Hoy se estrenó la nueva y enrejada Plaza de Mayo, luego de seis meses de construcción, y tomó una apariencia PRO: al igual que el resto de los espacios públicos porteños, se destruyó la parte verde para darle paso a baldosas blancas y cemento.
El proyecto le costó a los ciudadanos 44 millones de pesos, en medio de un brutal ajuste y los anuncios de que se reducirán las obras públicas.
Otra de las grandes polémicas fue la inserción de rejas en donde antes estaban las vallas de contención desde 2001 y otras de mayor altura en la circunferencia que rodea a la estatua Pirámide de Mayo, que aseguran desde el Gobierno "se pueden retirar en 48 horas".
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La remodelación comenzó a fines del año pasado como la última etapa de la "puesta en valor del eje cívico Congreso-Plaza de Mayo", que incluyó, entre otras cosas, obras en la Plaza del Congreso y la restitución de cuatro estatuas en la Pirámide de Mayo.
En particular, las obras en Plaza de Mayo generaron reacciones de especialistas y organizaciones de defensa del patrimonio, por considerar que no se siguieron los pasos que estipula el Código de Planeamiento Urbano para casos como estos, de un elevado nivel de protección. Los datos están a la vista.
La Plaza del Pueblo parece una vía de paso transeúnte. Eliminaron todos los canteros centrales para remplazarlas por baldosas, mientras que las fuentes ya no están rodeadas por asientos para sentarse.