El debate de la cumbre del G20 en Indonesia este martes demostró que el mundo no avanzó ni un ápice en estos casi nueve meses, pese a la crisis alimentaria y energética que desató la invasión rusa a Ucrania y la lluvia de sanciones comerciales y financieras de las potencias occidentales que interrumpieron cadenas productivas globales y pusieron en duda la oferta de commodities claves para la economía mundial. Las posiciones siguen tan intransigentes como en el primer día de la guerra: Rusia sostiene que Ucrania no quiere negociar, Ucrania pide la retirada de Rusia, China pide no usar los alimentos y la energía como arma, y Estados Unidos y sus aliados siguen con la estrategia de denunciar e intentar aislar a Rusia.
“Si la guerra no termina va a ser difícil para nosotros asumir la responsabilidad del futuro de las próximas generaciones”, advirtió el anfitrión de la cumbre, el presidente de Indonesia, Joko Widodo, y rogó: "No deberíamos dividir el mundo en partes. No nos debemos permitir caer en otra guerra mundial". Las voces que buscaron no ponerse de un lado o del otro -como Argentina, aunque esta vez Alberto Fernández no pudo dar su discurso porque se sentía mal- repasaron los riesgos de mantener esta confrontación internacional; sin embargo, sus pedidos y alertas no cambiaron en nada las posiciones de los protagonistas de esta reactivada polarización mundial. Al enumerar los principales desafíos globales, el mandatario estadounidense, Joe Biden, mencionó "la inflación, la crisis climática y la brutal guerra de Rusia contra Ucrania".
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Un borrador de la declaración final -que debería presentarse mañana este miércoles y apoyada o rechazada antes del cierre de la cumbre- circuló por los medios este martes y el texto demuestra que Estados Unidos y sus aliados mantienen la misma estrategia de los últimos nueve meses: desnudar la confrontación con Rusia, aún si esto significa una parálisis en los foros y organizaciones internacionales en los que estas potencias no están solas, que son en definitiva las más significativas en el mundo actual -en donde el poder económico norteamericano ya no domina unilateralmente- para buscar soluciones conjuntas y más realistas.
“La mayoría de los miembros condenan enérgicamente la guerra en Ucrania y subrayan que está causando un inmenso sufrimiento humano y exacerbando las fragilidades existentes en la economía mundial”, sostiene el texto al que tuvo acceso Télam, entre otros medios presentes en la cumbre. El documento reconoce que "hubo otros puntos de vista y diferentes evaluaciones de la situación y las sanciones” contra Rusia y destaca también que el G20 “no es el foro para resolver las cuestiones de seguridad”. Sin embargo, concluye que estas “cuestiones de seguridad pueden tener consecuencias significativas para la economía mundial”.
Rusia
Difícilmente Rusia apoye esta declaración final mañana miércoles. Este era exactamente el escenario que el presidente Vladimir Putin esperaba y, por eso, decidió no participar, como ya había hecho con la cumbre asiática de la semana pasada en Camboya, donde este mismo tipo de condena contra la guerra hizo que Moscú no firmara el documento de cierre y el encuentro se quedara sin propuestas colectivas consensuadas para salir de este difícil momento, no solo humanitario, sino también económico.
El canciller ruso, Sergei Lavrov, fue el enviado de Putin en ambas cumbres y ambas repitió lo mismo: es Ucrania la que no quiere negociar y Estados Unidos debe presionar a su aliado para que acceda a los planteos de Rusia. "Todos los problemas están del lado ucraniano que se niega categóricamente a dialogar y presenta condiciones que obviamente no son realistas ni adecuadas para esta situación", sentenció en la paradisíaca Bali Lavrov cuando le tocó dar su discurso. Un veterano diplomático con mucho roce en Occidente, el canciller no habló a los gritos ni le imprimió una épica como otros oradores, tampoco se levantó de la silla cuando apuntaron a su Gobierno como el responsable de las actuales crisis alimentaria y energética en el mundo.
MÁS INFO
Las condiciones que reclama Ucrania para negociar la paz son las mismas que desde el primer día de la invasión: una retirada total de las fuerzas rusas sobre el territorio ucraniano, lo que ahora no solo implicaría las zonas ocupadas del este y sur del país, sino también las cinco regiones que ya lleva anexadas: la península de Crimea -anexada en 2014-, Donetsk y Lugansk, en el Este y donde desde hace ocho años se pelea una guerra separatistas con milicias pro rusas; y Jerson y Zaporiyia, en el Sur. En total, se trata de cerca del 20% del territorio nacional ucraniano, como lo reconoce la mayoría de la comunidad internacional, incluida la Argentina.
Con un Estados Unidos completamente alineado con Ucrania y encabezando constantes envíos masivos de ayuda económica y militar a Kiev -y presionando para que el resto de sus aliados, países e instituciones internacionales, hagan lo mismo-, la potencia mundial que gana protagonismo es China.
China
El presidente Xi Jinping siempre se mostró reticente a cualquier confrontación internacional que obstaculice los planes de crecimiento sostenido de su país y, desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero pasado, buscó mantener un difícil equilibrio entre denunciar las sanciones comerciales y financieras de Estados Unidos y sus aliados, como fuente de la actual inestabilidad global, y aprovechar el actual escenario mundial para ganar posiciones en el mapa de las cadenas globales de producción y, principalmente, afianzar su centralismo en los mercados asiáticos, con Rusia e India a la cabeza.
"Debemos oponernos firmemente a la politización, instrumentalización y uso como arma de los problemas alimenticios y energéticos", pidió Xi, quien no volvió a expresar su preocupación por la guerra en Ucrania, como ya lo había hecho el mes pasado en una cumbre en Kazajistán donde estaba Rusia e India, pero no Estados Unidos o sus aliados europeos o asiáticos. "Valoramos mucho la posición balanceada de nuestros amigos chinos cuando se trata de la crisis en Ucrania. Entendemos sus preguntas y sus preocupaciones sobre esto", reconoció el propio Putin ante la prensa en aquella ocasión.
En la última crisis económica mundial, en 2008-2009, las principales potencias no solo no confrontaron, sino que hasta coincidieron en diagnósticos y algunas estrategias. Hoy, el escenario es mucho más sombrío. Por un lado, el diálogo está roto para buscar cualquier solución colectiva y, por otro, ni siquiera hay consensos mínimos sobre cuál es la crisis económica en el horizonte: para Estados Unidos y Europa es la inflación y la solución es enfriar la economía; para China, el resto de las potencias en ascenso y países en desarrollo, como Argentina, las dos cuestiones -alza de precios internacionales y tasas de interés- alimentan su principal preocupación, una recesión global.