Apenas unas horas después de reunirse con su Gobierno y acordarlo con sus ministros, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, decidió este jueves esquivar el Congreso, donde no conseguía la mayoría, y sacó su reforma previsional por decreto. Poco importaron los meses de masivas protestas y huelgas que reclamaban una marcha atrás y no aumentar años de cotización, el mandatario hizo uso del artículo 49.3 de la Constitución y evitó una votación legislativa que iba a terminar en rechazo. Inmediatamente, la bronca estalló en la oposición francesa y comenzaron a escucharse pedidos de renuncia para la primera ministra, Élisabeth Borne.
El Gobierno de Borne anunció su decisión solo minutos antes de que empezara la sesión en Diputados, por lo que no extrañó que cuando se presentó a dar explicaciones, la recibieron con abucheos y gritos que pedían su renuncia. Poco después, una primera manifestación espontánea se empezó a juntar en la plaza de la Concordia, frente al edificio de la Asamblea Nacional, del otro lado del Sena.
Aunque la decisión formal la tomó Borne y es su cabeza la que está en juego ahora, el que salió a defenderla fue Macron, el verdadero responsable político de esa arriesgada jugada. "Mi interés político y mi voluntad política es ir a una votación. Entre nosotros, yo no soy de los que arriesgan su lugar o su puesto. Pero considero que en esta situación, los riesgos financieros, económicos son muy grandes", contó en off a Le Monde uno de los participantes de la reunión de Gobierno del miércoles a la noche en la que se tomó la decisión.
La reforma de jubilaciones, que Macron viene impulsando con poco éxito desde su primer mandato, propone aumentar de 62 a 64 años la edad jubilatoria y llevar eventualmente a 43 años la cotización para una pensión completa. La iniciativa había logrado una aprobación rápida en el Senado gracias al apoyo de Los Republicanos, la oposición de derecha que acompaña la agenda económica de Macron, y ahora debía ser debatida en la Asamblea Nacional, la cámara baja, en la que la coalición de izquierda Nupes tiene una minoría mucho más importante. Además, existía un puñado de diputados oficialistas que coqueteaba con la posibilidad de abstenerse y en "una veintena" de legisladores de Los Republicanos que, según el senador derechista Bruno Retailleau, votarían en contra, informó la agencia Télam.
Ante la posibilidad de un rechazo, Macron optó por echar mano al cuestionado artículo de la Constitución que, desde la reforma constitucional de 2008, le permite a los Gobiernos esquivar la voluntad del Congreso al menos una vez en cada año legislativo. A cambio, el Gobierno en cuestión queda expuesto a una posible moción de no confianza que, de aprobarse en ese mismo Congreso, significa la caída del Ejecutivo y todo su gabinete (no del Presidente).
La líder de la extrema derecha Marine Le Pen fue la primera en anunciar que la bancada de su partido, Encuentro Nacional, impulsará una moción de censura contra la primera ministra Borne y todo su Gobierno, según informó el diario Le Monde. Poco después, la titular de la bancada de los "insumisos", como se conoce a la fuerza de izquierda dirigida por Jean-Luc Mélenchon, Mathilde Panot, advirtió que la pulseada por la reforma "no se terminó aún" y que sus diputados votarán a favor de una moción de rechazo que se presentará en las próximas horas. Según la Constitución, tras el uso del artículo 49.3, los congresistas tienen 24 horas para presentar formalmente la moción de censura.
Pero la reacción no solo vendrá desde adentro del Congreso. El secretario general de uno de los principales sindicatos del país, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), Laurent Berger, también adelantó que "habrá nuevas movilizaciones" para resistir a la reforma jubilatoria, aún si el Gobierno la aprobó por decreto, según la agencia de noticias AFP. "Evidentemente, habrá nuevas manifestaciones porque el rechazo es extremadamente fuerte, ya tenemos una enorme cantidad de reacciones por parte de los equipos sindicales. Decidiremos todos juntos en una (reunión) intersindical", explicó.
Otro que reaccionó rápidamente fue el ex diputado y ex candidato presidencial de la izquierda, Mélenchon. "Este texto fue votado solamente por el Senado. No lo fue por la Asamblea nacional ni por los sindicatos ni por las asociaciones de trabajadores: este texto no tiene legitimidad", aseguró en diálogo con la cadena BFM-TV.
Y todo indica que millones de franceses se plegarán a la convocatoria que hagan. Según los últimos sondeos, dos de cada tres franceses rechazan la reforma en un clima ya caldeado por el malestar que generó la inflación de 2022 y la falta de actualizaciones salariales. Hace apenas una semana, según los cálculos siempre conservadores de la policía, más de dos millones de personas marcharon en las calles de las ciudades más importantes del país para exigirle a los miembros del Congreso que no aprueben la ley. La gran incógnita ahora es si la decisión de Macron y su primera ministra podría desatar un repudio y una movilización aún mayor en la sociedad.