Finlandia, un país que durante tres décadas se definió como neutral en la disputa entre las potencias occidentales y Rusia, se convirtió este martes en el miembro número 31 de la OTAN, una histórica decisión cuyo detonante fue la invasión rusa a Ucrania y que duplicará la extensión de la frontera de la alianza militar con el territorio ruso. Moscú ya adelantó que responderá con "contramedidas".
El canciller finlandés, Pekka Haavisto, firmó el tratado de adhesión con la alianza militar en una ceremonia realizada en la oficina de la misión finlandesa ante la OTAN en Bruselas que fue transmitida en directo por la TV, informó la agencia rusa de noticias Sputnik. "Hace no mucho tiempo, era impensable que Finlandia fuera miembro (de la OTAN), y ahora es un miembro pleno y eso es algo histórico", dijo hoy el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, en Bruselas. Con la adhesión de Helsinki, "estamos removiendo el espacio para errores de cálculo en Rusia sobre la disposición de la OTAN en proteger a Finlandia y esto torna a Finlandia más segura", agregó.
El ingreso del país nórdico a la OTAN suma 1.300 kilómetros de frontera directa con Rusia y, además, aportará a la alianza un contingente de 280.000 soldados y uno de los mayores arsenales de artillería en Europa. No obstante, expertos militares aseguraron que las fuerzas armadas finesas está entrenadas más para la defensa de su territorio que para una ofensiva bélica fuera de sus fronteras.
La respuesta de Rusia
El Kremlin advirtió que se trata de un "nuevo agravamiento de la situación" y que la decisión constituye "un ataque a nuestra seguridad y a nuestros intereses nacionales" que los obligará a "tomar contramedidas". Para el presidente ruso, Vladimir Putin, la adhesión de Finlandia constituye un fuerte revés estratégico, ya que detener la expansión de la OTAN y debilitar la cooperación occidental era uno de los objetivos declarados de la invasión a Ucrania. El resultado ha sido exactamente lo contrario.
Luego de la destrucción de la Unión Soviética en 1991, la alianza militar occidental se comprometió -según denunció el Kremlin una y otra vez en los últimos años- a no expandirse "ni una pulgada hacia el Este". Esa promesa incumplida es puesta de manifiesto permanentemente por Putin, entre las motivaciones de la invasión a Ucrania, pero los Gobiernos de las potencias occidentales aseguran que quien primero rompió los acuerdos fue Moscú, con sus políticas injerencistas en Georgia, Chechenia y Crimea, esta última recién en 2014, mucho después de la avanzada de la OTAN hacia los territorios ex soviéticos.
La guerra cambió el tablero europeo
Con este paso, Finlandia se convirtió en el séptimo país báltico en ingresar en la OTAN, aislando aún más el acceso costero de Rusia a San Petersburgo y a su pequeño enclave de Kaliningrado. Hasta el año pasado, tanto Finlandia como Suecia se declaraban cómo países neutrales en la siempre constante tensión entre las potencias occidentales y Moscú. Pero esto cambió tras la invasión rusa a Ucrania y, especialmente, luego que quedara claro que Rusia tenía la intención de quedarse con parte del territorio de su vecino y que no dudaba en mantener una larga guerra para conseguirlo.
En ese contexto, los países de la OTAN volvieron a presionar a Finlandia y Suecia para sumarse a la alianza militar y consolidar la avanzada hacia el Este, sobre la frontera con Rusia, y esta vez recibieron un sí como respuesta. El proceso de adhesión de Finlandia fue inusualmente rápido y se concluyó este martes; Suecia aún tendrá que seguir negociando, ya que su candidatura sigue vetada por Turquía y Hungría.
Turquía se resiste a dar luz verde porque ese país concede refugio a dirigentes kurdos y a sospechosos de haber participado en el fallido golpe de estado de 2016. En enero, el gobierno turco reaccionó con furia a la decisión de Suecia de permitir que manifestantes extremistas de derecha realizaran una protesta frente a la embajada de Turquía en Estocolmo, cuando incluso quemaron un ejemplar del Corán.
Con información de Télam