Elecciones en El Salvador: cómo podría impactar la reelección de Bukele en América Latina

Distintos analista consultados por El Destape alertaron sobre los discursos de mano dura y el crecimiento de la legitimidad de los autoritarismos en la región. 

04 de febrero, 2024 | 00.05

En 2023, Nayib Bukele se convirtió en el mejor presidente evaluado entre todos los presidentes latinoamericanos desde 1995, según Latinbarómetro. El mandatario de El Salvador, elegido en 2019, rompe récords de todos los colores y las encuestas avizoran su reelección más allá de los pasos inconstitucionales que dio para conseguirla, de que se darán en medio de un inédito régimen de excepción y de un país militarizado en donde todos los días se cuentan denuncias por violaciones a los derechos humanos. ¿Por qué hay que mirar a ese pequeño país centroamericano? Distintos analistas consultados por El Destape aportaron claves para su caracterización y los efectos en América Latina en un escenario global de crecimiento de las extremas derechas y de los autoritarismos.

“El Salvador es un país con altos niveles de debilidad democrática, que sigue a un líder que ha quebrado todos los estándares establecidos legales y culturales y se somete a elección popular”, escribió la fundadora de Latinbarómetro, Marta Lagos, sobre las elecciones que se llevarán adelante este domingo.

En general, el Gobierno de Bukele es caracterizado como autocracia, pero también se lleva el mote de “dictadura” y “dinastía”, así como de “laboratorio de prácticas postdemocráticas”,  que podría ser tomado como ejemplo a seguir por parte de líderes emergentes de la extrema derecha latinoamericana.

Esa conclusión como la enumeración global de Lagos responde a distintas acciones y políticas que lleva adelante el multimillonario presidente millenial. Por enumerar algunas: despidió funcionarios por X -ex Twitter-, ingresó con militares al Congreso, destituyó magistrados de la Sala Constitucional y al Fiscal General que osaron investigar o frenar algunas de sus políticas; pidió la relectura de la Constitución -a funcionarios afines en los órganos mencionados- que prohíbe la reelección presidencial y la consiguió. También, llevó adelante una reforma electoral inconstitucional.

En paralelo, impulsó fuertes políticas de mano dura ampliamente difundidas, por sobre las negociaciones por debajo de la mesa con las pandillas, denunciadas por medios y organizaciones de derechos humanos. La más contundente de ellas, es el estado de excepción que suspende garantías constitucionales y lleva 22 meses. Según cifras del Gobierno, en 2023, con esa política se logró una tasa de homicidios de 2,4 por cada 100 mil habitantes, la más baja en tres décadas en el país que llegó a ser de los más violentos en el mundo; junto con la construcción de una mega cárcel con capacidad para 40 mil personas.

El Salvador como laboratorio “postdemocrático”

“Bukele expresa un laboratorio postdemocrático exitoso, por eso (la ministra de Seguridad) Patricia Bullrich y la extrema derecha regional se deshacen en elogios. Tenemos que estar muy atentos a lo que allí suceda, porque están probando cosas que luego querrán expandir a otros territorios”, advirtió Luciana Cadahia, filósofa latinoamericana y coordinadora de la Red populismo, republicanismo y crisis global. En las antípodas de ese proyecto, Cadahia, ubicó al gobierno progresista de Gustavo Petro, en Colombia. A su entender, ambos expresan ideas de “dos fuerzas históricas en pugna” en la región, ambas articuladas a nivel continental, incluyendo a Estados Unidos.

En su análisis señaló que las elecciones en El Salvador “afectan a toda la región”, pero, en mayor medida, a Centroamérica y a países como Venezuela o Colombia. La razón que esgrimió es que “las extremas derechas de estos países se fortalecen y usan a El Salvador como plataforma para atacar las experiencias progresistas”.

“Por algo (el presidente, Javier) Milei está tan interesado en elogiar a Bukele y en atacar a Petro. Como gobernante es pésimo. Pero algo entiende de retórica, imagen y batalla cultural”, resumió.

Instaurar un modelo dinástico

Yanina Wep es investigadora argentina del Centro de Estudios de la Democracia Albert Hirschman, de Suiza, y miembro de la Red de Politólogas. En diálogo con El Destape marcó que la idea de la reelección no es nueva en América Latina, sino que son varios quienes pidieron reinterpretar las normas constitucionales establecidas, en algunos casos, luego de largas dictaduras militares que asediaron a la región: Carlos Menem en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Álvaro Uribe en Colombia, por poner sólo algunos ejemplos. “Sigue una pauta regional en el doble sentido, intentar la reelección y, a menudo, conseguirla”, en todo caso, coincidió con Lagos sobre la “debilidad institucional” del país acompañada por la “firmeza” de Bukele para “cooptar” aquellas instituciones.

En su caracterización, Wep señaló que Bukele no necesariamente es de los actores más activos en las redes internacionales de las extremas derechas, rescató su pasado en el FMLN -el partido de la ex guerrilla de izquierda por el que fue dos veces intendente- e identificó señales propias de una dinastía: “Fundó el partido con su familia, que está a su alrededor, gobierna junto con ellos y con aliados que no están legitimados por el voto popular, está estableciendo de alguna manera las bases de una especie de dinastía. En algunos puntos podría ser muy conservador, en otros asociado al libertarismo. Pero más que nada hay una apuesta fuerte por concentrar poder”. Sintetizó, además, las acciones de Bukele como parte de un “liderazgo autoritario”.

El oponente que marcó Wep para Bukele es Guatemala, en donde por primera vez en 30 años -y pese a las constantes amenazas de golpe de Estado- asumió un gobierno progresista, con Bernardo Arévalo como presidente, caracterizado como un proyecto “enraizado en lo social” que “apuesta por la democratización”. Lo que encontró en común en ambos casos son las responsabilidades de los actores internacionales sobre el devenir de la vida de esos países. “Cuando Bukele dice que Estados Unidos les mandó a las pandillas, pues, en buena medida tiene razón”, dijo.

La propuesta de Wep pasa por sortear la superficiales del debate y el análisis sobre los aspectos psicológicos de los liderazgos “nefastos”, que “impiden rediseñar políticas y evitar que vuelva a ocurrir o ocurran cosas parecidas si no se asumen responsabilidades y se actúa en consecuencia”. 

Extrema derecha, seguridad, capitalismo y patriarcado

Bukele actúa y se muestra como un presidente cool, exitoso que más bien se asemeja a empresario: viste camiseta y campera ocuras, se saca selfies en la ONU y usa las redes sociales como plataforma de comunicación y campaña. En su biografía en X, no figura su cargo, sino que dice “filosopher king”. Allí, mostró a los ya más de 70 mil detenidos de las supuestas pandillas, amuchados y semidesnudos, con un poco más de cuidado que Milei, republica elogios y responde a críticas no importa de quién provengan.

“La cultura política de la extrema derecha tiene una fuerte raigambre en una figura del hombre de la guerra, en este caso, contra ‘las drogas’ y las organizaciones criminales con líderes que resaltan una hipermasculinidad que se asocia con el éxito económico”, señaló el antropólogo y codirector del Observatorio de Prisiones de Ecuador, Jorge Núñez. Sumó una perspectiva en la que unió la puesta en escena, las narrativas y las políticas de seguridad de la extrema derecha con el reimpulso capitalista de la mano de la reconstitución de un patriarcado fisurado en los últimos años con el avance de los feminismos, el ecologismo y los movimientos de derecho humanos.

También enlazó la popularidad lograda como palanca para la legitimidad de sus agendas en un marco de bloqueo de los debates y las diferencias. ¿Qué pasa con la democracia, entonces? Núñez marcó que las experiencias de Estados Unidos, Brasil y El Salvador, entre otros, muestran que “se apropiaron del concepto democracia, que se reduce a respetar la ley, que es la de la propiedad privada y del mercado, con una base sistemática del desmantelamiento del Estado y de las condiciones de posibilidad de la democracia, que es la igualdad. La democracia es cómo vamos a distribuir el poder, ellos lo que están haciendo es no compartirlo”.

La puesta en escena se puede ver en El Salvador como en Ecuador, en donde circulan cientos de videos de efectivos policiales y militares en acción: “Se los ve denigrando, golpeando y aterrorizando a jóvenes pobres, racializados, porque no podemos pensar el género sin pensar las categorías de raza. Ya lo han dicho varios estudiosos, la guerra contra las drogas, es realmente una guerra contra el pueblo y lo que permite es la desposesión, la expropiación de tierras y el avance del extractivismo”. 

La razón para todo esto que Núñez considera “involución” democrática tiene el fin último de “reorganizar el sistema a conveniencia de las élites sobre la que se construyó el capitalismo, que es el patriarcado, de la mano con la esclavitud, el sometimiento de las mujeres y la homofobia”. 

Miradas desde El Salvador 

“La consolidación de Bukele supondrá la formalización de otra dictadura en Centroamérica, lo que puede significar extender la idea que el ‘manodurismo’ o la autocracia es la vía para salir de los problemas”, apuntó ante El Destape el abogado constitucionalista salvadoreño, Enrique Anaya. Para él, los “déficits o hasta fracasos de la democracia en atender y solucionar las necesidades más apremiantes de la población, pueden generar la percepción que deba acudirse a prácticas autoritarias. Sería, por así decirlo, un mal ejemplo”, manifestó.

Anabel Belloso, diputada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y candidata a reelegir su banca, hizo referencia a la “campaña millonaria para vender una realidad distinta” a la que se vive. En ese sentido, marcó dos puntos: hacia afuera “el riesgo” coincidió con el resto de les entrevistades y la posibilidad de réplica de lo que se negó a llamar “modelo”, sino “represión y meter presos a inocentes”. Y, hacia adentro, es “que se expanda más la mentira de que se garantizan derechos”, que se sostenga esa idea para Belloso “limitaría acciones concretas desde la comunidad internacional”.

En América Latina los discursos de odio y las políticas represivas tienen cada vez más pantalla y sintonizan con partes de una sociedad desencantada y frustrada. Un resultado de la encuesta de Latinbarómetro debería llamar a encender las alarmas en los sectores que bregan por el fortalecimiento democrático: en 13 países de la región una mayoría acuerda con la frase “no me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas” y parece abrir una vía para la réplica de otros Bukeles.