¿Los controles cambiarios llegaron para quedarse?

La demanda de dólares estadounidenses para ahorro supera al necesario para importaciones y pago de deuda. Este escenario obliga a encontrar una solución. 

05 de octubre, 2019 | 21.33

La palabra “cepo” fue una estrategia publicitaria creada por la prensa hegemónica para deslegitimar los controles cambiarios. Así se ganan también las batallas culturales, se repite cien mil veces un concepto hasta que queda. Por si se habla de cepo los lectores saben que se refiere a las restricciones a la compra de dólares o, más concretamente, “a la pérdida de la libertad de comprar cualquier cantidad de dólares al tipo de cambio oficial”. El llamado cepo fue estigmatizado en su momento, pero los controles cambiarios serán muy posiblemente una necesidad. En la economía posmacrista los números de las cuentas externas y de dolarización de excedentes que condujeron a los viejos y nuevos controles estarán presentes por muchos años.

  El éxito en denominar “cepo” a estas restricciones fue lo que tras las PASO llevó inmediatamente a hablar del “cepito de Macri”. Para evitar que se siga devaluando el peso el gobierno debió quemar sus dogmatismos librecambistas y establecer tibias restricciones a las compras de dólares a las personas humanas, así como el incomprensible cierre a la remisión de utilidades de las multinacionales. El macrismo bajó así una de sus principales banderas, pero para variar, lo hizo bastante mal. Al permitir la continuidad de la compra de particulares por hasta 10 mil dólares mensuales, no cerró la principal ventanilla para la dolarización de excedentes.

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  Hubo una razón para proceder de esta manera: no se quiso irritar a la clase media real que supone su base electoral, por eso “cepito” y no cepo. Allí estaba la historia para enseñarlo. La ruptura social del kirchnerismo con los sectores medios después del triunfo por el 54 por ciento de los votos en 2011 comenzó por las restricciones a las compras de divisas, una medida también tomada atolondradamente en un contexto en el que comenzaba a aparecer la escasez de dólares, pero en una situación mucho menos grave que en el presente y todavía con muchos instrumentos a mano. Sin embargo no se busca aquí juzgar el pasado, sino analizar los problemas del presente y el futuro inmediato. Y el punto es que no querer irritar a las clases que tienen margen para ahorrar en dólares, o mejor dicho para poner a salvo sus excedentes de la depreciación de la moneda local, no cierra el grifo de la demanda de divisas. Esta situación es la manifestación correlacionada de los dos problemas macroeconómicos principales de la economía local, la restricción externa y la perdida de la función de reserva de valor de la moneda que conduce al bimonetarismo de hecho.

  Antes de continuar el razonamiento se necesita repasar los números. Como muestra el cuadro 1, la dolarización de excedentes fue en 2018 y en los primeros 8 meses de 2019 la principal fuente de demanda de dólares. Solamente en los primeros 8 meses del año el rubro sumó casi 58 mil millones de dólares, más que el crédito que el FMI todavía no terminó de desembolsar y de los 43 mil que se pagaron como amortización de deuda o los magros 23 mil de importaciones.

  Cuando se habla del problema estructural de la restricción externa que pone un límite al crecimiento que es posible inducir a través de la expansión de la demanda suele pensarse solamente en la dimensión “real” de la economía, en el balance comercial, en las importaciones superando a las exportaciones. Lo que se observa si se compara el cuadro 1 sobre el uso de los dólares, con el cuadro 2 que muestra las fuentes de divisas, ambos elaborados por FIDE sobre la base del balance cambiario del BCRA, es la distorsión introducida en el problema de la escasez de divisas por el nuevo peso del endeudamiento, pero “en primer lugar”, por la dolarización de los excedentes. Dicho de manera muy sencilla el grueso de las divisas que la economía debe conseguir se destina al ahorro de particulares y empresas, eso que suele mal llamarse “fuga” y que no es precisamente salida de capitales, sino “dólares para atesoramiento”.

  Hasta ahora el mainstream de la economía trató a este rubro como un subproducto. Su peso en el balance cambiario amerita sin embargo que se lo trate en forma autónoma. El nuevo gobierno, entonces, tendrá entre sus tareas principales renegociar la deuda con privados y con el FMI, resolver la escasez de divisas de manera genuina aumentando exportaciones y sustituyendo importaciones y “resolver el problema del atesoramiento en divisas”, esto último posiblemente demande restricciones cambiarias transitorias más fuertes a las ya establecidas, al menos hasta que comience a recuperarse la función de reserva de valor de la moneda local. En su defecto debería seguir tomándose deuda por el equivalente para ahorrar, si tal cosa fuera posible, lo que agravaría el cuadro en el mediano plazo. Es un problema que no puede excluirse de la agenda porque forma parte de las transformaciones estructurales imprescindibles. En el camino se trata de privilegiar el uso de los dólares para la producción versus su uso para atesoramiento.-