Los hondureños votarán este domingo para elegir Presidente, legisladores y autoridades locales en medio de un clima de violencia sin precedentes, de una crisis económica profundizada por la pandemia de coronavirus y de un escenario político atomizado, con un candidato que sugiere el modelo de continuidad del mandatario saliente y una oposición que se presenta con una alianza de partidos.
El escenario convulso registra, además, altos niveles de violencia, y ni las denuncias de partidos políticos y sociedad civil ni los pedidos de paz de organismos internacionales lograron apaciguar la incertidumbre que existe en este pauperizado país de unos 10 millones de personas.
Desde enero último fueron asesinados 68 políticos hondureños, 19 de ellos en marzo y cuatro en noviembre, según el Observatorio Nacional de la Violencia, mientras que las últimas cifras del Banco Mundial establecían que en 2018 se cometían 38 homicidios cada 100.000 habitantes.
De las 14 fórmulas presidenciales que se enfrentarán en las urnas, solo dos candidatos parecen tener posibilidades de suceder al presidente Juan Orlando Hernández, del partido Nacional, en comicios que se definen por simple mayoría en una sola vuelta.
Ellos son Nasry "Tito" Asfura, actual alcalde de Tegucigalpa, por el gobernante Partido Nacional, con 21% de intención de votos, y Xiomara Castro, exprimera dama del expresidente derrocado Manuel Zelaya (2006-2009), por Alianza con el Pueblo, con 38%, según la encuesta de octubre del Centro de Estudios para la Democracia.
En tercer lugar se encuentra el empresario Yani Rosenthal, por el Partido Liberal, que regresó al país en 2020 tras cumplir una condena de tres años por lavado de dinero en Estados Unidos.
Estas últimas proyecciones, sin embargo, difieren mucho de las arrojadas por consultoras a mediados de año. El punto de inflexión está marcado por el anuncio de la alianza entre Libre y el Partido Honduras Humana el mes pasado, que reconfiguró las simpatías por los aspirantes a la Presidencia y despertó la intención de votar de los indecisos.
Asfura, de 63 años, y Castro, de 62, proponen dos modelos opuestos de país mientras Honduras intenta revertir la caída histórica del 9% del PBI en 2020, según el Banco Central, debido al confinamiento por el coronavirus y a los huracanes Eta e Iota que devastaron infraestructura y cultivos.
En paralelo, el índice de pobreza podría ascender este año del 70% al 75%, según la Comisión Económica de América Latina (Cepal), mientras que la tasa de pobreza extrema es de 26,1%, solo superada por Haití, y la economía informal sustenta al 58% de la población activa, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Si bien Asfura, como candidato del Partido Nacional sugiere un modelo de continuidad, discursivamente marca una distancia.
"El país no aguanta con más impuestos, hay que sentarse con los organismos internacionales para buscar formas, pero tal como lo hice en la alcaldía, que no subimos los impuestos, así pretendo hacer en la presidencia para buscar soluciones para que los hondureños crezcamos y no nos ahoguemos", expresó, según el diario hondureño La Tribuna.
En tanto, Castro prometió ordenar "una auditoría internacional sobre la deuda interna y externa, y la readecuación de la misma", según la publicación local El Economista.
Actualmente, el país tiene una deuda externa superior a los 10.000 millones de dólares.
El coronavirus también agravó un problema preexistente en la sociedad hondureña, el de la violencia contra las mujeres: desde 2005 a enero pasado más de 6.000 hondureñas fueron asesinadas, cifra que generó que ONU Mujeres instara al gobierno a incorporar la perspectiva de género en los programas.
En este contexto, Castro se presenta con un partido "feminista, antipatriarcal, revolucionario e incluyente", con lo que pone en jaque el bipartidismo -partidos Nacional y Liberal- que había organizado el país por casi 120 años.
Además, mientras que la candidata propone la despenalización del aborto en casos de violación y riesgo de vida, Asfura sostiene que protegerá "la creación de Dios", según el diario La Noticia.
Otra diferencia que marca un abismo entre ambos programas de gobierno es el rol del Estado.
Para Asfura, quien está terminando su segundo mandato como alcalde en Tegucigalpa, es necesaria la descentralización y que los municipios administren y ejecuten sus programas.
"El papá gobierno no puede seguir operando de la forma como está operando", argumentó durante la campaña, en contraste con la postura de Castro, quien sostuvo que el Estado debe asumir su "responsabilidad de planificar todas sus políticas y actividades sociales", en lo que refiere a los asuntos económicos, de seguridad y de medio ambiente.
El lugar que se le otorga al Estado encuentra también su correlato en la educación, porque, mientras que Castro propone afianzar la "educación gratuita y universal", Asfura se centra en el aumento de la tecnología en centros educativos y en la mejoría del Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop).
En materia de migración, hay un punto en común entre ambos: proponen el fortalecimiento de las relaciones con Estados Unidos para tratar el tema, pero mientras Asfura plantea frenarla con la "tecnificación" de la población y el ofrecimiento del país como industria auxiliar para otras economías, Castro propone la creación de empleos y oportunidades de desarrollo, de acuerdo con RT.
Poco más de 5,2 millones de hondureños que forman parte del padrón electoral elegirán también mañana a autoridades municipales y legisladores, que renovarán las 128 bancas del Congreso Nacional y 20 que pertenecen al Parlamento Centroamericano.
Con información de Télam