Un nuevo pacto nuclear con Irán desnudará que el mundo cambió

EEUU y la Unión Europea negocian a contra reloj para sellar un acuerdo con el tercer productor de gas del mundo -detrás de Estados Unidos y Rusia- en medio de la crisis energética global. Pero el mundo cambió y un nuevo pacto no tendrá el mismo impacto.

29 de agosto, 2022 | 00.05

Hacia el final de su mandato, Barack Obama reconoció que dos estrategias de la política exterior de Estados unidos no funcionaban, el aislamiento de Cuba y el de Irán. Con el primero inició un deshielo y con el segundo selló un acuerdo nuclear. Donald Trump dio marcha atrás con ambas políticas y, mientras Joe Biden ha ordenado apenas cambios cosméticos al bloqueo a La Habana, sí avanza hacia un nuevo pacto con Teherán. En los últimos días, las negociaciones se aceleraron y crece la expectativa de un anuncio en cualquier momento. El hermetismo es total, no se conocen los detalles, pero un dato es innegable: el mundo cambió y las potencias occidentales ya no tienen la única llave a la integración política y económica. Por eso, es muy probable que el impacto de un eventual acuerdo sea menor que el del 2015. 

Este domingo, Nur News, un portal de noticias cercano a las autoridades iraníes, informó que el Gobierno de la República Islámica está analizando aún la respuesta de Estados Unidos a la propuesta final que hizo la Unión Europea (UE) para un nuevo acuerdo nuclear y adelantó que el proceso "continuará al menos hasta el final de la semana que viene", según Télam. La UE ya había calificado la respuesta de Washington como "razonable" y había dejado claro que "la pelota está ahora en Teherán".

Se trata del resultado de 16 meses de negociaciones, en las que el Gobierno de Biden solo aceptó un diálogo indirecto mediado por la UE. Aún si el presidente estadounidense había criticado la decisión de 2018 de su antecesor de romper el acuerdo anterior de manera unilateral y con acusaciones infundadas que iban a contramano de lo que afirmaban todos los expertos independientes de la ONU, nunca decretó volver al pacto de 2015, hablar directamente con Irán o levantar unilateralmente las sanciones que había impuesto Trump. 

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Biden, por entonces vicepresidente de Obama, había sido un férreo defensor del acuerdo nuclear de 2015. El pacto obligaba a Irán a limitar el enriquecimiento de uranio a niveles solo útiles para fines civiles, a reducir el número de centrifugadoras, a deshacerse de casi todas sus reservas de uranio enriquecido y a no construir nuevas centrales o instalaciones para su programa nuclear. Todo por un período de entre 10 y 15 años. A cambio, las potencias debían levantar todas las sanciones aprobadas en la ONU contra su desarrollo nuclear, una medida que pondría fin a la asfixia económica que sometía a la República Islámica. 

Otro Irán, otro mundo

En 2015, cuando Irán aceptó ese acuerdo, hacía dos años que había ganado las elecciones Hasan Rohani, un reformista que proponía salir de la profunda crisis económica con una reinserción internacional que dejé atrás su condición de paria y miembro protagónico del Eje del Mal de Bush. Hoy, en cambio, gobierna un conservador y ultranacionalista que alimentó su candidatura con la bronca y la decepción que provocaron el fracaso del pacto nuclear internacional, la arbitrariedad de Estados Unidos y la incapacidad de los líderes europeos de cumplir con sus promesas frente a la presión norteamericana.

Para cuando Trump reintrodujo las sanciones y empezó a presionar a sus socios, la economía iraní aún no había llegado a mostrar señales importantes de recuperación, lo que dejó a Rohani en un estado de debilidad frente al establishment conservador que nunca vio con buenos ojos la idea de negociar con las potencias occidentales lo que consideraban era un tema de soberanía nacional. 

Pero no solo Irán cambió en estos últimos siete años. 

"Lo que hemos visto desde 2018 es una considerable reducción en las aspiraciones iraníes de una integración en la economía global, una motivación central en 2015, y el establecimiento de vínculos más cercanos con China y Rusia, por ejemplo, que en contraste con la UE son mucho menos susceptibles a la presión de Estados Unidos. No espero que esta tendencia cambie porque Estados Unidos demostró que es incapaz de garantizar su compromiso con un acuerdo nuclear en el caso de un cambio de Gobierno en Washington y los iraníes ya incluyeron como un posible factor que Estados Unidos renuncie una vez más al acuerdo y los europeos los abandonen para mantener su acceso al mercado estadounidense," explicó a El Destape Mouin Rabbani, co-editor del sitio de noticias y análisis Jadaliyya, del Instituto de Estudios Árabes y conductor del podcast Connections. 

Con el cambio de Gobierno, Irán pidió ingresar como miembro pleno a la Organización de Cooperación de Shangai, un bloque de integración política y económica que impulsa China y que incluye también a India, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Pakistan, Tajikistan y Uzbekistan. En otras palabras, el 40% de la población mundial y el 30% del PBI global. Además, también presentó su candidatura para ser parte de los BRICS, otro bloque menos institucional pero igual de emblemático para la proyección internacional de potencias como China y Rusia. 

Este giro no solo no se vio afectado por la polarización internacional que provocó la guerra en Ucrania y las sanciones de las potencias occidentales contra Rusia, sino que por el contrario se profundizó. Un reciente artículo del diario Wall Street Journal destacó que en julio pasado Irán se convirtió en el principal comprador de trigo de Rusia, superando a Turquía y Egipto. Ese mismo mes, según the Atlantic Council, Ali Akbar Velayati, un veterano asesor del ayatollah Ali Jamenei, la máxima autoridad de Irán, había dicho que en vez de tratar de no hacer enojar a las potencias occidentales, la República Islámica debía buscar más apoyo en Rusia -una potencia con la que tiene diferencias- y forjar una alianza estratégica.

Ya se ven los resultados. Este mes Rusia lanzó un satélite iraní al espacio y ambos países realizaron ejercicios conjuntos con aviones no tripulados (drones), en medio de advertencias de Estados Unidos por una posible venta de estas naves a Rusia para ser utilizadas en Ucrania.

Por eso, Rabanni no anticipa consecuencias internacionales importantes en 2022, si se alcanza un acuerdo nuclear con Irán, el país con las segundas reservas de gas más importantes del mundo y el tercer productor, después de Estados Unidos y Rusia. "La única excepción -aclaró- es que un renovado acceso de Irán a los mercados globales de energía podría reducir la presión sobre los consumidores occidentales, y especialmente europeos, que provocó la guerra en Ucrania. Pero aquí no esperaría que Irán avance en una política que dañe significativamente a Rusia, quien es un socio internacional clave de Teherán".

"Por eso, esta vez el impacto del acuerdo sería una demostración de que Occidente ya no domina con el mismo nivel de supremacía que tenía hace unos años", agregó el analista. 

Tras la vuelta de las sanciones estadounidenses contra la República Islámica, China fue aumentando sus exportaciones de gas de Irán sistemáticamente año tras año y, según informaron varios medios, a principio de año ya registraba compras récord para el petróleo también. Esto último, sin embargo, se desaceleró en la primera mitad del año con el ingreso masivo del crudo ruso -afectado por los embargos de Estados Unidos y la Unión Europea- al mercado chino. El intercambio con India, en cambio, se mantuvo, pese a que esa potencia regional también comenzó a beneficiarse del crudo barato de Rusia.

"Creo que Irán le venderá petróleo y gas a todos los consumidores, pero buscará enfocarse en consumidores como India y China, que ya se establecieron como compradores de largo plazo y a los que ve como menos susceptibles a la presión de Estados Unidos u Occidente. Occidente se pateó un gol en contra y los principales perdedores no son los estadounidenses, sino los europeos", concluyó Rabbani. 

Ni Estados Unidos ha demostrado la misma voluntad política que en la época de Obama ni el Gobierno iraní tiene los mismos incentivos que en 2015 para sellar un acuerdo.

Además, una inminente elección legislativa de medio mandato revelará la relación de fuerzas actual en la superpotencia, lo que alimentará -o no- las posibilidades de una posible vuelta de los republicanos en 2024. Y nadie duda que un nuevo pacto con Irán estará bien arriba en la agenda electoral republicana. 

Mientras tanto, la reacción de las potencias occidentales a la invasión rusa a Ucrania sigue siendo un elemento aglutinador para potencias no alineadas como China, Rusia, Turquía, Irán y, en temas económicos, India.