"Les pido encarecidamente a los diputados que pidieron la sesión que tenga en cuenta que hay muchísimos argentinos cristianos, musulmanes, judíos, que están viviendo en este momento un tiempo sagrado para todas las religiones, entonces no podemos violentar para dividir (...) Es un momento de purificación: entonces es demasiado violento no respetar las creencias”.
No debatan, respeten las creencias personales, no sean "violentas". Ese es el pedido que días atrás nos hacía la diputada Elisa Carrió. Su voz grafica lo que piensan los sectores más reaccionarios de la sociedad y otros (y otras) que entienden que sus creencias están por sobre la salud pública y el derecho a decidir de las mujeres.
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La frase grandilocuente y pretendidamente ecuménica de Carrió se derrumbó. Las primeras encuestas ya dan que la mayor parte de la sociedad está a favor de que se debata y legisle sobre este derecho.
Tampoco alcanzó para que el presidente saque la mención al aborto del discurso de apertura de las sesiones legislativas. “Estoy a favor de la vida”, dijo Macri. Contrario sensu, las que están a favor de la legalización del aborto, no lo estarían.
Macri y tantos otros no tomaron repentino interés por el tema porque les preocupe la salud de las mujeres. Nadie puede ignorar que las declaraciones de Macri esconden el intento de desviar la atención de esa enorme fuerza social que se expresó en las calles de diciembre contra la reforma previsional y, más recientemente, el 21 de febrero, con miles de trabajadoras y trabajadores que mostraron que hay fuerza y voluntad de derrotar su plan de hambre y entrega.
Entonces, ¿por qué toman nuestra demanda?
En el Mundo, la lucha de las mujeres irrumpe con fuerza. Antiguas formas de opresión hoy ya no se toleran y se denuncian. Argentina no está exenta de ello: desde el 3 de junio de 2015 las mujeres ganamos la calle al grito de Ni una menosy venimos viendo cómo nuestra fuerza se expresa en un enorme protagonismo. Las vimos en PepsiCo ante al cierre de la empresa, enfrentando a la Policía en un operativo feroz. Fue nuestro orgullo estar con ellas y poder acompañarlas.
Hoy hay mujeres a la cabeza de las principales luchas del país: desde las aguerridas mujeres azucareras que en Jujuy enfrentan los despidos bajo el Gobierno de Morales a las valientes obreras y familiares de los mineros del carbón de Río Turbio, pasando por las maestras que salen a la calle contra el techo salarial de Macri y de Vidal y las trabajadoras de la salud del Hospital Posadas, que vienen denunciando que Cambiemos habla mucho en nombre de la vida, pero deja en la calle a cientos de mujeres y familias, incluidas compañeras que están embarazadas y no tendrán siquiera una obra social para transitar su parto.
Más allá de cualquier oportunismo de ocasión, la agenda, entonces, la pusimos nosotras. Eso es claro.
No va a asombrarnos el desprecio que este Gobierno tiene por la vida de las mujeres, particularmente de las trabajadoras y pobres. Y sabemos muy bien que todos los derechos que conquistamos fueron producto de nuestra lucha: ningún Gobierno nos ha regalado nada. Por eso más que nunca nos tenemos que organizar y movilizar.
Al grito de ¡Ni una menos, vivas nos queremos!, enfrentando la violencia machista y la brutalidad de los femicidios, reclamando por el derecho al trabajo, exigiendo el mismo salario por la misma tarea, peleando por nuestro lugar en los sindicatos, saliendo a las calles para exigir que no haya más muertas por la clandestinidad del aborto, las mujeres aprendimos en todos estos años a transformar la bronca y el dolor en organización, para multiplicar la fuerza de nuestros reclamos.
Esa fuerza que necesitamos saldrá de las alianzas profundas que podamos tejer con la juventud, con los trabajadores, con los sectores más oprimidos y explotados por este sistema capitalista y patriarcal, con aquellos y aquellas que no tienen que nada que perder más que sus cadenas.
Por eso luchamos, para conquistar todas las libertades que nos niegan, para desatar la rebeldía de millones, para desplegar la energía de lucha y organizar una fuerza imparable de centenares de miles de mujeres y varones que cuestione de raíz a este sistema capitalista que reproduce el patriarcado.
Como alguien dijo una vez, si nos proponemos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres.