En una histórica votación, los diputados británicos aprobaron un proyecto de ley de muerte asistida para Inglaterra y Gales. Se trata del primer paso en el trámite legislativo, por lo que ahora deberá ser examinada en comisión antes de ser sometida de nuevo a la aprobación de las dos cámaras del Parlamento. El debate estuvo marcado por intensas polémicas éticas y religiosas y, finalmente, la propuesta fue aprobada por 330 votos a favor y 275 en contra.
El texto permitiría el suicidio asistido a los pacientes en Inglaterra y Gales que se encuentren en fase terminal, con no más de seis meses de esperanza de vida. Para acogerse a esa opción, deberán además ser capaces de expresar su voluntad de manera clara y obtener luz verde de dos médicos y un juez. Esto implica un cambio rotundo en la normativa actual, que determina que es ilegal Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte y pena con hasta 14 años de prisión a quienes ayuden o inciten a cometerlo.
Su promotora, la diputada laborista Kim Leadbeater, aseguró que estas cláusulas lo convierten en el texto "más robusto" del mundo sobre ese asunto. Ante la Cámara de los Comunes, Leadbeater declaró que el texto busca otorgar "elección, autonomía y dignidad" a los adultos con una enfermedad en fase terminal.
La ley actual "no es clara y no protege a los pacientes, a las familias ni al personal de salud, lo cual empuja a la gente a acciones desesperadas", argumentó. Para ejemplificar, la legisladora contó la historia de Norman, un hombre aquejado de un cáncer de próstata desde hacía 15 años: "Cuando la enfermedad se extendió y el dolor se volvió insoportable (...), fue a su jardín y se pegó un tiro en la cabeza".
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Aunque la propuesta nace de sus filas, el gobierno laborista no la respaldó oficialmente y el desenlace dependió de las convicciones personales más que de las directrices de partido.
Hace nueve años, una propuesta de ley sobre el suicidio asistido fue rechazada por el Parlamento, pero la opinión pública cambió desde entonces y es mayoritariamente favorable a este proyecto. Según un sondeo publicado por el instituto YouGov, tres cuartas partes de los habitantes de Inglaterra y Gales apoyan este cambio en la ley.
Varios países legalizaron la asistencia al suicidio para acabar con el sufrimiento de enfermos en fase terminal, como Países Bajos, España, Colombia, Ecuador o Canadá. Escocia, en tanto, disponen de competencias propias en materia de sanidad.
Preocupaciones religiosas
La votación parlamentaria en Westminster fue precedida de un acalorado debate sobre posibles abusos o límites que puedan ejercerse sobre personas vulnerables o discapacitadas. Una treintena de líderes religiosos expresaron su "profunda preocupación" de que algunas personas sientan "el deber de morir" para dejar de ser una carga para su entorno.
Otras voces reclamaron que, antes de autorizar la muerte asistida, se mejore la financiación de los cuidados paliativos. "Hay un punto en el que todo el mundo está de acuerdo (...) Hace falta más inversión en los cuidados paliativos y de fin de vida", resumió Katie Reade, de la organización Hospice UK.
Sin fronteras ideológicas
La mayoría de los 650 parlamentarios no había revelado su intención de voto, lo que dificultaba vaticinar un desenlace. En tanto, el gobierno pidió neutralidad a sus miembros, pero varios ministros expresaron su postura: el de Salud, Wes Streeting, dijo que votaría en contra y expresó su preocupación por una carga financiera suplementaria sobre el sistema público NHS, ya en crisis; y el primer ministro, Keir Starmer, dio su apoyo al proyecto, tal como lo había hecho con el de 2015 sobre la ley de muerte asistida.
En el bando conservador también hay discrepancias: el ex primer ministro David Cameron, que se opuso hace nueve años, dijo que votaría a favor, pero el también exjefe de gobierno Boris Johnson anunció que lo haría en contra.
Con información de Reuters