En los últimos quince días el peso se devaluó un 17 % frente al dólar y parece seguir subiendo más allá de los $ 24. No hay anuncio económico ni medida que calme el estrés y nerviosismo en el sector financiero, lo que también tiene en vilo a toda la sociedad. Reina la incertidumbre.
Pero lo que está sucediendo es mucho más que una corrida cambiaria llevada adelante por los grupos financieros. Se trata de una crisis política y económica que ya empieza a tomar un carácter histórico. No hace falta ser experto en economía para saber que el préstamo pedido por el Gobierno al Fondo Monetario Internacional es un sinceramiento del fracaso de sus políticas. Los trabajadores y el pueblo pobre entendemos perfectamente qué significa endeudarse con el FMI. Por eso las encuestas muestran un profundo rechazo al acuerdo, incluso para la mayoría de los votantes macristas.
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Se prepara un mayor ajuste sobre los trabajadores. El acuerdo stand by con el FMI es un reconocimiento de que la dirección de la economía queda en manos del organismo, que no tarda en imponer sus condicionalidades. Por presión de los empresarios, los exportadores, los especuladores y el FMI, el Gobierno se muestra impotente para detener una corrida cambiaria de estos sectores que devalúe más la moneda.
Esto se traducirá rápidamente en los precios internos, afectando el bolsillo del pueblo trabajador. Junto con ello, están preparando medidas de achicamiento del Estado, despidos y recesión. Pero la agenda del FMI y los empresarios es también avanzar con la reforma laboral y aumentar la edad jubilatoria. No les fue suficiente la caída de seis puntos del salario real desde que asumió Macri: quieren ir por más y descargar la crisis generada por ellos mismos sobre las condiciones de vida de los trabajadores.
Nadie cree la versión del Gobierno de que los problemas vienen solamente por un cambio en las condiciones internacionales. Si bien es cierto que la suba de la tasa de interés en Estados Unidos generó ciertas turbulencias en otros países dependientes, la crisis actual es un resultado autogenerado de las políticas de Cambiemos, que acentuaron los problemas estructurales de la economía, arrastrados desde el Gobierno anterior, que exponen severamente a la Argentina a los vaivenes de la economía internacional.
A los problemas en el saldo comercial se le suma la salida de utilidades y dividendos de las empresas trasnacionales y el creciente peso de los intereses de la deuda externa. En solo dos años y medio la deuda pública se incrementó U$S 100.000 millones, especialmente la parte externa, para sostener el esquema de la “bicicleta financiera”. Así, la fuga de capitales se acelera y ya superó los U$S 22.000 millones en 2017.
Tampoco es cierto que se trate de una “vuelta” al FMI, porque nunca nos fuimos. El Gobierno de los Kirchner pagó anticipadamente U$S 10.000 millones al FMI, comprometiendo más de un tercio de las reservas del país y aceptando toda la deuda exigida por el organismo. Pero Argentina siguió siendo miembro del FMI, lo que en gran parte habilita que el gabinete económico pueda ir a pedir un préstamo.
Así, el nuevo pacto de sumisión con el FMI muestra también la estafa del “desendeudamiento” del kirchnerismo como estrategia de soberanía, que implicó un pago sideral de deuda ilegítima e ilegal de más de U$S 200.000 millones, destinando excedentes inéditos del balance externo para transferir riqueza a los acreedores. No es así como vamos a romper las ataduras con el imperialismo.
No hay salida a esta crisis, dentro de los parámetros de la economía capitalista, que no implique un ajuste sobre los trabajadores. Por eso, si el Gobierno y sus aliados políticos del peronismo están preparando un nuevo saqueo sobre el pueblo trabajador, los trabajadores debemos prepararnos para enfrentarlo. Las fuerzas están. Lo expresamos en las movilizaciones de diciembre contra la reforma previsional y ahora con el rotundo rechazo a los tarifazos. Se trata de imponer una perspectiva propia de los trabajadores que derrote el acuerdo con el FMI, dejar de pagar la deuda externa y nacionalizar toda la banca bajo gestión de los trabajadores. Para ello debemos quebrar la tregua de las burocracias sindicales con el Gobierno, conquistando un plan de lucha en las calles y un verdadero paro general.
* El autor es diputado nacional del PTS-Frente de Izquierda.