La faceta geopolítica de la pandemia se agudiza con tanta velocidad como las nuevas cepas se expanden por el planeta. El coronavirus, los enfermos, los insumos, las vacunas, todo se juega en el tablero más grande del mundo. Tres datos. El primero salió ayer en los diarios de todo el planeta: el gobierno de Estados Unidos presionó a Jair Bolsonaro para que rechace la vacuna Sputnik V, en un intento de frenar la influencia rusa en América Latina.
El segundo se desprende de aquel: Washington teme a Moscú, tanto como para preocuparse por boicotear la compra de vacunas durante una pandemia (es una preocupación que costó vidas brasileñas). El tercero es que fracasó: después de una resistencia inicial, Brasil no solamente negoció con Vladimir Putin la compra de 10 millones de dosis, también llegó un acuerdo para fabricar la Sputnik en su territorio.
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La presión a Bolsonaro fue admitida en un documento oficial de la CDC (la autoridad norteamericana en materia de salud) que reseña los avances de ese organismo durante la pandemia. Bajo el apartado “Fortaleciendo la Cooperación Sanitaria y el Liderazgo Humanitario (sic) de los Estados Unidos”, el primer subtítulo deja poco margen a la imaginación: “Combatiendo influencias malignas en las Américas”.
Allí, dice que Washington “utilizó las relaciones diplomáticas en las Américas para mitigar los esfuerzos de otros Estados, incluyendo a Cuba, Venezuela y Rusia, que están trabajando para expandir su influencia en la región”. Entre los ejemplos, cita a el uso de misiones diplomáticas para “persuadir a Brasil de rechazar la vacuna rusa contra el Covid-19” y la asistencia a Panamá para que no aceptara una dotación de médicos cubanos.
Esta semana también comenzó el proceso que culminará con la aprobación de la vacuna rusa en la Unión Europea, algo que puede tomar, como mucho, algunas semanas. En el interín, el Instituto Gamaleya ya tiene acuerdos con laboratorios de España, Francia, Alemania e Italia para aumentar la producción: apuntan a fabricar 50 millones de dosis por mes en la segunda mitad del año.
A pesar de la resistencia inicial, la efectividad de la vacuna rusa y la falta de efectos secundarios reportados ha hecho que varios países europeos la miren con interés. Las dificultades de la de Oxford y AstraZeneca, que tiene sus envíos demorados y en algunos países fue puesta en suspenso para investigar si una serie de casos de coágulos sanguíneos (37 en una población de decenas de millones) está o no vinculada a su uso.