Estados Unidos se acerca a una elección clave e incierta con apatía, temor y una extrema derecha confiada

Todo lo que hay que saber: la reedición de la elección Biden vs Trump, el tercer candidato, los estados que decidirán el resultado, el clima político que impera sumado a las fortalezas y debilidades de cada candidato.

27 de mayo, 2024 | 14.28

A casi cinco meses de las elecciones presidenciales, nadie se anima a pronosticar un resultado en Estados Unidos. Sin embargo, ya hay algunos sondeos e indicios que empiezan a delinear los distritos que serán clave y el humor político que prima de uno y otro lado del bipartidismo norteamericano. Por un lado, el promedio de las encuestas estiman que los llamados estados oscilantes que definirán los comicios el 5 de noviembre son siete y el ex mandatario Donald Trump le lleva una ventaja al actual presidente Joe Biden en todos ellos. Por otro lado, los demócratas se abrazan a la sorpresa electoral que dieron en 2022, cuando evitaron que una ola conservadora tomara todo el Congreso tras la pandemia y más de un año de inflación, y confían en que el rechazo o el temor a Trump romperá el clima de apatía que genera la candidatura de Biden.

Pero mientras la calle se divide entre la apatía de una mayoría y la movilización de una minoría radicalizada, en los sectores concentrados de poder, tanto políticos como económicos, está muy claro que esta elección definirá la cara de Estados Unidos. Los demócratas temen que, de ganar Trump y como solo tendría cuatro años porque ya no le quedaría otra reelección, apretaría el acelerador hasta el fondo. Incluso algunos hablan de que lo haría con una sed de venganza por el debacle electoral que sufrió en 2020. Para Trump, en tanto, esta elección es la posibilidad de terminar de construir un movimiento político y avanzar con las medidas que no pudo implementar o implementó parcialmente durante su primer mandato.

Por eso y amparándose en un cuestionado fallo de la Corte Suprema de 2010, los grupos y las fachadas empresariales que inyectan lo que se conoce como "dinero oscuro" -es decir, que no deben declarar su origen ante las autoridades- a las campañas ya están registrando una cifra récord. Para mediados de marzo, el portal especializado Open Secrets ya informaba que este "dinero oscuro" ya había más que duplicado el inyectado para marzo de 2020 y ampliamente superado el de marzo 2022.

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Cronograma electoral, estados claves y encuestas

Aún quedan primarias en cuatro estados -Montana, New Jersey, Nuevo México y Dakota del Sur- el próximo martes 4 de junio, pero las candidaturas de los dos únicos partidos con chances reales de ganar se definieron hace tiempo: los demócratas intentarán reelegir con Biden, mientras que los republicanos buscarán volver a la Casa Blanca con Trump. Los primeros lo anunciarán el 22 de agosto en su convención en Chicago, mientras que los segundos, en Wisconsin el 18 de julio. Antes de eso, sin embargo, se espera que la campaña empiece a ganar fuerza y protagonismo en el país con el primer debate televisivo entre los dos veteranos candidatos, el 27 de junio, en Georgia.

La elección de esta sede no parece casual. Georgia, un estado del sur estadounidense que se encuentra al norte de Florida, es uno de los siete estados en donde el electorado, según analistas, aún no se definió de manera clara a favor de uno u otro candidato. Es lo que en Estados Unidos se conoce como oscilantes: pueden moverse para el lado demócrata o republicano. En otras palabras, es donde se decide la elección porque no es una elección directa, como en Argentina, sino que es indirecta, como sucedía hasta la reforma de 1994. Al ganar cada estado, un candidato suma un número determinado de delegados que son los que luego, en un colegio electoral federal, eligen al presidente. El que gana la mayoría de los delegados del colegio electoral, gana la elección.

La mayoría de los análisis hasta ahora pronostican que los estados oscilantes que definirán esa mayoría de delegados serán Arizona, Georgia, Michigan, Carolina del Norte, Pensilvania, Nevada y Wisconsin. Según el promedio de encuestas del portal especializado FiveThirtyEight, Trump lleva una ventaja de 4,6% en Arizona, 5,6% en Georgia, 0,9% en Michigan, 6,5% en Carolina del Norte, 2,1% en Pensilvania, 6,7% en Nevada y 1,6% en Wisconsin. Otro dato que aportan los sondeos es que en estos estados el candidato independiente Robert Kennedy Jr, que combina un inusual discurso anti imperialista con un peligroso relato anti-ciencia, suma entre un 8 y un 10%, una intención de voto que podría ser clave para definir la balanza en este puñado de distritos. 

Desde la campaña republicana celebran estos números, pero tampoco demasiado porque no quieren dar por ganada la elección. Pero no son pocos los que recuerdan que las dos veces que Trump se presentó como candidato a presidente, en 2016 -cuando ganó- y en 2020 -cuando perdió y denunció un fraude que nunca pudo demostrar-, los sondeos le daban un apoyo menor al que luego consiguió en las urnas

Desde la campaña demócrata, en tanto, intentan instalar la idea de que la candidatura Biden está ganando fuerza en las últimas semanas y, para contrarrestar a las encuestas, recuerdan que en la última elección legislativa, en 2022, se equivocaron cuando pronosticaron que una ola conservadora y republicana iba a arrasar en las dos cámaras del Congreso. El oficialismo demócrata mantuvo el empate en el Senado y limitó la hemorragia en la Cámara Baja, pese a los dos primeros años duros de Biden, marcados por los esfuerzos para salir de la pandemia de Covid-19 y la inflación provocada por varias de esas medidas, especialmente las que buscaron y lograron reactivar la economía y crear cientos de miles de empleos.

Humor social  

Una reciente encuesta del prestigioso Pew Research Center mostró que para conseguir dar vuelta la mayoría en la Cámara Baja del Congreso en 2022 los republicanos tuvieron que conseguir que más gente fuera a votar. La participación en las elecciones es un dato clave en cualquier país, pero en un país como Estados Unidos en el que el voto no es obligatorio y, además, los estados hacen mucho para desincentivarlo -como votar en un día hábil en medio de la semana-, se ha vuelto muy fluctuante, según el nivel de apatía o expectativa que tenga la sociedad en ese momento. Un ejemplo reciente es la victoria de Barack Obama, el primer presidente negro del país y también un joven con apenas unos años de experiencia como senador federal. Lo consiguió porque movilizó a ciudadanos que no solían participar de los comicios. 

En 2024, la campaña de Biden parece ser la antítesis de esa ya histórica campaña de 2008 en la que también fue parte como compañero de fórmula de Obama. Ya hace cuatro años Biden no había despertado grandes emociones: ni positivas ni negativas. Pero no lo necesitaba. La emoción sobre la que se paró su campaña en 2020 fue el rechazo visceral y dramático contra un Trump que desde el poder negaba la pandemia de Covid-19 que por entonces arrasaba al mundo entero y ya dejaba un tendal de muertos en varias de las principales ciudades del país.

Hoy, el temor a que vuelva a Trump está presente en todas las conversaciones de los votantes demócratas y también entre los que terminaron repudiando al ex mandatario, especialmente luego que arengara a sus seguidores para que atacaran el Congreso el 6 de enero de 2021. El ex presidente no cambió sus formas agresivas ni su discurso plagado de mentiras; sin embargo, el temor y el rechazo que genera no parece estar movilizando más allá de los votos asegurados con los que ya cuenta Biden. También existen dudas sobre la apuesta demócrata de que la marcha atrás de la Corte Suprema -de mayoría conservadora- sobre la despenalización del aborto movilizará a las mujeres.

La campaña del oficialismo tampoco parece haber sumado apoyo por el lado de la gestión. El presidente consiguió buenos números macroeconómicos en estos cuatro años, impulsados por su masiva política de inversión pública en infraestructura y creación de empleo. También logró desacelerar de a poco la inflación. Pero muchos estadounidenses le recriminan que los salarios no mejoraron lo suficiente para recuperar lo perdido con la inflación y los precios nunca bajaron a los niveles previos. Por lo tanto, la situación se estabilizó, pero para millones de estadounidenses su poder adquisitivo empeoró en los últimos cuatro años

A esto se suma el creciente malestar de un sector que supo ser clave en la primera victoria de Obama: el ala izquierda de la base demócrata y la juventud politizada con ideas progresistas. Estos sectores son la cara visible de las protestas contra la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza y, principalmente, la posición que asumió el Gobierno de Biden. Lo acusan de ser cómplice del primer ministro Benjamin Netanyahu o, en los casos más moderados, de ser tibio en sus críticas a la matanza masiva de civiles palestinos. 

Y a esta apatía generalizada y rechazo de este sector movilizado se suma un tercer elemento: los 81 años de Biden. Una encuesta del Pew Research Center de abril pasado reveló que el 65% de las personas registradas para votar creen que Biden no está en condiciones físicas para ser presidente. Solo un 15% está convencido que está bien físicamente. Trump tiene 77 años y también hay republicanos que piden una renovación, pero las críticas públicas y en los medios no son ni cerca tan duras como con su rival demócrata. Prueba de ello es que según la misma encuesta, un 40% sostiene que no está bien físicamente para gobernar, mientras que 36% cree que sí.

Sin dudas, Trump sí emociona a sus votantes. El corazón de su base electoral está movilizada. Se lo ve en las tiendas comerciales y los shopping más populares. Nadie vende remeras, tazas o gorras que dicen Biden, mientras que el marketing político del republicano está a la orden del día. Además, mientras la campaña de Biden dice estar esperando que termine el juicio contra Trump en Nueva York por falsificación de documentos para encubrir el pago a una mujer con la que tuvo una aventura y así esconder el tema en las elecciones de 2016, el republicano está utilizando su tiempo en la corte para monopolizar las cámaras de los canales de noticias y alimentar su relato de que el establishment quiere evitar que vuelva al poder porque le tiene miedo

Esta estrategia movilizó aún más a su base más leal -como se vio con el crecimiento de las donaciones más pequeñas de individuos a su campaña-, pero la duda que existe es si logrará convencer a los republicanos o independientes más moderados. Los que se asustaron por su manejo de la pandemia, por ejemplo. La campaña de Trump no parece estar yendo a buscarlos por ahora. Una explicación posible es que a la hora de ir a las urnas, prima el bipartidismo y estos sectores no votarán por Biden. Sin embargo, eso no significa que se estén cruzando de brazos. 

Hace unos días, los medios locales informaron que uno de los principales donantes del Partido Republicano y de las ex campañas de Trump, Tim Mellon, ya le inyectó 25 millones de dólares al super PAC -organizaciones creadas para canalizar financiamiento electoral por fuera de las campañas partidarias- que apoya a Robert Kennedy Jr, un ex demócrata. Hace décadas que un tercer candidato presidente no obtiene 10% de los votos, por lo que los actuales pronósticos de las encuestas abren un posible escenario que algunos analistas creen podría perjudicar aún más las chances de Biden.

Además, Trump salió el fin de semana pasado a ampliar su base electoral. Apuntó a una minoría donde el nombre de Javier Milei genera euforia: el Partido Libertario. "Si no fui un libertario, ahora seguro que lo soy", lanzó el ex magnate inmobiliario desplegando todos sus dotes de vendedor frente a un público que, sin embargo, demostró ser en parte reticente a sus promesas. Ante algunos abucheos y gritos, les preguntó si querían ganar o "seguir sacando 3% cada cuatro años", los trató de convencer asegurando que "Biden representa el auge del fascismo de izquierda" y concluyó: "Estas son las elecciones más importantes de Estados Unidos".

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