El centro de gravedad de la Tierra se ha desplazado. Desde el pasado 24 de agosto, con la ampliación de los Brics, es imposible hacer cualquier análisis de política internacional sin tener en cuenta este hecho trascendental. Esto también rige para la XVIII cumbre del G20, que se llevará a cabo el próximo sábado y domingo en Nueva Delhi y sobre la cual ya corren rumores preocupantes como la posible ausencia del presidente chino Xi Jinping.
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¿Puede debatirse reformas sobre el FMI y el Banco Mundial, como piensa hacer en ese encuentro el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, sin la presencia de mandatarios claves como Xi? Presencias, ausencia y balances finales serán inevitablemente evaluadas en comparación con el éxito que el grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica tuvo en su reciente encuentro en Johannesburgo.
El G20 nació en Berlín en 1999, cuando la dominación global de Estados Unidos era indiscutida y el Consenso de Washington brillaba en el firmamento del orden establecido. Su objetivo era “debatir” (imponer/evitar desvíos) las cuestiones claves de la economía mundial. Pero fue recién a partir del terremoto del 2008, cuando quedó al desnudo la conducta depredadora y abusiva de las instituciones financieras estadounidenses (la quiebra de Lehman Brothers, el estallido de la burbuja inmobiliaria, etc) que este foro cobró relevancia.
Catorce años después, en 2022, la pérdida de influencia de Estados Unidos y la Unión Europea se hizo patente. En febrero se había iniciado la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania y Washington había emprendido una batalla contra Moscú en todos los frentes: sanciones económicas; censura explícita contra medios periodísticos (Sputnik, RT); prohibición de literatura rusa o espectáculos culturales o de deportistas de esa nacionalidad. La expectativa de la Casa Blanca en la cumbre del G 20 en Bali, Indonesia, en noviembre de 2022, fue que se aprobara una resolución de rechazo contra el Kremlin. Sin embargo, no hubo consenso y, tampoco, declaración final. La polarización fue tajante. La mitad del G 20, Estados Unidos y sus aliados -Australia, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Corea del Sur, Reino Unido y la Unión Europea-, lo condeno a Rusia. La otra mitad -Argentina, Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía y, por supuesto, Rusia-, no.
¿Qué puede esperarse en Nueva Delhi?
Estados Unidos llega a la India con una propuesta concisa que tendrá su eco en Argentina. Según informó el 21 de agosto el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, la Casa Blanca presentará una reforma a la que le ha dedicado, durante más de un año, “mucha energía, y que está vinculada a la modernización de los bancos multilaterales de desarrollo, incluyendo el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional”. Estados Unidos es el mayor accionista (y por lo tanto máximo decisor) en ambos organismos.
Un paso en dirección a esos cambios tuvo lugar en junio pasado con la nominación del indio-estadounidense Ajay Bnga como nuevo presidente del BM. Según dijo la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, se busca que el BM atienda mejor temas específicos "inextricablemente vinculados con el cambio climático, las pandemias, los conflictos y la fragilidad” y que, por lo tanto, amplíe su capacidad financiera para prestar más dinero a los países que lo necesiten.
En la cumbre del G20, el presidente Biden –dijo Sullivan- “discutirá una serie de esfuerzos globales conjuntos para la transición a la energía limpia, la lucha contra el cambio climático, los impactos sociales y económicos de la guerra de Rusia en Ucrania, incrementar la capacidad de los bancos de desarrollo multilaterales como el Banco Mundial, luchar contra la pobreza y afrontar los grandes retos transnacionales que afectan a países de todo el mundo”. Se verá.
Entretanto, el Kremlin ha confirmado que el presidente Vladimir Putin –quien no viajó tampoco a la cumbre de los Brics en Johannesburgo, la semana pasada, porque existe en su contra una orden de detención por parte de la Corte Penal Internacional- será reemplazado en Nueva Delhi por el canciller Serguei Lavrov.
Sumado a esto, según fuentes occidentales no confirmadas por China, el presidente Xi tampoco viajaría a la capital de India. En su lugar asistiría a la cumbre del G20 el primer ministro Li Qiang. Según las especulaciones de expertos occidentales, la ausencia de los presidentes chino y ruso devaluaría a tal punto la importancia de la cumbre que las conclusiones que de allí emergieran tendrían poco o ningún peso. Según algunos de estos analistas la intención china es subrayar que su país quiere tomar distancia de las instituciones internacionales dominadas por Occidente. Otros, con intenciones más aviesas, aventuran que Beijing podría estar enviando también una señal a India, con quien tienen una larga rivalidad por cuestiones fronterizas.
¿Será como el año pasado que Estados Unidos como comandante del G20 recibe aplausos de la mitad del grupo e indiferencia del resto? Sin duda la cumbre va a ser un claro termómetro del nuevo balance de fuerzas entre el Norte y el Sur Global. Entretanto hay una certeza: un país de los Brics, Brasil, asumirá la presidencia rotatoria del G 20 en 2024 y acogerá la cumbre en noviembre de ese año en Río de Janeiro.