Los habitantes de la isla española de La Palma trataban de asimilar el jueves la devastación causada por el volcán Cumbre Vieja, que lleva más de 10 días expulsando un cóctel destructivo de ceniza, humo y lava.
Carmen Rodríguez, que perdió su casa en el pueblo de Todoque, fue sorprendida por el avance de la columna de roca fundida.
"Nunca jamás pensamos que el volcán iba a pasar por nuestra casa, nunca", dijo, recordando cómo se apresuró a salvar sus pertenencias durante una evacuación de última hora antes de que la lava engullera su casa.
"Cuando llegamos (a nuestras casas) ya teníamos que desalojar. En 15 minutos no se puede quitar un armario, no se puede llevar una cama (...) Gracias que pudimos quitar la lavadora, la nevera y una cocinilla que hace poco que la compré".
"Yo no pido sino que nos den dónde vivir y que nos den una casa habitable, porque yo perdí la mía", dijo.
Unas 6.000 personas han sido evacuadas y aún no han regresado a sus casas, dijo el jueves un portavoz del Gobierno local de las Islas Canarias.
Desde que entró en erupción el 19 de septiembre, el volcán ha destruido más de 800 edificios, así como plantaciones de plátanos, carreteras y otras infraestructuras.
"Es inimaginable que esto ocurra, ahora estamos viviendo días peores que los de la COVID, que ya eran un poco irreales", dijo la holandesa Emilie Sweerts, que lleva seis años viviendo en la isla del archipiélago canario.
"Realmente pensé que ésta sería mi isla paradisíaca", dijo desde su joyería en Tazacorte, un pequeño pueblo costero atravesado por la lava en su camino hacia el mar, destruyendo casas y granjas.
Después de serpentear cuesta abajo hacia la costa durante casi 10 días, la lava llegó al océano justo antes de la medianoche del martes a un kilómetro al oeste de Tazacorte, donde ha creado un afloramiento rocoso de más de 500 metros de ancho.
Al llegar al agua, la lava se enfría rápidamente, adhiriéndose al acantilado y ampliando el territorio de la isla.
A pesar de los temores a los gases tóxicos producidos por la reacción de la lava con el agua del mar, las autoridades dijeron que el aire seguía siendo seguro para respirar en el interior de la isla.
Los servicios de emergencia advirtieron que la ceniza arrojada por el cráter estaba bloqueando la luz del sol y reduciendo la visibilidad.
Varias aldeas cercanas a la costa permanecieron cerradas por precaución, pero a los productores de plátanos se les permitió el acceso a sus plantaciones para atender sus cultivos.
Los corresponsales de Reuters en la isla dijeron que la erupción parecía haberse calmado a partir de las 10:00 GMT (11:00 hora local en las Islas Canarias) y que el cráter ya no expulsaba lava, aunque seguía saliendo humo.