La imagen del Partido Laborista cayó en picada después de jugar la carta de la austeridad fiscal

Se terminó la luna de miel para Keir Starmer luego de la vuelta histórica del Laborismo. Una encuesta marcó una caída en la imagen de 40 puntos. 

30 de septiembre, 2024 | 19.19

El Partido Laborista de Reino Unido volvió al poder como un auténtico tsunami en junio pasado, al conseguir una mayoría absoluta de más de 400 escaños, empujado principalmente por el fracaso de la gestión del Partido Conservador durante los últimos 14 años. El primer ministro Keir Starmer ganó con la promesa de un cambio frente a las políticas conservadoras de austeridad fiscal. Pero la luna de miel duró poco. Según un estudio de Opinium, en los apenas dos meses de Gobierno la imagen de Starmer cayó 40 puntos. El primer ministro también abrió un frente en las filas de su propio partido, al perder por estrecho margen una votación para recortar los subsidios a los combustibles para personas en alguna situación de vulnerabilidad

La rápida caída no sorprende si se analiza la cronología de la llegada al poder de Starmer. En primer lugar, la victoria de los laboristas el pasado 4 de junio es un poco engañosa. El retorno con fuerza de los laboristas se debe principalmente al rechazo hacia los conservadores y a un sistema bipartidista británico que ofrece pocas alternativas. En ese contexto, el apoyo al laborismo sigue siendo bajo dado que en las últimas elecciones participó solo un 60% del electorado -una de las cifras más bajas en 20 años- y recibió 9,7 millones de votos, bastante menos que en 2017 (12,9 millones) y 2019 (10,3 millones), cuando era posición.

Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

La falta de anuncios de medidas sociales concretas para responder a las necesidades de los ingleses fue la primera decepción del gobierno de Starmer, pero el primer ministro no se quedó ahí. La semana pasada anunció que para cubrir el déficit de 22 mil millones de libras esterlinas necesitará hacer recortes presupuestarios. Limitar las ayudas y eliminar los subsidios energéticos, en lugar de aumentar los impuestos a las empresas y los superbeneficios. La política que parece delinear Starmer no presenta un cambio radical respecto a la austeridad experimentada bajo los primeros ministros conservadores. En este sentido, Starmer se inscribe en la política centrista que inició Tony Blair.

El nuevo Laborismo

Blair llegó al cargo más alto de Inglaterra en 1997 reformando profundamente el Partido Laborista. Adoptó la economía de mercado, apoyó las reformas liberales de la Unión Europea y respaldó a Estados Unidos en Irak. Este "New Labour", más centrista, coexistió con un ala izquierda más radical. Sin embargo, en los últimos años, se produjo una gran limpieza interna. Aunque Jeremy Corbyn había tomado las riendas del Partido Laborista en 2015, prometiendo renacionalización, redistribución e inversión pública, no se mantuvo mucho tiempo al frente. Las divisiones políticas del laborismo durante el Brexit, junto con la ofensiva mediática contra Corbyn por sus posiciones sobre Palestina, lo llevaron a perder su lugar. Le siguió una ola de expulsiones para deshacerse de diputados y figuras demasiado radicales, demasiado de izquierda.

Una nueva decepción ¿Qué riesgos existen?

El establecimiento de esta izquierda sin intención de ruptura en el poder no está exento de riesgos. En un artículo crítico, el New Statesman comparó a Starmer con el ex presidente francés François Hollande. Ambos, según el autor: "Aburridos, seguros, centristas y probablemente condenados al fracaso". Un destino poco alentador para un país en crisis. Hollande, aunque lideraba el Partido Socialista, fue pionero en la derechización del panorama político francés. Se le reprochan las reformas laborales en favor de los empresarios y la falta de voluntad para redistribuir la riqueza. Economistas como Thomas Piketty, famoso por su bestseller El Capital en el Siglo XXI, alzaron la voz: “Al no tomar en serio las demandas de la izquierda de poner fin a la austeridad, nos enfrentamos a la derecha extrema, lo que es mucho más peligroso”, declaró en una entrevista con Le Nouvel Observateur. En efecto, al no atender las demandas sociales, Hollande provocó un rechazo generalizado de los partidos tradicionales de derecha e izquierda. Esos mismos electores se volcaron en 2017 hacia la única opción que nunca habían probado: la extrema derecha.

En el Reino Unido, el peligro fascista también podría aparecer. Los discursos mediáticos de los gobiernos conservadores en los últimos años no han tenido reparos en señalar al "migrante" como la fuente de todos los problemas del país. Rishi Sunak implementó la expulsión de migrantes a Ruanda. "Esta nueva legislación socava gravemente el Estado de derecho en el Reino Unido y crea un precedente peligroso en el mundo", criticó el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, sin lograr cambios. Los recientes disturbios de skinheads este verano son motivo de preocupación. El profesor de ciencia política de la University College London Philippe Marlière, opinó: "El mejor antídoto contra los disturbios neofascistas es restaurar servicios públicos de calidad, invertir en empleos locales sostenibles y no ceder a los discursos reaccionarios anti-inmigrantes".

En este sentido, las políticas propuestas por Corbyn, apoyadas por una gran parte del pueblo británico, son mucho más radicales que las defendidas por Starmer. Una encuesta de Ipsos de julio de 2023 mostró que más del 60% de los ingleses apoyan la renacionalización del agua, los trenes y la energía. Si el nuevo primer ministro no cumple con las expectativas, no será el regreso de los conservadores lo que haya que temer, sino el auge de una nueva extrema derecha inglesa.