Cuando el presidente Alberto Fernández proyectaba el rumbo económico durante su mandato imaginaba muchas dificultades, como el peso de la deuda externa y el arrastre recesivo, pero jamás una pandemia que iba a confinar a la sociedad hacia un aislamiento total. El coronavirus cerró las puertas de una recuperación en el mediano plazo y, de mínima, recién el año que viene se podría proyectar un nuevo rumbo.
Durante la semana, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, lanzaron el paquete de medidas en las vísperas del anuncio de la cuarentena obligatoria. El insumo del Estado roza los $ 700.000 millones para paliar los efectos recesivos que produce el coronavirus en todo el mundo.
Pero ni siquiera el bono de $ 3.000 para los jubilados que ganan la mínima, la duplicación de la AUH, la asistencia para las pymes en el pago de salarios o el control de precios servirán para estimular la actividad económica hacia un sendero positivo. A modo de piloto de tormenta, Fernández quiere amortiguar el impacto.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El propio ministro de Salud, Ginés González García, sostuvo que la salud primará por sobre la economía. Por su parte, el jefe de gabinete de la provincia de Buenos Aires, Carlos Bianco, se expresó en la misma sintonía, aunque remarcó que tratarán de generar un “equilibrio” para que la economía no se derrumbe.
En conversación con este medio, el economista jefe de la consultora Elypsis, Martín Kalos, afirmó que la pandemia “impacta en forma considerable a nivel macro, en cada empresa y cada familia”, y agregó: “recién estamos viendo cuánto puede durar”.
Para Kalos, “la salida de la crisis se demora y ya no hay esperanza de rebote este año, sino para el año que viene". En relación a esto, sumó: "Argentina está en plena crisis hace dos años, y el virus agrava esta situación”. Respecto al corto plazo, explicó: “con el paquete de medidas se atiende las familias y las empresas, lo cual ya se logró”.
En esa línea, subrayó que la misión del Gobierno será atender de manera profunda a los monotributistas, a las minorías de género y las pymes no bancarizadas, que no podrán acceder a las facilidades crediticias. “Debería haber condonación de impuestos, no pagar monotributo, ingresos brutos, adelantos de ganancias”, explayó.
Es que un cese de actividades implica unos U$S 1.000 millones por día en términos de producto bruto interno, según estimaciones privadas. Pero el clima global es la principal traba para que la rueda de la economía funcione y la llave para destrabar el estancamiento es la madre de todas las batallas: la deuda externa.
Cómo afecta la negociación
Según un informe de la consultora Analytica al que pudo acceder El Destape, “el nuevo escenario impuesto por el efecto Coronavirus, con tasas bajas, caída en el flujo de comercio exterior y menores precios de las materias primas, sugieren que el gobierno nacional debería apostar algo más al mercado interno. El vehículo para hacerlo es la negociación de la deuda. Una salida amigable descomprime la presión sobre las exportaciones y puede habilitar algo de financiamiento voluntario. Ergo, más dólares”.
El economista e investigador Sergio Chouza remarcó que “las economías más pujantes del mundo caerán y eso es un impacto muy fuerte”. Al mismo tiempo, señaló que “habrá menos flujo por la crisis global, por el cierre de fronteras, y por ende, menor intercambio comercial”.
Sin embargo, Chouza marcó como positivo el hecho del leve repunte durante la última jornada en los mercados. “Que empiece a apaciguar el ruido financiero es sumamente positivo para la fase final de nuestra renegociación de deuda, de las próximas semanas”, deslizó.
“El riesgo país creció en proporción a la par de lo que creció en todo el mundo, no por una cuestión local. Lo que sí es cierto es que la dinámica global puede afectar y la volatilidad es negativa a la hora de encarar cualquier tipo de propuesta”, analizó.
Por su parte, Kalos anticipó que la reestructuración “puede llegar a buen puerto independiente de la crisis, pero es menos probable que antes”. El economista marcó tres ejes que complican las negociaciones en este contexto.
“En primer lugar, hay una huida de activos riesgosos y Argentina es riesgosa. Además, el costo de oportunidad cambió, la tasa de interés que conseguirías en otros activos y el rendimiento en mercados secundarios también condiciona la propuesta”, enfatizó. Por último, como tercer motivo, soslayó: “esos fondos de inversión que podían dedicarte tiempo y atención para negociar con vos, ahora tienen otras preocupaciones que atender donde tienen mayor capital invertido”.
En este contexto, Guzmán, les explicó a los bonistas la necesidad de realizar una reestructuración de la deuda en dólares. La propuesta de renegociación será lanzada luego de un intercambio con los acreedores la semana próxima.
Desde el microcine del Palacio de Hacienda, detalló por qué la deuda argentina es insostenible. El jefe de cartera estimó que, para este año, la recesión alcanzará el 1,5%, el déficit fiscal el 1,5%, la balanza comercial registrará un superávit de hasta el 3,8% y que el Banco Central terminará con U$S 50.000 millones de reservas.
En cambio, para 2021, proyectó que el país de la crisis con un crecimiento real de entre el 2,5% y el 3%. Este irá menguando hasta converger a un alza del PBI de entre el 1,5% y el 2% desde 2023. El equilibrio fiscal recién se alcanzará para fin de 2022 o principios de 2023. Y el objetivo, un superávit del 1,2%, recién se pronosticó para 2027.
Claro, las cuentas fueron hechas previas al brote del coronavirus. Las próximas semanas determinarán si el control sanitario podrá controlar la pandemia que pulverizó a las economías del planeta.