Desde esta columna hemos planteado el conflicto suscitado entre los agentes financieros locales y los tenedores de deuda soberana por apropiarse de una oferta de dólares que resulta insuficiente para cancelar la renta financiera acumulada en las letras de liquidez (LeLiq) en el mercado local y el cumplimiento de los servicios de deuda pública en lo que resta del año y de 2020.
Decíamos que el gobierno intentaba suturar esta grieta con una oferta desde aquí hasta agosto cercana a los U$S 13.000 millones, conformados por el stock acumulado por el Tesoro Nacional remanente del 2018 (U$S 4.200 millones) y el estimado de liquidaciones de la publicitada buena cosecha (U$S 8.500 millones).
Los acontecimientos de esta semana revelaron que el flujo ofrecido es insuficiente para la demanda existente. Las tensiones se expresaron en un Riesgo País que cerró en 965 puntos y un dólar mayorista que lo hizo en casi $ 46.
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En este escenario, el presidente Macri, su jefe de Gabinete y su equipo económico hicieron gala de su absoluta incapacidad para enfrentar y encausar los desequilibrios. El mandatario comenzó a culpar a los argentinos por sus preferencias electorales, causantes de la "incertidumbre" de los mercados; el jefe de Gabinete salió a respaldar la candidatura de Macri, a la vez que la gobernadora Vidal desmentía reiteradamente, en un cónclave empresario, sus aspiraciones presidenciales. Los comunicadores oficialistas intentaron culpar a Cristina no ya de los males del pasado, sino de los que podrían ocurrir en el futuro. Cayendo en una suerte de contradicción esencial, su línea argumental indica que la ex presidenta ha hecho el peor gobierno de la historia, mientras tiene posibilidades de ganar las próximas elecciones.
Enmarcado en esta confusa verborragia discursiva, orientada a culpar a todos menos al gobierno de los hechos acontecidos, el equipo económico se planteó alterar el acuerdo alcanzado con el FMI y utilizar las reservas acumuladas en el Banco Central para financiar la dolarización de carteras en pesos. Este accionar conllevaría el abandono del programa financiero de cumplimiento de compromisos con el exterior que se había trazado y exhibido en Davos y en la propia asamblea de Primavera Boreal del organismo multilateral en Washington. Este último comportamiento aceleró la venta de títulos valores argentinos, sólo contenidos en su caída de cotización por compras urgentes que hizo el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES.
Con un llamado sin respuesta en el FMI, Dujovne viajó raudo a Brasilia para intentar concretar un acuerdo con el país vecino que le permita financiar las importaciones brasileñas, del mismo modo que ya lo ha hecho con China, y así ampliar la capacidad del Banco Central de vender dólares libremente.
Ni el Presidente de la Nación, ni su jefe de Gabinete, ni su ministro de Economía son capaces de generar confianza en los agentes económicos y recomponer cierta oferta privada de dólares. No lo han sido a lo largo de tres años de gobierno, más difícil es aún que eso ocurra en esta coyuntura.
Numerosos voceros ligados al mercado financiero argentino han comenzado a reclamar que se aflojen las restricciones impuestas por el FMI para la venta de dólares y, de ese modo, desarmar sin tensiones las carteras de activos financieros en pesos, con la consabida realización de ganancias en dólares. Este recorrido se haría a expensas de los recursos aportados por el organismo multilateral para pagar la deuda.
Este conflicto, disparado a partir de marzo, es el que puede terminar de desmoronar a un gobierno inerme frente a la presión de las fuerzas que él mismo desencadenó.
Si triunfa el planteo de los financistas locales en contra del acuerdo original con el FMI, se estaría repitiendo un escenario similar al del año 2001, en el que se vendieron U$S 20.000 millones de reservas del Banco Central a una paridad cambiaria U$S 1 = $ 1, acto detonante del default. Argentina debe evitar el default utilizando los recursos aportados por el acuerdo con el FMI para cumplir sus compromisos e impedir que los mismos se dilapiden en pagar una renta financiera descomunal, similar a la ocurrida el año pasado con las LeBaC.
Un "golpe de mercado" es, en definitiva, el conflicto entre agentes económicos poderosos por una torta de divisas cada vez más chica, ante un gobierno debilitado e incapaz de ordenar la situación. Esto le permite deshacerse del gobierno débil pero, a la vez, condicionar a un nuevo gobierno surgido del voto popular.