Por tercera vez desde el 2002, la extrema derecha disputará el balotaje de las elecciones presidenciales en Francia. Las encuestas estiman la intención de voto a 55,5 % para Macron y 44,5 % para Marine Le Pen con un margen de error del 3,3%. De los 7,7 millones de votos que obtuvo la Unión Popular, diferentes encuestas de hace una semana mencionan que 43% votarán a Macron, 29% se abstendrán y 28% votarían a Le Pen.
Lo cierto es que Marine Le Pen aparece, para muchos votantes, como una especie de “muralla social” frente a las políticas de Emmanuel Macron. Esto es llamativo dada la trayectoria de Marine Le Pen, pero también y sobre todo por las posiciones y el programa que defiende, que se inscriben perfectamente en la tradición de la extrema derecha. Su programa es cualquier cosa menos "de izquierda" e incluso se nota un retroceso en este sentido respecto a las elecciones presidenciales de 2017, con el abandono de la edad jubilatoria a los 60 años y de las garantías sobre el estatuto de los funcionarios, la semana laboral de 35 horas y el derecho laboral.
Bajo el pretexto de luchar contra el "islamismo", el programa revela un increíble aparato de represión contra los musulmanes. Por extensión, todas las minorías religiosas podrían verse afectadas.
En su programa presidencial, Marine Le Pen no dedica ninguno de sus 16 cuadernos temáticos a los derechos de las mujeres. Ni una palabra sobre la desigualdad de género (que sólo se menciona en la sección dedicada al islamismo) y nada sobre la discriminación salarial. Tampoco sobre medidas concretas para frenar el problema de la violencia sexual, en términos de prevención, formación, protección y atención a las víctimas. Cuando Marine Le Pen menciona la violencia sexual y de género, la mayoría de las veces es para atribuirla a los extranjeros, mientras que los estudios han demostrado que los autores de este tipo de violencia proceden de todos los entornos socioeconómicos y culturales.
La propuesta de "prioridad nacional" que Le Pen quiere incluir en la Constitución, tendría consecuencias devastadoras para millones de personas. Privar potencialmente a casi 5 millones de residentes extranjeros, el 38% de los cuales son europeos, del acceso al trabajo, a la vivienda social, a la RSA (renta activa de solidaridad), a las ayudas familiares o a la atención médica (salvo en situaciones de emergencia) provocaría un caos social difícil de imaginar. Según declaran dos médicos del Comité por la salud de los exiliados, "no pensábamos que su programa fuera tan brutal, es escalofriante”. Al reducir las posibilidades de que los exiliados soliciten asilo, Marine Le Pen retirará de facto la protección sanitaria universal (actualmente accesible a los solicitantes de asilo). Por otro lado, la supresión de la ayuda médica estatal (AME) privará a los inmigrantes indocumentados del acceso a la asistencia sanitaria.
MÁS INFO
Para ganar, Marine Le Pen adoptó muchas de las obsesiones de la derecha y de la patronal, como la bajada de los impuestos sobre la producción y el impuesto de sucesiones - que también aparecen en el programa de Emmanuel Macron - o la subida de los salarios basada únicamente en la voluntad de los empresarios.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Marine Le Pen afirmó que siempre defendió una línea "equidistante" de Estados Unidos y Rusia. En realidad, desde que se puso al frente de su partido en 2011, apoyó a Putin beneficiándose de dos préstamos rusos. Tanto el ultraderechista Zemmour (7%) como Marine Le Pen (que tuvo que destruir un volante de campaña donde aparecía con Putin en una foto de 2017) insistieron en la importancia de desarrollar las relaciones con el gobierno ruso.
Su programa profundamente xenófobo y autoritario, llevaría a Francia hacia un régimen al estilo húngaro y situaría al país al margen de las democracias europeas.
La tentación del voto en blanco y la abstención
El sábado 16, decenas de miles manifestaron en París y otras ciudades contra la extrema derecha.
"Se trata de rechazar a Marine Le Pen, de impedir el advenimiento de un proyecto de sociedad que destruye el Estado de derecho, la república democrática, social y solidaria que defendemos cada día", decía el comunicado publicado la víspera por los organizadores, como la Liga de los Derechos Humanos, SOS Racisme, la CGT, el Sindicato de la Magistratura o el Sindicato Nacional de Periodistas. Una gran mayoría de jóvenes llevaba carteles que anunciaban: "Más vale un voto que apesta que un voto que mata", "Ni Macron ni Le Pen, pero sobre todo ni Le Pen", otros reclamando la abstención. Según un reportaje de Mediapart un joven explicaba: "Vengo de una familia de trabajadores. Somos proletarios puros. Votar a Macron no es aceptar el capitalismo, es rechazar el fascismo".
La Francia Insumisa realizó la semana pasada una consulta a los 310 000 simpatizantes inscritos en su plataforma. Entre los 215.292 participantes, la opción del voto en blanco o nulo obtuvo el 37,65%, seguida del voto a Emmanuel Macron (33,40%) y luego la abstención (28,96%). "El resultado de esta consulta no es una instrucción para nadie", decía el texto publicado con los resultados pero refleja el estado de ánimo de los que batallaron por el candidato Mélenchon, el mas votado entre los jóvenes (34 % de 18 a 24 años).
Para entender la bronca contra Macron es necesario puntualizar que desde su llegada al ministerio de economía en 2015 y aún más desde su elección en 2017, Emmanuel Macron lideró una política de aceleración de las reformas neoliberales en el país. Este es su orgullo: hacer lo que "otros no han hecho". La reforma del código laboral, la anulación del impuesto a las grandes fortunas, la privatización de lo que aún puede ser privatizado, el fin del estatuto de los trabajadores ferroviarios...la lista es larga. En todo momento dio prioridad al capital. Incluso el "cueste lo que cueste" durante la pandemia provocó una explosión de beneficios de las grandes empresas. En torno a esta política de neoliberalismo radicalizado, el presidente saliente ha sido capaz de aglutinar un bloque social que aprueba este giro, formado por los más ricos y los más viejos (37,5% de mayores de 65 años votaron por él).
Pero la mayoría de la población siempre se ha opuesto a esta precipitación neoliberal. Al acelerar este tipo de reformas, Emmanuel Macron se ha topado con la hostilidad del país, de la que el movimiento brutalmente reprimido de los "chalecos amarillos" fue la principal señal, pero que también se reveló a la luz de la inmensa movilización contra la reforma de las pensiones. En lugar de responder a las aspiraciones democráticas de los chalecos amarillos, Macron siguió concentrando el poder, asumiendo plenamente la verticalidad de su ejercicio. Durante cinco años, preparó cuidadosamente un nuevo enfrentamiento con Marine Le Pen fagocitando a la derecha conservadora de LR (Los Republicanos) y al PS (Partido Socialista), ambos en vías de desaparición.
En su entorno, sin embargo, algunos le instaron a cumplir sus promesas de cambio institucional. Hace apenas unos meses, François Bayrou - su aliado centrista - esperaba convencer a Macron de que introdujera la representación proporcional en la legislatura, aunque para ello tuviera que pasar por un referéndum. Sin esto, tendríamos "una crisis democrática garantizada", dijo. Pero Emmanuel Macron no hizo nada, abriendo el camino para que Marine Le Pen afirme hoy que consultará "al único experto que [él] nunca ha consultado: el pueblo" y adopte la demanda clave de los chalecos amarillos: el referéndum de iniciativa ciudadana (RIC).
El rechazo al neoliberalismo de Macron, se ha reforzado de hecho a lo largo de sus cinco años de mandato. Macron esta convencido que al obtener 4 puntos porcentuales más que en el 2017 tiene la suficiente legitimidad para radicalizar sus reformas. Es lógico, por tanto, que prometa la única gran reforma que faltaba en su arco, la de las pensiones alargando la edad jubilatoria a los 65 años (actualmente 62); avanzar con la mercantilización de los servicios públicos, sobre todo de la educación y con la deconstrucción del Estado social con su reforma de la renta activa de solidaridad (RSA: 575 euros) que quiere condicionar a una actividad.
Macron busca desesperadamente la manera de atraer a los 7,7 millones de votos de Mélenchon adoptando la consigna de "Planificación ecológica" (desarrollada en el programa de la LFI), reparto de beneficios para los empleados, revalorización de las pequeñas pensiones a 1.100 euros... "Son medidas que responden a la gente que votó por La Francia Insumisa", dijo el presidente en una entrevista con el periódico “La Voix du Nord”. En Marsella frente a menos de 3000 personas - donde Mélenchon salió primero con 31,1% de votos -, prometió que el próximo primer ministro será el de la "planificación energética"... Francia será la primera gran nación que abandone el petróleo, el gas y el carbón", dijo.
La tercera vuelta
Las elecciones legislativas tendrán lugar el 12 y el 19 de junio. El sistema perverso de la 5a. República instaurada por de Gaulle en 1958 de elección mayoritaria a dos vueltas, premia al que gana el balotaje. Es así como el movimiento de Macron con 28% de votos en la primera vuelta de las legislativas del 2017 obtuvo 60% de las bancas en la Asamblea Nacional. El programa de Mélenchon propone convocar a una Asamblea Constituyente y cambiar la Constitución fundando la 6a República, otorgando mayor poder al parlamento, aboliendo la monarquía presidencial.
La Unión Popular de Mélenchon, que llama a que “no haya un solo voto por Marine Le Pen” el domingo próximo, milita por agrupar las principales fuerzas de izquierda para presentarse unidas desde la primera vuelta en las próximas elecciones legislativas. Tras sus malos resultados, los comunistas, ecologistas y socialistas no tienen más remedio que recurrir a La Francia Insumisa (LFI), que con su 22%, tiene las "llaves" de un acuerdo, según el candidato del PCF, Fabien Roussel.
La LFI envió una carta a los ecologistas (4,6%), al PCF (2,3%) y al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA, 0,77%). Por ahora el Partido Socialista (1,7%) quedó fuera de la convocatoria. La carta plantea la posibilidad de construir una mayoría en la Asamblea Nacional, "sin ninguna voluntad hegemónica ni exigencia de integración" y sobre la base de un "programa común compartido”, elaborado a partir de "El futuro en común", el proyecto de Jean-Luc Mélenchon. "En la acción legislativa, el programa servirá de referencia para votar propuestas”, dice la carta. “Por supuesto, cada uno seguirá siendo libre de expresarse, organizarse y tomar sus propias decisiones. Pero todos se comprometerán a formar un intergrupo en la Asamblea Nacional para apoyar al gobierno de nuestra mayoría u oponerse al nuevo poder instalado en caso de no ganar."
En caso de obtener la mayoría, este frente de izquierda liderado por la Unión Popular estaría en condiciones de elegir un primer ministro y un gobierno de izquierda que cohabitaría con Macron como presidente en caso que este gane la segunda vuelta. No sería la primera vez que esto sucediera ya que en dos oportunidades Mitterrand cohabitó con la derecha; una vez con Jacques Chirac (1986-1988) y la otra con Edouard Balladour (1993-1995) y Chirac con Lionel Jospin del Partido Socialista (1997-2002).
La fallida unidad de la izquierda para las presidenciales devendría posible para las legislativas en una Francia dividida en tres bloques: 32 % de derecha neoliberal, 32% de extrema derecha y 32 % de izquierda social, ecologista y feminista. El impresionante desempeño de la Unión Popular que pasó de 11% a 22% en menos de dos meses gracias a la militancia de sus miembros, a la movilización de sus simpatizantes y a los brillantes discursos de Jean-Luc Mélenchon, permite pensar en que se podrá remontar la tristeza y la decepción del resultado de la primera vuelta y continuar con su pujanza durante los dos próximos meses.
Pero antes, y por sobre todo, se trata de bloquear a la extrema derecha de la única manera posible: votando a Emmanuel Macron.