La reconocida serie web Cualca, que ya había amenazado con terminar en 2013, logrando resurgir de las cenizas gracias al apoyo económico de sus propios seguidores, se ha vuelto a despedir de su audiencia hace unos pocos días. ¿Se trata del final definitivo? Malena Pichot, la creadora y principal cara visible del proyecto, confiesa que no lo sabe: "La existencia o no de Cualca tiene que ver únicamente con cuándo y cómo podamos conseguir el dinero para producirlo. No hay marca, canal o lo que sea interesado en nosotros. En un punto es un halago, en otro punto es una paja".
Esta última frase define claramente la situación paradójica que enfrenta la serie: lo que perdió en masividad y en presupuesto cuando dejó de ser una sección fija en el programa Duro de domar, lo ganó con la posibilidad de mantener su autonomía creativa y de fidelizar a su público cuando se convirtió en la comedia web más vista de Argentina. Pero entonces, ¿cuál es el motivo por el cual ningún productor local apuesta por este fenómeno? ¿Será porque lo consideran un producto agotado, que ya dio todo lo que tenía para dar? ¿O, por el contrario, lo que inquieta es su carácter imprevisible? ¿Se trata de un tipo de humor demasiado ingenuo para lo que los argentinos solemos ver?
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
En cualquier caso, el expeditivo saludo final de Pichot en el último sketch basta para advertir la impronta diferencial que caracteriza a la serie. Que no hayan elegido la despedida sensiblera con barniz épico típica de la comedia local (desde la legendaria Chachachá hasta la flamante y lograda Tiempo Libre de Martín Piroyansky incurren en ese pecado capital), confirma que Pichot y su equipo saben retirarse de escena con el mismo atrevimiento y la misma frescura con la que han sabido grabar en el imaginario colectivo a personajes como Caro Pardiaco, el Señor Brócoli, o el CEO y al mismo tiempo gurú espiritual Sri Sri Sri Sri Cusi. Escritos e interpretados por un grupo de virtuosos actores provenientes del circuito independiente, los sketches de Cualca no se reducen a la parodia bizarra de géneros cinematográficos y televisivos, o a esa suerte de monólogo escenificado donde el repaso de situaciones cotidianas propio del stand-up se va representando de forma ficcional en la pantalla; a estos formatos se suman piezas más experimentales, a veces brevísimas, que juegan con una chabacanería que se ríe de sí misma, un absurdo que roza lo patético, y hasta un humor intelectual rebuscado y superficial.
Esta libertad creativa, herencia directa de las escuelas de Alfredo Casero, Diego Capussotto, Antonio Gasalla y Juana Molina, se combina con una absorción inteligente y eficaz del lenguaje audiovisual de la sitcom norteamericana para dar vida a un producto atractivo, versátil, fotográficamente bonito (lo que algunos llaman una estética palermitana) y, desde el punto de vista de nuestra tradición, novedoso. Porque el formato breve y lacónico no impide que la serie tome riesgos y se posicione respecto a ciertas notas omnipresentes del humor argentino: a su manera despreocupada e irreverente, Cualca arma su propio sistema de continuidades y rupturas, y así como el Pomelo de Capussotto funciona como parodia de la rebeldía sin causa en el rock actual, el skecth "Capocómicos" de Cualca expone mediante el humor negro el machismo desencadenado de humoristas elevados a la figura de próceres nacionales como lo son Olmedo y Porcel.
Por otra parte, la serie no circunscribe sus dentelladas irónicas a los medios de comunicación, la dirigencia política y los empresarios, si no que sobre todo –y este es el principal valor crítico que la distingue de otros programas– se burla de toda una serie de preconceptos muy arraigados en eso que llamamos sentido común: desde la conductora del programa infantil Marce Mar, que trata a sus espectadores niños como infradotados, hasta el empleador que se disculpa por echar a su empleado creyendo necesario aclarar (por lo demás, sinceramente) que el despido "no tiene nada que ver con su homosexualidad"; pasando por los porteros fascistas, las ancianas que no paran de ventilar su racismo en la fila de los supermercados, las adolescentes groupis que se quejan de la vanidad de sus novios rockeros solo cuando están delante de sus amigas. Los diálogos de Cualca ponen en evidencia la naturaleza anacrónica de gran parte de las ideas comunes que aún hoy en día siguen siendo la base de nuestras conversaciones cotidianas. Pero no incurren en el error de proponer alternativas positivas a esas ideas: se animan a ponerlas en juego, a reírse de ellas, a atravesarlas.
Prueba de esto es la respuesta que nos dio Julián Lucero (uno de esos actores cómicos cuya sola visión tienta a la carcajada) cuando le preguntamos sobre sus inclinaciones políticas -un tema, el de los supuestos mensajes políticos de la serie, que ha levantado cierto revuelo en los comments de las redes sociales. "Si tengo que elegir entre Massa y Randazzo", responde Julián, "me quedo con este último (si me compra un departamento). Aclaración 1: Banco mucho a Luis Zamora. Aclaración 2: Pino Solanas es un capítulo de la dimensión desconocida".
Frescos y extravagantes, sentimentales y kitsch, clásicos y surrealistas, evidentes y ácidos... Los Cualca podrían volver, en alguna de sus formas, para mediados de este 2015. "Tenemos ganas de hacer cosas más cortas y más locas", cuenta Lucero. Y Pichot agrega: "Por estos días nos entretenemos escribiendo una película con Charo López". La pregunta, obvia, es: ¿cómo conseguirán financiación para estos proyectos?
El tiempo dirá; mientras tanto, nosotros podríamos invertir nuestra pregunta inicial y en vez de cuestionarnos por qué motivo Cualca no está hoy en la TV, pensar cómo fue posible que, mediante el uso de una plataforma de crowfunding, el equipo haya logrado reunir casi $ 250.000 a base de pequeñas contribuciones que realizaron durante semanas sus cyberespectadores. Este logro de autofinanciación fue, sin ir más lejos, el que les permitió volver a grabar en 2014 material original en formato virtual, con la misma calidad fotográfica y de producción que en las temporadas anteriores. "Los pros de las series web son absolutamente todos, es gente nueva haciendo cosas", comenta Pichot. "La tele está dominada por tres o cuatro productoras gigantes que manejan el contenido de ficción y eso es impenetrable". Y concluye: "Cualca no responde a ninguna gran empresa, ni a ningún ser que represente poder, no tenemos agente de prensa y nosotros mismos somos malísimos operando y rosqueando a nuestro favor. Cualca solo nos sirve a nosotros que amamos hacerlo y a la gente que le causa gracia. Cualca no tiene intermediarios entre nosotros y el público. Lo cual es bastante romántico".