victoria debe trascender los votos que hoy consigue el kirchnerismo puro. Y el candidato que aparece como más chances para competir con ese voto con Sergio Massa y Mauricio Macri es Daniel Scioli.
Lo demás, si la candidatura de Scioli es conveniente para la gobernabilidad de CFK en este último tramo de gobierno, si el núcleo duro prefiere perder las elecciones antes de que sea Scioli quien lo suceda, o cualquier otra especulación similar puede ser muy relevante, pero es harina de otro costal.
Lo que queda claro es que la mayoría del peronismo oficialista apoya la candidatura de Scioli y el kirchnerismo -cuanto menos- le presenta reparos (cuestión que es aprovechada por quienes en el oficialismo tienen intereses concretos en que Scioli no sea el candidato del FPV). Problema que no tiene una sola y simple solución, y que será más el resultado de todo lo que vaya pasando antes de las P.A.S.O. O sea, dependerá de cómo la política se despliegue y vaya anulando los escenarios alternativos que hoy proliferan pletóricos.