La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, hizo su llamado urgente para una Cumbre de Jefes y Jefas de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) el domingo por la tarde. Una vez que la crisis migratoria disparada por las políticas expulsivas de Donald Trump desde Estados Unidos comenzaron a tener repercusión en la región, con Brasil y Colombia que reclamaron trato humanitario para sus connacionales. Antes de que esa situación se diera, ante las amenazas del magnate republicano de llevar adelante la “mayor deportación de la historia”, Castro ya había salido a hacer una advertencia. Fue en su mensaje de Año Nuevo: dijo que la base militar estadounidense en su territorio no tendría "razón de existir".
Trump amenazó y cumplió: envió militares a la frontera, habilitó detenciones en escuelas, iglesias y refugios para migrantes y comenzó con las deportaciones masivas. Sin embargo, no todos los países aceptaron las condiciones en las que las personas eran deportadas. El primero fue Brasil, que denunció que sus connacionales fueron enviados en un avión en malas condiciones y con las personas esposadas de pies y manos, a quienes maltrataban.
Le siguió Colombia, con un Gustavo Petro, que rechazó la llegada de vuelos militares en las mismas condiciones de colombianes a lo que Trump intentó interponer una represalia con un 25% a las importaciones colombianas, como las flores, la palta y el café. El mandatario escribió una carta pública sobre el cierre del domingo que llegó a las más de 33 millones de visualizaciones, que se hizo flyer por su síntesis histórica, en la que respondió con los mismos términos: interpondría un 25% de aranceles a las importaciones estadounidenses. La batalla virtual ya había pasado a la estancia diplomática y para la medianoche argentina se hizo un anuncio en el que había sido “superado el impase”, tras acordar los términos y las condiciones humanitarias para las personas deportadas.
Fue en medio de ese cruce, que Castro –en calidad de presidenta pro témpore- hizo su llamado a una Cumbre urgente a sus pares de la Celac, el organismo regional más grande con la participación de los 33 países de América Latina y el Caribe, más México. Este organismo, a diferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) no incluye a Estados Unidos ni a Canadá, y suma a Cuba (expulsada de la OEA tras la revolución, en 1951), Venezuela y Nicaragua.
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“Iré personalmente a Honduras a ayudar en esta reunión de presidentes latinoamericanos. No se lo han informado, pero en cuestión de semanas asumiré la presidencia de la Celac, la unidad latinoamericana”, expresó Petro en un mensaje en la red social X, cuyo país es el próximo a asumir la presidencia pro témpore del organismo.
La reunión está contemplada para este jueves 30 a las 11 de la mañana de Honduras y está prevista para realizarse en un formato mixto –presencial y virtual- para tratar tres temas específicos: migración, medio ambiente y unidad latinoamericana y caribeña.
La amenaza de Castro a Trump
“Pueblo hondureño quiero manifestar que esperamos que la nueva administración norteamericana, del presidente electo democráticamente, Donald Trump, sea abierta al diálogo constructivo y amistoso, que no tome represalias innecesarias contra migrantes que por norma hacen un gran aporte a la economía norteamericana. Frente a una actitud hostil de expulsión masiva nuestros hermanos tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación con Estados Unidos”, sentenció en su mensaje de Año Nuevo, 19 días antes de que Trump asumiera su cargo.
Fue allí cuando apuntó “especialmente” al campo militar “en el que, sin pagar un centavo por décadas, mantienen bases militares en nuestro territorio que, en este caso, perderían toda la razón de existir en Honduras”. Según los datos de las autoridades hondureñas, más de un millón de personas de ese país, entre residentes legales e indocumentados, viven en Estados Unidos, y 280,000 nacionales están en lista de deportación.
La base en se encuentra en el centro del país centroamericano desde inicios de 1980, llamada José Enrique Soto Cano, también conocida como La Palmero. En la actualidad hay allí unos 500 militares estadounidenses. El lugar que le sirvió a Washington para sus operaciones contra los movimientos insurgentes contra los regímenes dictatoriales de la época, especialmente para combatir a la guerrilla sandinista de Nicaragua, durante la presidencia de Ronald Reagan. Pero no sólo eso, también sirvió de base en plena Guerra Fría para su batalla contra el comunismo.
El 6 de mayo de 1982, los dos gobiernos añadieron un anexo al acuerdo para mejorar las instalaciones construidas en los puertos aéreos destinados a las aeronaves militares. Uno de estos puertos aéreos fue Palmerola; y se acordó que los Ejércitos de Honduras y Estados Unidos utilizarían este puerto aéreo para el combustible, el mantenimiento y el equipamiento de las aeronaves, así como para alojar al personal.
Este anexo inició el camino para la base aérea Soto Cano, la antigua Base Aérea de Palmerola. Fue rebautizada en octubre de 1988 en honor del general José Enrique Soto Cano, aviador de la Fuerza Aérea Hondureña.