La pandemia del coronavirus nos obligó a modificar nuestros hábitos de vida y eso trajo cambios en nuestro contexto, como la aparición de animales salvajes en pueblos o ciudades. Tal es el caso que atraviesa Nueva Zelanda ahora tras superar el COVID-19 con una invasión de gallos y gallinas salvajes.
El barrio de Titirangi, en Auckland, atraviesa un insólito problema luego de que el país oceánico se declarara libre de coronavirus: La proliferación de pollos, gallos y gallinas durante el aislamiento generan mucha suciedad y no deja dormir a nadie.
"Ha hecho resurgir antiguas rencillas y divisiones en el barrio", afirmó Greg Presland, representante de la comunidad y portavoz del comité que se hizo responsable del problema, según recoge destacó The Guardian . El vecino asegura que tiene 15 aves atrincheradas a unos 50 metros de su casa.
Al parecer, el problema no comenzó ahora, pero la pandemia lo agravó. En 2008, un vecino abandonó dos especímenes en un campo y estos se reprodujeron sin control. Según los propios habitantes, algunos otros coterráneos aprovecharon la situación para también dejar animales a la deriva.
"La combinación de falta de sueño y ver el vecindario destrozado ha hecho que mucha gente los odie. Es algo difícil de tratar, porque los vecinos quieren librarse de ellos, pero no quieren hacerles daño", señaló Presland. Sin embargo, algunos presionan para que una empresa de carne de pollo congelado se haga cargo de la situación.
El problema no termina allí: Existen indicios de que una vecina se dedica a alimentar a los pollos, lo que provoca la aparición de ratas "del tamaño de un gato".