Llegó el día. “El martes que sigue al primer lunes de noviembre”, según fija desde 1845 la ley electoral. En rigor de verdad, las elecciones ya comenzaron a mediados septiembre, cuando se habilitó el voto anticipado en los primeros distritos que adoptaron esa modalidad. Casi 100 millones de personas ya emitieron su sufragio, cifra récord empujada por la pandemia que le agrega otra capa de complejidad a los análisis que intentan predecir el resultado de los comicios. En las principales ciudades de Estados Unidos, los comercios tapiaron sus vidrieras. La violencia forma parte del paisaje.
El proceso electoral tampoco terminará por la noche, cuando cierren las últimas urnas en la costa oeste. Por los controles que requiere la afluencia de votos a través de distintas modalidades, el recuento puede extenderse en algunos casos durante una semana, o más. En el ínterin, los resultados pueden variar, sobre todo en los estados clave, con final reñido. El duelo continuará en los medios, las redes, las calles y las cortes. Ambos bandos ya preparan sus equipos para definir la elección en esos ámbitos. Abren los centros de votación. Entramos en territorio inexplorado.
No hubo sorpresas en el final de una campaña accidentada. Joe Biden encabeza las encuestas por un margen bastante mayor al que tenía Hillary Clinton cuatro años atrás, cuando fue derrotada por sorpresa. Además, según los sondeos previos, el candidato demócrata es favorito a ganar en todos los estados que van a definir la elección (Pennsylvania, Florida, Carolina del Norte, Arizona, Michigan y Wisconsin), aunque con una diferencia más pequeña, que a veces cae dentro del margen de error. En su equipo también apuntan a “dar vuelta” distritos históricamente republicanos, como Texas o Georgia.
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Donald Trump no tuvo buenas noticias en víspera de la elección. El coronavirus sigue estando fuera de control y causando un número récord de contagios, de cara al invierno boreal. Los repuntes espasmódicos de la economía no logran disimular la recesión más importante desde 1930. Si el resultado dependiera exclusivamente de lo que suceda en las urnas habría que decir que su reelección resultaría aún más sorpresiva que su triunfo en 2016. Sin embargo, el Presidente está dispuesto a ir un poco más allá a la hora de defender su cargo. No se trata de una especulación febril: lo dijo abiertamente, más de una vez.
Trump lleva más de cuatro años echando dudas sobre el sistema electoral de su país. Después de ganar las elecciones contra Clinton, donde se impuso en el Colegio Electoral a pesar de perder el voto popular por casi tres millones, acusó sin pruebas a su rival de haber fraguado el sufragio de esa cantidad de inmigrantes ilegales. Durante esta campaña enfocó sus esfuerzos en esmerilar el voto por correo, que históricamente favorece a los demócratas. La afluencia récord de personas que decidieron anticipar su participación en el comicio es leída en algunos análisis previos como una prueba de su derrota.
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“EL VOTO POR CORREO LLEVARÁ A TRAMPAS Y FRAUDE MASIVO. TAMBIÉN LLEVARÁ AL FINAL A NUESTRO GRAN PARTIDO REPUBLICANO. NUNCA DEBEMOS DEJAR QUE ESTA TRAGEDIA CAIGA SOBRE NUESTRA NACIÓN”, tuiteó, en mayúsculas. “LA ELECCIÓN DEL 2020 AMAÑADA: MILLONES DE BOLETAS POR CORREO SERÁN IMPRESAS POR PAÍSES EXTRANJEROS, Y OTROS. SERÁ EL ESCÁNDALO DE ESTA ERA!”, fue otro posteo. El tema también se volvió habitual en sus entrevistas y en los discursos de campaña.
Según reportan los medios norteamericanos, Biden tiene en su equipo un área que trabaja exclusivamente en prever los escenarios que podría plantear Trump para modificar un resultado adverso y planificar respuestas acordes. El resultado incluye hipótesis que culminan con el Ejército o tropas federales interviniendo en sitios de votación para concretar un fraude a favor del Presidente; un enfrentamiento abierto entre algunos estados demócratas y un Trump que se consagra de manera ilegítima y hasta la posibilidad de que el conflicto continúe sin resolución hasta el día que debería asumir el próximo mandatario.
Son escenarios remotos. Pero sí es probable que Trump intente evitar que se cuenten la mayor cantidad posible de votos por correo. Los abogados de uno y otro partido ya preparan pleitos en todos los estados competitivos. Algunos pueden seguir recibiendo boletas hasta diez días más, siempre y cuando estén selladas antes del día de la elección. El recuento, si el margen es pequeño, puede estirarse semanas. Trump no tiene paciencia para eso. Ya dijo varias veces que espera que la noche del 3 de noviembre se conozca al ganador en lugar de contar votos durante semanas.
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Es posible que esté adelantando su estrategia y aproveche una ventaja circunstancial en los conteos preliminares (que en general comienzan por el voto presencial antes que procesar los que llegan por correo) para declararse ganador e intentar detener el escrutinio a través de tribunales con mayoría conservadora, gobernadores y legislaturas republicanas. Ese partido controla ambas cámaras de los seis estados más reñidos y gobierna en dos, Arizona y Florida. La Corte Suprema tiene una “supermayoría” de seis jueces conservadores contra tres liberales; de los seis propios, tres fueron apuntados por el mismo Trump.
¿Cómo leer los resultados, entonces? A las nueve de la noche de Argentina empiezan a cerrar las urnas algunos distritos, incluyendo dos que pueden servir para medir la temperatura. En Georgia, además, los votos recibidos de forma anticipada empiezan a contarse en la mañana del día de la elección, así que será de los primeros en dar resultados. Aunque se trata de un Estado que siempre vota republicano, las encuestas hablan de una elección pareja. El este de Florida también cierra a la misma hora, pero se espera un recuento más extenso y un final para el infarto. Si gana Biden, es prácticamente game over.
La segunda tanda a tener en cuenta cierra a las diez de la noche, una hora más tarde, e incluye a Pennsylvania y Michigan, otras dos fichas clave en el tablero electoral. A diferencia de los estados anteriores, allí no se permite comenzar a contar el voto adelantado antes del final de la jornada electoral, de manera tal que es probable que los primeros resultados le den ventaja a Trump y recién cuando empiecen a abrirse los sobres del correo Biden pueda mostrarse competitivo. Es probable que gran parte del esfuerzo de Trump esté puesto en aprovechar esa ventana de oportunidad para declararse ganador.
Nadie debería sorprenderse si la mañana del miércoles nos sorprende sin un resultado definitivo y con los dos candidatos adjudicándose el triunfo. Llegado ese punto, las posibilidades se ramifican y ninguna hipótesis es demasiado descabellada. La primera democracia moderna, la más antigua, la ininterrumpida, parece frágil ante su prueba más difícil. Un mecanismo complejo, con millones de piezas y de reglas, volvió a ponerse en marcha pero esta vez, a diferencia de todas las anteriores, los engranajes crujen y nadie puede asegurar que vaya a llegar al destino que tenía previsto.